En los últimos años, sobre todo en los países latinoamericanos, las religiones protestantes han ganado terreno en feligresía, patrimonio, en términos de bienes raíces, e influencia política y social. En toda la región del continente americano va ganando espacio el protestantismo, incluyendo el ya tradicional de Norteamérica.
No implica esa extensión de adeptos, desplazamiento alguno del catolicismo en sus distantes modalidades, que sigue en manos del catolicismo. Este catolicismo ha tenido desde la época colonial un poder indiscutible en el continente americano, sobre todo en la región dominada por España y Portugal.
Con el tiempo, este dominio exclusivo de esta religión europea, y colonial, fue repartiéndose con el protestantismo (también de rigen europeo) que, en la época colonial, enfrentados por intereses económicos, políticos y sobre todo religiosos, se combatían con furor en la región caribeña, sobre todo.
Las Devastaciones de Osorio, tuvo entre sus razones de 1605-1606, biblias luteranas argumentadas por las autoridades españolas, como traficadas ilegalmente en la costa norte de la isla de Santo Domingo.
Se debe de evitar el trasiego de funciones que les haga perder a las religiones, su naturaleza social o confundir sus roles en la sociedad
Siendo como fue la iglesia, parte del modelo de colonización e instrumento ideológico de dominio espiritual, su predominio era evidente hasta que llegaron al Caribe los ingleses, franceses, holandeses y alemanes, primer enclave fuera de las 13 colonias que había hecho presencia más anterior a este período, en la parte norte del continente.
Sudamérica ha sido por muchos años dominantemente católica y es ese el cuadro y mapa religioso dominante una vez logrado el movimiento independentista latinoamericano. Esta iglesia colonial, se suma con poder a los estados y grupos dominantes que la convierten en religión oficial de estado de la nueva Latinoamérica.
Entre tanto, el Caribe inglés, alemán y holandés, impusieron su religión imperial y el perfil religioso a los antiguos esclavizados de estas islas caribeñas bajo dominio de estas potencias, evidentemente protestantes.
Ese poder eclesial se hizo cómplice de muchas atrocidades e inequidades, además de complacer al poder económico y político en acciones desmedidas tomadas como parte del modelo de dominación impuesto en el continente por los nuevos grupos oligarcas, rindiéndose una parte de su jerarquía católica, a ese poder, como parte de esa componenda, y que sociología incluye como parte de los poderes facticos en Latinoamérica.
Con el tiempo llegó la modernidad y tal vez lo más increíble era ver cómo de los espacios sociales más remotos en la asunción de los nuevos vientos modernistas, quedó la iglesia en un pasado colonial, al menos con prejuicios, doctrinas e inserción social retrotraídas.
Ya a mitad del siglo XX, el protestantismo norteamericano inició una penetración de estos cultos religiosos hacia las poblaciones empobrecidas latinoamericanas y como parte de una estrategia clientelar, la ayuda social, se acompañó de un proceso doctrinal que comenzó a ganar simpatizantes junto a una lucha ideológica entre comunismo y capitalismo.
Ya a finales del siglo XX, y todo el siglo XXI, el protestantismo ha ganado espacio social, político, económico y de cuota de poder que antes no reivindicaba en su lucha abierta con el poder tradicional que ha tenido el catolicismo. Igualmente, el protestantismo nuestro posee unas características de tradición fundamentalista siendo de los postulados más atrasados del protestantismo del continente y eso impacta negativamente a las propuestas renovadoras que espera la sociedad.
Semejantes son las situaciones que encontramos con la postura de la jerarquía de la iglesia católica, por tanto, no tenemos como sociedad muchas esperanzas de una presencia religiosa que se comprometa con el avance social y el propio respeto de los derechos democráticos de los ciudadanos, en cuanto a libertad de credo y otros derechos civiles.
En los últimos procesos electorales es donde mayor nivel de secularización encontramos, sobre todo en las religiones y seguidores del protestantismo en el país en su lucha para recuperar un espacio de igualdad con la iglesia católica. El protestantismo condiciona el apoyo político a determinados partidos y candidatos, en función de sus intereses religiosos y eso implica un involucramiento directo en el mundo político, algo tenido como externo de los intereses sagrados.
Incluso se han producido amenazas y condicionamientos del voto de determinados candidatos, en función y a partir de sus posiciones ante temas difíciles como el aborto, el derecho de género y la opción sexual. Dentro de esa nueva vorágine por el poder, ciertos jefes de los grupos protestantes han tenido importantes cuotas de poder que los ha llevado a comprometer a su feligresía por cosas que solo les beneficia a los pastores.
Sin contar en este escrito, por su limitado espacio, que también los mandos altos de la iglesia católica han encontrado eco en la sociedad, con comentarios y acusaciones de todo tipo que se vierten sobre sus líderes y posiciones ambivalentes ante graves problemas que les modifica posturas a sus jerarcas a partir de prebendas y ofrecimientos logrados con el poder, y estas prácticas dejan huérfanos de protección y espiritualidad a sus seguidores ya que en algunos casos se ha cuestionado los valores éticos y morales que muchas de sus acciones han reflejado.
Estoy de acuerdo con que las religiones del país sean tratadas en igualdad de condiciones cuando hablamos de facilidades y posturas del estado, pero no creemos pertinente el protagonismo de las religiones, cualquiera que sea, ante lo político, ya que el nuestro es un estado laico y las religiones pertenecen a la vida privada, a la elección individual y la política pertenece, al espacio público.
No contraviene en nada que, como reza la constitución, la gente opte por la religión y creencia que crea más adecuada y convincente, pero se debe de evitar el trasiego de funciones que les haga perder a las religiones, su naturaleza social o confundir sus roles en la sociedad, la cual lucha por una consolidación democrática, institucional y de un estado de derecho pleno.