1.- El Reino interior a principios del siglo XX

Rubén Darío. joven https://elciervoherido.files.wordpress.com/2016/02/rubc3a9n-dario1.jpg

Dos años después de que su admirado Ricardo Pérez Alfonseca (1892-1950) el llamado “Benjamín del Modernismo” por Rubén Darío (1967-1916), rey  indiscutido del movimiento,  publicara “Oda de un yo,” 1913, el primer libro que podría coronarse como ocupante en este país del “Reino interior” como tituló Rubén el poema que cierra la primera edición de “Prosas Profanas”, 1896 o 1897 (hay discusiones sobre la fecha), que otros llamaron “jardín interior”. Sea como sea, da origen al nuevo interiorismo hispanoamericano.  Federico Bermúdez, el vate del Higuamo, coronado a su vez por “Los Humildes”, 1916, como soberano de la poesía social en el país, libro del cual se conocían versos, una crítica con el título de “Poetas y prosadores” publicado en La Cuna de América en marzo de 1913, de J. Humberto Doucourday (1889-1954)  y el proemio o prólogo de Emilio A. Morel (1887-1958) en la misma revista, 1914, siendo como eran los dos amigos y modernistas originales, hubo un viraje ideológico de Federico hacia el simbolismo, movimiento que proclamaba la idea, como fundamental, y que Pérez Alfonseca encontró vigente en París leyendo a André Gide (1889-1951)  que lo puso en práctica en “Los alimentos terrestres”, 1897, que es un diálogo entre una persona mayor y el joven Natanael, y a otros poetas, como Paul Valery (1871-1946), etc., que comienza:

“No desees, Natanael, encontrar a Dios en otra parte que en todas.

Todas las criaturas indican a Dios, ninguna lo revela.

Desde el instante en que nuestra mirada se detiene en ellas, todas las criaturas nos apartan de Dios”.

Mientras el poema del nuestro, es el de un maestro con un joven, con la misma temática. La novedad es que el otro es en prosa y este, un poema, con una novedad: el uso en pareados de la misma rima:

“A través del camino sin fin vibra la oda

del Verano; la Tierra es una inmensa oda

de silencio que piensa, y de rumor que habla.

Sobre una piedra blanca del camino, le habla

a un joven un anciano: el uno es un poeta

ya pleno, el otro, un germen preclaro de poeta:”

.

Hay mucho más detalles que expondremos más adelante, ya que el 28 del pasado mes hablamos de las reacciones a favor de las vanguardias en 1920, solo haremos algunas aclaraciones que creemos necesarias: Para nosotros es un deber del escritor que redacta para lectores cultos y profanos, no solo para especialistas, sobre todo si escoge un periódico normal,  redactar con la mayor claridad posible para que todos  puedan comprender lo que quiere comunicar, para que comprenda tanto a “Oda de un yo”, como del poema de Federico Bermúdez. Valga esta digresión para dejar abierta la posibilidad para no insistir en ello cuando en la próxima entrega ofrezcamos el de Tomás Hernández Franco (1904-1952), que no aparece en sus Obras completas (2019), por ser  muy extenso. Si a todo esto agregamos que los lectores podrán recordar lo que ahora le diremos acerca de lo que era el interiorismo en esos años, que fue la última etapa de los modernistas, aunque la mayoría y hicieron algún alto en el camino pero siguieron tan campantes evocando los dioses grecolatinos y la caterva de elementos decadentistas.

2.- Reacciones contra el modernismo

Enrique González Martínez

Sabemos que el modernismo es una mezcla que hicieron los poetas hispanoamericanos, especialmente Rubén Darío, de cuatro movimientos franceses del siglo XX: El romanticismo, que tuvo socialistas que crearon las Comunas, de donde se origina el término comunismo, bastaría para no alargar por ahora ese aspecto y en lo demás, hablar de su efecto en poesía amorosa, huelga, ya que se ha mantenido por siempre y sigue todavía vigente en muchos aspectos, ya que innumerables personas se consideran románticos hoy en día. El parnasianismo fue la resurrección de los dioses greco latinos, especialmente; el decadentismo, que trae, no solo lo del Arte por el Arte, sino lo que en dominicano se llamaría “la comparonería” del poeta en su torre de marfil como un ser superior, y la retahíla de cosas extrañas y fabulosas, sobre todo flores, reinas, princesas azules, etc.

Reaccionando contra estos tres, el cuarto es el simbolismo, que surge con poetas muy bien dotados, encabezados con el manifiesto publicado el 18 de septiembre de 1886 en Le Fígaro de París, firmado por Jean Moréas (1856-1910), que entre cosas señala: “Enemigo de la enseñanza, la declamación, la falsa sensibilidad, la descripción objetiva, la poesía simbólica trata de vestir a la Idea con una forma tangible”.

En nuestro país el mayor de los Dioses Mayores, José Joaquín Pérez (1845-1900), fue el primero en reconocer a Rubén Darío cuando no era famoso, y luego de reaccionar contra los modernitas en su poema “De América” de  1896, atacando  en sus primeras estrofas  al decadentismo especialmente: “Pues háblame del mundo que conozco, / de mis flores silvestres, de mis selvas, / y deja para el viejo mundo, lotos, / clemátidas, orquídeas, crisantemos. // Ponme en contacto con la pompa virgen / de esta monumental naturaleza, / de formas y colores y matices / que el arte no profana ni supera.”

