1. Este 26 de diciembre ya hemos conmemorado la nacencia de Jesús 

Con pandemia y temores hemos vivido Una nochebuena solo de almuerzo al mediodía en muchos hogares, y también sin cena el día de la Natividad del Señor de Señores según las creencias y tradiciones cristianas. A pesar de todas las estrecheces, con una luz de esperanza en el oscuro cielo político de nuestro país si logramos plenamente una justicia independiente y el fin de las trampas y mañoserías que se enmarcan en el término de corrupción, podremos decir que después de todo, este no sería el peor de los años vividos..

Aparte del cumplimiento de nuestras obligaciones internacionales y el respeto a nuestra soberanía, el solo hecho de avizorar lo que de manera gráfica ha llamado “el final del túnel” Juan Lladó Oller (1948) en este periódico el lunes 21: “Testigo de la luz” (una cita de San Juan Evangelista), es motivo, aún en medio de esta horrible situación, que según algunos ha sido hecha por el hombre para destruir a los hombres y mujeres como en una Esparta cualquiera, de tener fe en el futuro que antes veíamos tan sombrío.

Los poetas en esta penúltima entrega del año han visto este acontecimiento de acuerdo con sus ópticas personales, que nosotros respetamos.

Ellos han tenido otras visiones. Iniciaremos con un emperador de la palabra poética de todos los tiempos, por la extensa descripción que hace de ese hecho histórico y seguiremos con dos personalidades de lengua portuguesa, uno del vecindario latinoamericano y otro de la base de ese idioma, mejor conocido el primero como músico y el segundo como narrador.

De el primero de los tres, no daremos fichas biográficas. Es archiconocido y porque el texto escogido es muy extenso y nosotros detestamos los fragmentos.

2. Un poeta clásico que se desata a cantarle a la Natividad

Lope de Vega (1562-1635) https://lh3.googleusercontent.com/proxy/P2J6u6ogQKGlO6OWVB8cSBZlhQ2VggDKFjKLxC7FggJeW2IpXj_8CzhNIQWF1vrJc0SOTQ5uDnwoolT_UZrL9vkZsMV_5nrwzcF-nmy0SvUvSEDTbnKR-Z18yx7OFeMQNY98Iw0-ULvD8IGIc6IwJpVH_CAyZivCDcTZ1PzFnqhpDqpJ

 

Al nacimiento de Cristo

Repastaban sus ganados

a las espaldas de un monte

de la torre de Belén

los soñolientos pastores,

                                                                                                                                                                                                   

alrededor de los troncos

de unos encendidos robles,

que, restallando a los aires,

daban claridad al bosque.

En los nudosos rediles

las ovejuelas se encogen,

la escarcha en la hierba helada

beben pensando que comen.

No lejos los lobos fieros,

con los aullidos feroces,

desafían los mastines,

que adonde suenan, responden.

Cuando las oscuras nubes,

de sol coronado, rompe

un Capitán celestial

de sus ejércitos nobles,

atónitos se derriban

de sí mismos los pastores,

y por la lumbre las manos

sobre los ojos se ponen.

Los perros alzan las frentes,

y las ovejuelas corren

unas por otras turbadas

con balidos desconformes.

Cuando el nuncio soberano

las plumas de oro escoge,

y enamorando los aires,

les dice tales razones:

«Gloria a Dios en las alturas,

paz en la tierra a los hombres,

Dios ha nacido en Belén

en esta dichosa noche.

»Nació de una pura Virgen;

buscadle, pues sabéis donde,

que en sus brazos le hallaréis

envuelto en mantillas pobres».

Dijo, y las celestes aves

en un aplauso conformes

acompañando su vuelo

dieron al aire colores.

Los pastores, convocando

con dulces y alegres voces

toda la sierra, derriban

palmas y laureles nobles.

Ramos en las manos llevan,

y coronados de flores,

por la nieve forman sendas

cantando alegres canciones.

Llegan al portal dichoso

y aunque juntos le coronen

racimos de serafines,

quieren que laurel le adorne.

La pura y hermosa Virgen

hallan diciéndole amores

al niño recién nacido,

que Hombre y Dios tiene por nombre.

El santo viejo los lleva

adonde los pies le adoren,

que por las cortas mantillas

los mostraba el Niño entonces.

Todos lloran de placer,

pero ¿qué mucho que lloren

lágrimas de gloria y pena,

si llora el Sol por dos soles?

El santo Niño los mira,

y para que se enamoren,

se ríe en medio del llanto,

y ellos le ofrecen sus dones.

