En nuestro artículo de la semana pasa lo concluimos diciendo que, en 1955 Ramón Emilio Jiménez, connotado intelectual dominicano, arremete contra la bachata diciendo que era una forma burda de democracia, pecaminosa, que se desarrollaba en los suburbios sociales, que estimulaba las bajas pasiones y quebraba la tranquilidad nocturna de la barriada.
Igual que como sucedió con el merengue la bachata pasó por un proceso de formación y de crecimiento en tanto ritmo y danza, el cual explosiona y empieza a consolidarse en la sociedad.
La bachata, como el merengue, nace de las entrañas mismas del pueblo como la expresión de los sectores excluidos de la sociedad, camina entre ellos, en sus bares, en sus prostíbulos, en sus pueblos, en sus callejones y en todos los lugares donde el pueblo llano hace su vida cotidiana.
Sus temáticas son dirigidas al amor, al desamor, al dolor de la traición, a los recuerdos, al despecho, al abandono y a todos los elementos sociales que rodean la vida cotidiana de las grandes mayorías marginadas.
Desde sus inicios presentó una ausencia de textos literarios bien elaborados, sus historias eran narradas con el vocabulario popular y en muchas ocasiones el doble sentido ha sido el denominador común de los temas que se popularizaron.
Históricamente debido a sus orígenes populares, fue rechazada por los sectores dominantes de la República Dominicana, hasta que, a partir de la década de los años 80 del siglo XX, su fuerza y su presencia rompieron esas barreras sociales y fue asumida por la sociedad como uno de los ritmos representativos de la dominicanidad.
Este camino a la transformación definitiva de la bachata se iniciaría con Anthony Santos y luego Raulín Rodriguez. Se preguntarán ustedes ¿Y Luis Vargas? Desde mi óptica Luis Vargas se vio precisado a cambiar de línea después que sus pupilos Anthony Santos y Raulín Rodriguez le dieran otro matiz al género, pues la bachata que él hacía era de doble sentido y por consiguiente no se podían sonar con libertad en las emisoras.
Pero el despegue definitivo hacia el gusto de las élites se la impregna Juan Luis Guerra quien asume un estilo depurado de la bachata alejándola de ese sabor a amargue e imprimiendo un sello propio: el canto al amor. Con Bachata Rosa el género toma otra dimensión y se va mundializar de la mano de Romeo y Prince Royce.
Visto esto se puede concluir, en cuanto al merengue y la bachata, que una vez las élites asumen el género se libera del estigma y el pueblo lo mira de forma diferente. Son las élites que pasean la música por los grandes escenarios y su aceptación no solo libera de estigmas, sino que les hace portador de reconocimientos internacionales.
En la actualidad hemos creado un nuevo género que es el dembow, también surgido de las clases bajas, de la gente empobrecida de nuestros barrios y en estos momentos se encuentra expurgando el mismo proceso del merengue y la bachata en sus inicios: el estigma que imponen las élites.
La bachata y el merengue han ganado son solamente Grammy latinos, sino anglosajones en la voz de Juan Luis, se han paseado por otras grandes premiaciones y ambos géneros ya son recocidos por la Unesco como patrimonio inmaterial de la humanidad, por lo que, aparte de la pregunta que encabeza este artículo me surge otra pregunta ¿Podría llegar el dembow a ser patrimonio inmaterial de la humanidad?
Estas serán las dos preguntas que responderemos y analizaremos en la última entrega de esta serie de artículos la próxima semana, pues para el dembow estas dos cosas podrían ser mucho más difíciles de logar, pero diremos por qué.