Adelantándose 15 años al mexicano Enrique González Martínez (1871-1952), que proclamó su famoso Tuércele el cuello al cisne en 1911,  con una proclama de interiorismo, y la aparición del búho como signo de sabiduría en dicho soneto: “Tuércele el cuello al cisne… Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje/ que da su nota blanca al azul de la fuente; / él pasea su gracia no más, pero no siente/ el alma de las cosas ni la voz del paisaje.//  Huye de toda forma y de todo lenguaje / que no vayan acordes con el ritmo latente /  de la vida profunda… y adora intensamente / la vida, y que la vida comprenda tu homenaje. // Mira al sapiente búho cómo tiende las alas / desde el Olimpo, deja el regazo de Palas/ y posa en aquel árbol el vuelo taciturno… / Él no tiene la gracia del cisne, mas su inquieta /  pupila, que se clava en la sombra, interpreta/  el misterioso libro del silencio nocturno.”

Ignoramos si nuestro poeta conoció ese poema o si la única  referencia fue la Oda de un yo, de su amigo. Aunque si leemos con detenimiento el poema, de E.G.M. él no abjura del modernismo: sigue el azul, el cisne, el Olimpo, Palas Atenea, y no lo haría, ya que  según Octavio Paz (1914-1996), siguió siendo  el más modernista de todos los poetas mejicanos.

Entre Federico Bermúdez y Ricardo Pérez Alfonseca hubo elogios mutuos, el primero admirado de la calidad y de Oda de un yo como lo más grandioso. Y el otro exaltando la poesía social de Federico.

Leído ahora, después un siglo y pico, el poema nos sorprende. No hemos visto a ninguno de los críticos o historiadores de nuestra literatura ni a los comentaristas de textos (como nos consideramos nosotros), que se haya detenido en su lectura y lo haya encasillado donde le corresponde.

Aquí va el extraño poema publicado el 7 de febrero, 1915,  en el No. 1 de la revista Renacimiento, y es, ¡vaya coincidencia!, otro diálogo de un maestro poeta con joven discípulo.

Dicho esto, estamos en condiciones de leer a nuestro poeta.

 

3.- Un extraño poema de Federico Bermúdez

Federico Bermúdez, joven https://www.google.com/url?sa=i&url=https%3A%2F%2Fmacorisserie23.com%2Ffederico-bermudez-ortega

 

Y el maestro dijo:

Tendrás que ser tú mismo, sin mímicas teatrales,

ni afán de nuevas formas ni de arte raro, afán;

darás al pensamiento potencias cerebrales

realizando la belleza con sinceridad.

De exóticas maneras, huirás como un arroyo

recorrerás triunfante tu curso natural:

no habrás de ajenas formas; tu propio desarrollo

dará tu forma única, tu modo de pensar.

La luz te vio en un punto del pródigo Universo;

en él está un paisaje que está latente en ti:

tu médula bien puedes vaciarla sobre el verso;

tu verso será grande sintiéndolo latir.

El arte es una eterna palpitación de vida;

Poeta s el que piensa de modo musical;

Poeta que no escucha su música, se olvida

de su preclara ciencia de Crear.

Crearás, cuando interpretes a la Naturaleza,

sintiéndola en ti mismo vivir y palpitar:

Natura en su regazo fecunda la belleza:

obsérvala en ti mismo y la interpretarás.

Lo bello no se aviene con vaga sutileza;

solo el Poeta existe si existe el pensador,

si el corazón te late frente a la gran belleza,

recurre al pensamiento, que el pensamiento es Dios!

Los grandes elegidos de todas las edades:

Buda, Jesús, Mahoma, Copérnico, Servet,

eximios delatores de todas las verdades,

Poetas fueron, ellos Poetas-Dignidades:

los unos de la ciencia, los otros de la fe.

Sobre la edad se cierne cierto positivismo,

lo práctico se impone, se aclama la verdad:

enhiesta la bandera del férvido humanismo

sobre el altar sagrado del templo de la edad.

Serás del sacerdote del gran templo, Poeta;

verdad, será tu hostia; tu vino, la verdad;

tu credo será el credo del sabio, del Profeta;

tu dios, será la idea magnífica y triunfal.

Así darás al verso su sacra jerarquía,

así será tu canto fecundo y promisor,

y escucharán los tiempos tu voz sagrada y pía,

como la voz fecunda del genio pensador.

El Arte por el Arte, baldón es de tu fama;

te debes al cerebro, pensar es tu deber:

soldado de la idea, la ciencia te reclama,

tu mano inquiere el estro fecundo del saber.

Sin duda alguna, el modernismo tenía su herencia romántica, y sobre todo en la novela lo social era temática desde sus orígenes como señalamos lo de las comunas y agregamos ahora al positivismo y que alcanzó la cúspide con Emile Zola (1840-1902) en sus novelas realistas; de modo, que si hay buscamos, encontramos positivismo en los tres Dioses Mayores, sobre todo en Salomé Ureña de Henríquez (1850-1897),  y en José Joaquín Pérez como en Gastón Fernando Deligne (1861-1913), que además tienen preocupaciones por los humildes y atisbos de protesta social. Empero, Federico les gana, porque aquellos lo hicieron en poemas sueltos, y él en un libro. Lo mismo diríamos respecto de los tres  acerca de los pensamientos íntimos. Nada de eso le quita el esplendor a lo hecho por el que nombramos ahora Príncipe del Higuamo, regente de La Otra Banda.