Alma, ofrecedle los vuestros,

y porque el Niño los tome,

sabed que se envuelve bien

en telas de corazones.

3. De un poeta músico de Brasil

 

Vinicius de Moraes (1913-1980) https://lh3.googleusercontent.com/proxy/f_71Y1z2igC1-nDEJxe1k66J025ZGbrJFX1MFiNZ1KV9_D8Y90DinZrMNAlbVBgV_gmrHMVHGlGs9kXWUudqhvpFtteV91eEa67o82v2bdtYVRcSw5upIhWpfUaIeiTAgh8TM9ZFcks

Marcus Vinícius da Cruz de Melo Moraes (Río de Janeiro19 de octubre de 1913-Río de Janeiro, 9 de julio de 1980) fue una figura capital en la música popular brasileña contemporánea.

Como poeta escribió la letra de un gran número de canciones que se han convertido en clásicas. Como intérprete, participó en muchos discos. También fue diplomático de Brasil. La primera Bossa Nova fue "Loura ou Morena".

Nacido en el seno de una familia aficionada a la música, de Moraes comenzó a escribir poesía a una edad temprana. A los 14 años se hizo amigo de los hermanos Paulo y Haroldo Tapajós y compuso con este último Loura ou Morena, su primera canción. En 1929, comenzó a estudiar derecho en Río de Janeiro. A partir de 1932 escribió las letras de diez canciones que fueron grabadas por los hermanos Tapajós. Cuando finalizó sus estudios, publicó sus libros Caminho para a distância (1933) y Forma e exégese. Más tarde (1935) comenzó a trabajar como censor cinematográfico y escribió su tercer libro Ariana, a mulher (1936).

Para más conocimiento de este autor, ver:

https://es.wikipedia.org/wiki/Vin%C3%ADcius_de_Moraes

  

Poema de Navidad

Para eso fuimos hechos

Para recordar y ser recordados

Para llorar y hacer llorar

Para enterrar a nuestros muertos

Por eso tenemos brazos largos para los adioses

Manos para tomar lo que fue dado

Dedos para cavar la tierra.

Así será nuestra vida:

Una tarde siempre por olvidar

Una estrella apagándose en la sombra

–Un camino entre dos sepulcros–

Por eso necesitamos velar

Hablar bajo, pisar suave, ver

A la noche dormir en silencio.

No hay mucho que decir:

Una canción sobre una cuna

Un verso, tal vez, de amor

Una oración por quien se va

Pero que esa hora no olvide

Y por ella nuestros corazones

Se dejen, graves y simples.

Pues para eso fuimos hechos

Para confiar en el milagro

Para participar de la poesía

–Para ver el rostro de la muerte –

De repente nunca más esperaremos

Hoy la noche es joven; de la muerte, apenas

Nacemos, inmensamente.

4. Otro descreído de lengua portuguesa que habla de una Navidad  que no existe 

José Saramago recibiendo el Premio Nobel del Rey de Suecia https://e00-elmundo.uecdn.es/assets/multimedia/imagenes/2018/07/03/15306368426350.jpg

José de Sousa Saramago nació en Azinhaga, Santarém, Portugal, en 1922, y murió en Lanzarote, España, en 2010. Fue novelista, ensayista y dramaturgo, además de poeta. Obtuvo gran cantidad de reconocimientos, entre ellos el premio Nobel de Literatura, en 1998).

Ofrecemos un pequeño poema de "Poesía completa", edición bilingüe, con traducción de Ángel Campos Pámpano, Alfaguara, Buenos Aires, 2005. En el prólogo, Saramago evoca que en 1966 llamó "Los poemas posibles" a su primer libro de poemas, un título "prudente" que eligió "por no saber lo que me reservaba el futuro". Y también que la versión más antigua de ese libro contiene un "Poema a boca cerrada", expresión de "un compromiso y un anhelo que todavía hoy me asombra por la desmesura del desafío que se proponían". Esos versos son: "Que quien se calla cuanto me callé/ No se podrá morir sin decir todo". "Hoy sé lo que él -aquel poeta joven, NDR- no podía saber, que sólo cuando se tiene veinte años es posible creer que algún día se llegará a decir todo”. Recuerda después el surgimiento de otros conjuntos de poemas y considera a algunos de ellos anunciadores de su camino por la ficción.

Navidad

Ni aquí, ni ahora. Vana promesa

De otro calor y nuevo descubrimiento

Se deshace bajo la hora que anochece.

¿Brillan luces en el cielo? Siempre brillaron.

De esa vieja ilusión desengañémonos:

Es día de Navidad. No pasa nada.