Luis Alfredo Torres nació en Barahona el 18 de octubre 1935 (su madre nos dijo que fue en 1933), falleció en Santo Domingo el 1ro de mayo 1992, Aún así sería el más joven de los del 48 y el único que no fue presentado por doña María Ugarte en 1948, ya que residía fuera del país. Poeta, periodista y crítico. Vivió en los años 50 en Los Ángeles, Estados Unidos, donde, aparte de estudiar artes y sicología, laboró como periodista. Luichy, como le decíamos sus amigos, fue quizás el último bohemio a tiempo completo de la literatura nacional. La selección que hicimos de sus versos en febrero con motivo del mes del amor, corresponden a poemas raros, no a los clásicos suyos, incluso alguno no fue recogido en libros. Ahora como homenaje a los del 48 y cerrando los mismos, ofrecemos otros poemas poco conocidos, aunque figuran en las antologías mas no incluimos el Canto a Proserpina, como no lo hicimos con otros de larga extensión, precisamente por ser para lectores comunes. Luis Alfredo mantuvo una columna regular en el periódico El Caribe donde dio a conocer muchos escritores de esta ciudad y del interior del país. Era sumamente preocupado por expresar con menos palabras posibles su pensamiento. Sus originales tienen una gran cantidad de tachaduras y versiones. Se trata de un poeta muy fino y a veces inusualmente profundo. Dejó entre otros textos: Linterna sorda, 1958; 31 racimos de sangre, 1962; Los días irreverentes, 1966; Alta realidad, 1970; Canto a Proserpina, 1972; Los bellos rostros, 1973; Ciudad cerrada, 1974; Sesiones Espirituales, 1975; El amor que iba y que venía,1976; El enfermo lejano, 1977. Póstumo: Canto a Proserpina, Editora Nacional, colección Ángeles de Fierro, 2006. Hay antologías y recopilaciones diversas de sus textos. Su obra completa no ha sido editada. Barahona, aún con nombres como el de Rafael Damirón, no tiene un poeta de más alta calidad lírica que la suya, siendo una de las figuras poéticas más importantes de nuestra poesía.
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Poemas de Luis Alfredo Torres
Elogio de Carlos Gardel
Cuando Carlos Gardel cantaba,
los pájaros salían de sus jaulas,
las mujeres entrecerraban los ojos asombradas
y los hombres se quitaban el sombrero.
*
Es su voz ”voz de seda y de sueño”
un hipnótico acorde metal varonil,
un delirio de cosas traspasadas por tangos.
*
Su canto errante enjugó muchas lágrimas,
en torno a la guitarra vibró la pampa entera
y en los puertos remotos de ciudades de estambre
el hilo de la magia fluía.
*
Carlos Gardel tenía un perfil de medalla
y un algo misterioso su garganta ungía.
*
Qué mucho ha perdurado su cuerda iluminada
Qué enigmática estrella la que selló su timbre.
*
La memoria de Gardel recibe ofrendas
y en sencillo santuario colocan su retrato.
Es que son muchos los que a él amaron
y somos muchos los que por sentimos.
*
Cayeron del espacio el cuerpo y la guitarra
el ídolo y sus notas revueltas incendiadas.
La música vistió cilicio y ceniza,
y el pueblo se abrumó de sortilegio y pena.
*
Carlos Gardel nos embelesa todavía
y custodian abejas su sepulcro.
(Del libro inédito: Pensar en tales cosas,
recogido en Canto a Proserpina citado)
Desconocida soledad
Cuando la noche cae sobre las ciudades
uno se siente tan solo en el mundo
tan desamparado, tan convaleciente, tan herido-
A veces estamos en medio de las cosas, con las cosas
y el corazón permanece como una campana
enterrada, como un perro aplastado.
*
Quizás los puertos de la isla
nos han llenado de tristeza, o algún asomo de la luna
nos recuerda una casa, cualquier enfermedad,
o el movimiento de no sé qué alas detenidas.
*
Es cierto que alguna estrella podría evocarme un amor,
y la dicha, la raíz del perfume
que nos hizo llorar, o reír o enloquecer
cuando el aburrimiento nos tiraba hacia esos puertos
debajo de los cuales corre sangre nuestra, mía.
*
Sin embargo, la noche es fría con las ciudades,
la noche que llamé material, que estuvo en mi cubriendo
viejas, pegajosas angustias mortales
dotadas de delirios, sobresaltos, inclemencias.
*
En vano me responde el contenido de mi soledad
no palpo, no, el bello impreciso de su piel.
*
Pero las semovientes, difíciles estrellas,
arrastran mis pasos y cabellos hacia el sitio
donde deben morir mis cortas alegrías
y mis pequeños entusiasmos.
*
rencores de soledad pueblan mi casa,
dibujos desdichados, imprecisos,
y una voz distante me muerde las orejas.
*
No logro saber qué fue de mi pasado,
de mis horas tranquilas, de la gente que estuvo
[acompañándome.
Solo miro desde la ventana
el vaho de la tierra que sale de lo oscuro.
La esperanza todavía
Todos hemos sido culpables de tu tristeza,
oscuro, altivo país nuestro,
que habitas en nosotros con agonías
y a semejanza tuya nos tienes conformados.
*
Reside en ti la alta, hermosa llama
de la dicha. ¿Qué no está? Sí, la ocultas,
misterioso clavel, donde, para llegar
habría que morir tantas veces.
Hemos golpeado nuestros pechos.
y hemos pedido luz, más luz,
cuando cansados de esperar y de sufrir
atravesamos tu recinto acompañado de las aves-
*
¡Ah!, que amargas las fechas
y los días después de esos susurros
en donde solo vive la claridad del agua.
*
Revélanos tu voz, la jubilosa voz
que la encendida evocación escucha
cuando no hemos podido decirte:
–”Tú me diste un amor”
–“Tú ablandas el dinero”
–“Tú coronas de bondad a tus hijos”
*
Disipa, oh país, la tristeza
de haberte forjado a nuestra imagen
y sal de entre nosotros si tú quieres.
*
Que ha sido largo el acíbar de tu cólera.
navío sin final, en cuyo viaje
está nuestra esperanza todavía.
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La Fotografía