A lo largo de nuestros días tenemos el privilegio de toparnos en la vida con personas que tienen un no sé qué extraordinario que los hace especiales, agradables y muy atractivos. ¿Que es ese algo encantador que algunos poseen y que lo muestran a veces sin decir ni una sola palabra? A esta particular forma de ser le es llamada Humildad.
El término deriva del latín humilitas que puede también significar humus o debajo de la tierra. Por la creencia antigua de que las emociones surgían en las masas de agua subterráneas. Y precisamente en las personas este sentimiento de humildad surge de sus corazones, y se traduce en servicio y amor hacia los demás.
Las personas humildes son auténticas, carecen de la capacidad de odiar, se preocupan por el bien común de los demás y sonríen con frecuencia. En la historia de la humanidad han existido verdaderos protagonistas que han demostrado su liderazgo con esta espacial virtud.
Existen miles de líderes a través de la historia que han demostrado su clase; Jesucristo, por ejemplo, además de ser un guía espiritual de la raza humana, dio verdaderas cátedras de lo que es tener clase. La verdadera clase no tiene que ver en lo absoluto con el dinero ni el estatus social, la indiscutible clase de un ser humano está precedida por la humildad.
La humildad abre puertas y conquista reinos, penetra paredes invulnerables, y más aun, abre corazones sin necesidad de tener el código o la llave de éste. Para ser humildes primero tenemos que conocernos a nosotros mismos, haciendo el ejercicio de aceptarnos con nuestras habilidades y nuestros defectos, sin vanagloriarnos por ellos. Es decir, conscientes de lo que somos siendo modestos.
El sentimiento de saber que todos somos hermanos nos ayudará inmensamente a adquirir esta virtud, que se puede cosechar. Algunos simplemente nacen con ella. La humildad es la más sublime de todas las virtudes, con ella podemos adquirir las demás. Una persona responsable, que humildemente es consciente de su ignorancia de múltiples temas, estará en condiciones de aprender más que los demás. Y sus opiniones siempre serán hechas con sensatez y respeto.
La humildad es un arte espontáneo y no se puede fingir. Ya que aquellos que predican serlo falsamente son percibidos al instante, por el choque que produce lo que ellos dicen y lo que sus acciones ejecutan, y esto mis amigos, denota una disparidad instantánea. Los auténticos humildes lo son de corazón y no de apariencia. En el mundo del humilde no existen poses, sino sinceridad, tienen siempre un bello el corazón de niño, por eso saben muy bien lo que es el amor y como darlo sin límites.
La humildad es prudencia, es bondad. El humilde es el único ser humano plenamente feliz y realizado en todos los ámbitos. Ser humilde es poseer un verdadero símbolo de fortaleza.
El humilde tiene el valor de reconocer cuando comete un error o se equivoca. Y con toda modestia ejecuta la bella acción de pedir perdón.
Hay un punto muy importante que destacar, y es que ser humilde no significa ser débil, al contrario; serlo significa un verdadero grado de evolución y madurez espiritual. El humilde es la persona con la que todos quieren estar; son personalidades agradables, alegres y sinceras. A veces no hablan mucho, y sin embargo su modestia es notoria y deseada.
El único camino para llegar al conocimiento pleno de la verdad es la humildad. Cuando somos ricos en humildad estamos más cerca de lo grande. El humilde no menosprecia ni humilla, no critica; cede el paso en todos los ámbitos, antepone sus interese a los de los demás y siempre está presto a servir y aportar. En el caso de las mujeres dotadas de humildad, son las que construyen los más bellos hogares y siempre son profesionalmente realizadas haciendo de su realización un éxito en común con sus parejas y sus familias.
Los hombres son esos mismos que todos reconocen como los agradables del grupo. Quienes hacen los días de sus esposas una la experiencia más plena y maravillosa de la vida.
Los humildes jamás presumen de su sabiduría o su grada académico, mucho menos de sus posesiones materiales. Alegrarnos de los éxitos de los demás como si fueran propios es una característica del humilde.
A veces el solo hecho de sonreír sin importar a quien, nos identifica como humildes. Aquellas personas que conservan esta especial cualidad con modestia son altamente respetados y apreciados.
La humildad proporciona armonía y equilibrio; necesarias cualidades para ser eficaces personal y profesionalmente. “El secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad” (Ernest Hemingway).