Un grupo importante de personas, predominantemente menores de 30 años, se reunió en la Plaza de la Bandera, desde el 16 hasta el 27 de febrero del 2020 y fue extendiéndose a muchas plazas y parques del centro de varias ciudades del país, y donde quiera que se encontraban dos dominicanos, buscaron una bandera, y se reunieron a protestar.  Desde Winnipeg hasta Australia.

Al momento de escribir este artículo ha concluido el escrutinio de las elecciones municipales pospuestas del 16 de febrero al 15 de marzo.  Y que tanto los jóvenes manifestantes como los dirigentes políticos fueron dictando algunas pautas para la importante tarea de realizar las mas recientes elecciones en un ambiente de recuperada confianza en la JCE y las demás autoridades.

Consumados los hechos siento que es importante pensar en ellos.  Los eventos acontecidos durante ese periodo han sido muchos, y han generado un gran material para el análisis y la investigación, sobre las dinámicas de poder entre las clases dirigentes y la ciudadanía.

Ante estos hechos muchas personas acostumbradas a pensar tradicionalmente se preguntan, ¿Quién organiza?, ¿Quién dirige?, ¿Quién representa? Al grupo enorme de dominicanos protestando en todo el país y en el mundo.   

Lo mismo aconteció con la Marcha Verde.  Mismas preguntas intentado investigar quién era esa persona natural o jurídica con semejante poder de convocatoria.

Así observamos que el poder compartido  y liderazgo colectivo en la práctica, no son ajenos al quehacer social y político de la República Dominicana.  En las organizaciones privadas se viene practicando en cierta medida, para temas de gobernanza y planificación.  No ocurre igual en lo público.

Estamos acostumbrados al liderazgo unipersonal, caracterizado por la identificación de una sola persona capaz de lograr la adopción de políticas publicas en la sociedad, de movilizar el animo y el accionar ciudadano en pos de una causa, es el liderazgo conocido también como mesiánico.  Se utilizan como ejemplo los extremos de liderazgo de personajes de la historia, a saber, Hitler, Churchill, De Gaulle, Stalin. 

En nuestra isla estamos tan acostumbrados al liderazgo unipersonal que ha causado sorpresa y no pocas “teorías de conspiración”, el hecho de que tanto la Marcha Verde como las protestas de las plazas de bandera post #16F no tengan siquiera un cabecilla, un “líder”. 

Pablo Mella, S.J. hizo un análisis generacional en el programa de Acento 26 de febrero 2020, de este fenómeno, indicando entre otras cosas, que, en las protestas de las plazas de bandera, organizadas por jóvenes, post #16F no hay jefes, ni nadie quiere que los haya.  Lo que ocurrió entre el 16 y el 27 de febrero fue un laboratorio muy evidente e interesante, tanto de poder compartido como de liderazgo colectivo , vivido por nuestros jóvenes.

Lo acontecido después del #16F me hizo recordar la materia de liderazgo en el Centro Hubert Humphrey para Asuntos Públicos, de la Universidad de Minnesota (https://www.hhh.umn.edu/ ) Minneapolis, E.U.A., que cursé hace años.  Y con dicho curso, la obra que nos sirvió de referencia para el curso , y a la cual acudì para escribir este artículo, Leadership for the Common Good: Tackling Public Problems in a Shared-Power World editado en 1992 .

La clase estaba a cargo de una pareja de profesores, coautores de la precitada obra y estudiosos del liderazgo, la gestión y el servicio público, los fabulosos profesores Barbara Crosby https://www.hhh.umn.edu/directory/barbara-crosby y Jhon Bryson https://www.hhh.umn.edu/directory/john-bryson , ambos mundialmente respetados por su trabajo sobre el liderazgo y las organizaciones.

Bryson y Crosby (1992, p.13) definen poder compartido, siguiendo como ellos mismos indican a otros autores, como las capacidades compartidas ejercidas en interacción entre actores para el logro de sus metas separados y comunes.  Los actores pueden ser individuos u organizaciones o instituciones. (…) Las metas son el deseo de lograr ganancias o evitar pérdidas.  Compartir el poder requiere una meta común y mutua, perseguida por dos o mas organizaciones, sea o no dicho objetivo explícitamente descrito, acordado, o claramente entendido.  Sin embargo, porque las situaciones de poder compartido son situaciones con “motivos mezclados”, la autoridad no se fusiona.  Los participantes se reservan el derecho de “salida”.

Las causas de un mundo de poder compartido han sido enunciadas por Bryson y Crosby en la obra antes citada, tecnología, interconectividad, políticas publicas y crecimiento de la población. 

Bryson y Crosby (1992, p.17), indican que “la interacción entre estas fuerzas producen varias consecuencias que conforman y caracterizan el liderazgo y el cambio en un mundo- de- poder compartido- donde- nadie- esta- a- cargo.”

Algunas de las consecuencias identificadas por Bryson y Crosby, que hoy día son muy pertinentes, a saber:

  • