Mientras en el mundo, donde impera la democracia, los Estados se rigen de acuerdo a la concepción weberiana del Poder: La Racional-Legal, que es aquella donde predomina la legitimidad por el conjunto de normas y reglas legalmente promulgadas y aceptadas por el conjunto de la sociedad; La Autoridad Tradicional, del dominio del poder se vio reemplazada, que era aquella “donde el poder legitimidador estaba basado en las pautas culturales establecidas durante mucho tiempo”.

El Poder Carismático, la tercera categorización de Max Weber, era aquel que reemplazaba el Poder Tradicional, merced a las cualidades que percibían los colaboradores, seguidores y subordinados en las condiciones de un líder, al considerar que éste poseía cualidades especiales, extraordinarias, que hacÍa que inspirara devoción.

Desde esta perspectiva teórica de Max Weber, donde el poder es “la posibilidad de que un hombre o una serie de hombres realicen su voluntad en una acción de mando, incluso contra la resistencia de otros que participan en la acción”; la sociedad se encuentra en un letargo y al mismo tiempo en un vacío. Esto es lo que hace que vivamos patinando en el fango y caminemos lentamente en el ritmo de la historia.

¿Por qué el vacío y con ello el inmovilismo de los demás poderes? Porque al morir Peña Gómez, Juan Bosch y Joaquín Balaguer, que representaban los tres un liderazgo carismático cada uno de ellos con características muy diferenciadas, la sociedad política debió abocarse a un nuevo tipo de liderazgo más institucional. Ello así, porque a ojos vistas no se vislumbraba en el horizonte hombres y mujeres como ellos y porque además, la sociedad había cambiado; y, cada época produce un determinado número de hombres y mujeres.

La sociedad urgía de un liderazgo más acorde, que trascendiera la escena de las sociedades premodernas. Era como si tuviéramos que  dar dos saltos simultáneamente: El cambio de la sociedad premoderna y al mismo tiempo, el cambio  del paradigma del mundo moderno y de la era de las sociedades industriales. La sociedad de las redes, la sociedad de la economía del conocimiento, la sociedad de las TICs, configuraba el perfil de un liderazgo simétrico a la categorización de éste tipo de sociedad, independientemente de las cualidades del Ejecutivo al mando. Ese tipo de liderazgo debió descansar mayoritariamente en el Poder Institucional; en el conjunto de normas y reglas establecidas en la sociedad; en el Racional-Legal, de que nos hablara el celebre sociólogo alemán; con una asunción, una internalización, que expresara una nueva cultura política, a lo largo y ancho de todo el tejido social.

Los hombres que han dirigido el Poder Político, saben y sabían, que con la desaparición de los tres grandes líderes, la sociedad debió construir un nuevo pacto, donde el eje transversal y fundamental era todo el articulado institucional, que constituyera la base primordial de la cohesión social. Solo que, los presidentes que hemos tenido se creyeron que dirigir un Estado los convertía en estadistas, que dirigir el Poder Ejecutivo le endosaba el carisma per se para gobernar más allá de las reglas y de las normas. Es cierto que dirigir el Estado flamea una lozanía, una simbología, agrega un plus; empero, no otorga lo que no se tiene y lo que la sociedad por los cambios ha ido creando.

El presidencialismo en nuestra sociedad, es una prolongación sin sentido ni eco verdadero del liderazgo tradicional y la ostentación de un “carisma” que no ha existido desde el 1996 a la fecha. Los demás poderes (económico, religioso, eclesiástico, social-cultural); se acomodaron en diferentes dimensiones a un Poder Político que no cubre el sentido de la existencia real del cuerpo social dominicano.

A partir del 1996 la sociedad dominicana toda, debió de irrumpir y asumir a plenitud el IMPERIO DE LA LEY como único mecanismo de interacción social, donde la equidad, la justicia social el respeto a la diversidad, el respeto a las leyes, constituyeran el pilar de legitimidad del trajinar cotidiano de la vida en sociedad.

Al no existir la otrora sociedad premoderna y con ella el liderazgo tradicional, ni Carismático; era necesario y más que necesario, inexcusable, que el eje de dominación se cimentara en la Autoridad, derivada de una legitimidad cierta: El respeto a las INSTITUCIONES. Mientras más alto ocupa un puesto más reverente tiene que ser con las normas y reglas establecidas. En una sociedad medianamente con base institucional, nadie escapa al imperio de la Ley, nadie evade a la justicia. Verbigracia: Lo de Víctor Díaz Rua no fuera objeto de discusión, de si se archiva o se abre un proceso de investigación. Sencillamente se investiga y que los hechos, datos e informaciones recogidos hablen y dictaminen.

El Poder y la Política con su autarquía en nuestra sociedad, por sus acciones, lejos de igualar a los ciudadanos en los territorios, está creando distintas categorías de ciudadanos y con ello, generando un sedimento, una secuela, que obstruye la posibilidad de crear más Capital Social positivo y en consecuencia, una mejor cohesión social.

Ese Poder y la Política, por la ausencia de un liderazgo que responda a la dinámica de la complejidad que expresa la sociedad de la Red, que no es otro que, el respeto al Marco Regulatorio; está creando más desigualdad, más corrupción; porque la falta de la aplicación de las reglas y normas, confiere la configuración de un Estado “fragmentado”, en una lógica permanente de acumulación de capital en diferentes modalidades y ritmos.

Ese Poder y la Política permean todo el campo social, impidiendo una visión ética y una misión democrática en todas las instituciones; ejercitando en un continuo permanente, la presencia de políticas reaccionarias y de pocas políticas responsables. El sentido público en esa perspectiva no encuentra  espacio, sino favorece a los principales actores políticos. Niega los derechos conquistados. Por ejemplo: la Estrategia Nacional de Desarrollo, en su Art. 31, numeral 2, señala “Se decidirá sobre la conveniencia  de modificar el sistema de cesantía, paralelamente a la creación de un seguro de desempleo mediante el diálogo de los sectores estatal, laboral y empresarial y respetando los derechos adquiridos de los trabajadores…”.

Está ahí en la Ley 1-12: Estrategia Nacional de Desarrollo 2010-2030. El Poder Ejecutivo  se encuentra ausente, como si no formara parte de la negociación y los empresarios proponen algo  que no está contemplado en la Ley con  respecto a la cesantía.

Los que tienen Poder juegan frente a la debilidad de los sectores subalternos, más vulnerables y no son capaces de asumir un liderazgo referente, que cubra el vacío que se viene incubando en la sociedad dominicana desde hace tiempo. Ese vacío ha crecido por el miedo; que como dice Zygmunt Bauman, en su libro Miedo Líquido: “Miedo es el nombre que damos a nuestra incertidumbre: a nuestra ignorancia con respecto a la amenaza y a lo que hay que hacer – a lo que puede y no puede hacerse – para detenerla en seco o para combatirla, si pararla es algo que está ya más allá de nuestro alcance”.

Ese vacío genera el inmovilismo y el predominio del individualismo que como cultura hemos desarrollado. ¡Cuando se cierran las llaves y el caudal de agua es poderosa y las necesidades gigantescas, el eco de una nueva vida encuentra espacio! ¡Necesitamos una estructuración del Poder y la Política, que no es otra cosa que comportarse de forma regular y predecible, de acuerdo a las reglas y normas, donde estructura y acción están relacionadas!