“Num clima de festa, Salvador Sobral regressou a casa com o troféu da primeira vitória de Portugal no concurso de música europeu. Apesar da “peculiaridade” de ter cantado em português num festival dominado por canções em inglês, os vencedores acreditam que o mais importante foi a mensagem sentida.!”

 No hay que ser experto en la dulce lengua portuguesa para traducir lo que encabeza uno de los periódicos de Lisboa. A pesar de la tormenta en la Web el Festival Europeo de este año, tan tormentoso en otros aspectos, sobre todo en lo político en este lado del Atlántico en el gran país suramericano, el triunfo de una simple canción de amor, escrita por la hermana del cantautor “Salvador de sobra del festival y de la ternura” su récord a pesar de ser cantada con ese tono confidencial del fado o ese qué se yo del bossa nova cuando se canta en esa lengua que es como un español con melao, con cierto dejo a otro tiempo, cuando todo era más pausado, las cosas eran mecánicas y parecían eternas, nos ha llenado de esperanzas de que es posible que la ternura regrese de ese viaje a las antípodas donde estaba, a la cotidianeidad.

La santa ternura de los románticos verdaderos que lucharon y triunfaron expresando con la ayuda melodiosa de la música, los sentimientos reposados, lentos, suaves, maravillosos, del verdadero amor, de esa entrega callada y tranquila como la mar antes de la tormenta, se ha ido perdiendo.

La violencia ha ido llenando la vida de todos de una urgencia hacia la nada, desde la ostentación por la ostentación de cosas para llenar los ojos buscando la envidia o la admiración, que a veces es lo mismo, el asunto es joder a los demás, aunque sea un joder finísimo que nos hace sentir exiliados hasta que saboreamos la soledad de nuestros hogares las baladas, las canciones y los viejos boleros que hablaban de los amores.

Esta canción que fue coreada por medio mundo sin entender las letras, por la sola sensación de que ese tono, con esas melodías despojadas del germen de la violencia, dichas en otra lengua que no es sajona, que no es actualmente imperial, que venía de un país en el último rincón de Europa llegando desde Kiev en lo más hondo del oriente, por un tipo común y corriente, un tipo tú o yo, que se presentó solo en el escenario sin la parafernalia de piernas al aire o coro de grupos, sin una voz estridente, sino tan suave que nos hacía recordar a Gaetano Veloso, que obtuvo sin embargo la más alta puntuación en la historia;  no sé, pero a mí particularmente me pareció un mensaje hermoso, absolutamente necesario aquí y en todas partes para sentir, valga el pleonasmo: los sentimientos.

Es más, nos enteran que Salvador ni podía asistir a algunos ensayos por una grave enfermedad del corazón que padece, y sin embargo, cuando lo vemos en medio de aquel enorme espacio hecho para cabriolas y espectáculos, sencillamente siendo él, un hombre que habla del amor de dos, de la culminación de esa novela que nos cuentan en el Génesis de la primera pareja tímida vencida por la pasión, nos sentimos trasladados a otra época, a un mundo donde la ternura era el verdadero imperio de los amantes bien avenidos.

¿Hasta dónde puede llevar a los compositores y cantautores a cambiar de rumbo y regresar a los rincones plácidos donde los verdaderos amantes, los que en verdad sienten el amor, quisieran vivir y morir?

Por ahora es la canción más vendida o más buscada por millones de personas que quieren saber exactamente qué es lo que dicen las letras mágicas que sin conocerlas las conmovieron, no solo a ellas sino a tantas y diversas gentes.

Todo sobre Salvador interesa: Sus experiencias, su vida en Barcelona que en España con su lengua catalana, tan tierna como la lusa, guarda cierto parecido; su pasión por el jazz, supongo que por el blue desde luego, ya que los negros también conocemos la ternura y la sabemos cantar, bastando recodar a Louis Amstrong.

Aunque leo literatura portuguesa casi como en español, nunca entiendo claramente las palabras, pero me encantan. En unos de mis viajes a Brasil escuché a unas muchachas de Cabo Verde, unas negritas cimbreantes como cocoteros, repetir un verso mío que habían traducido en el escenario, y donde decía “Nunca te vi desnuda”, ellas repetían “nunca te vi nua” y esa desaparición de cuatro letras para decir la misma palabra, era como si, en efecto, quedara desnuda de verdad aquella mujer de mi poema.

Como millones de espectadores y los que a través de la TV o de la PC asomen al escenario de Ucrania a volver a escuchar a Salvador, pienso que en el fondo, nos estamos alegrando de haber sido testigos en un mundo despiadado y cruel, de tanta gente capaz de crímenes y arbitrariedades como si fuese una misión de los infiernos, haber encontrado de repente, con una complicidad mayor de la soñada, el esperado regreso de la ternura, por lo menos en el recinto sagrado de dos que se amaran.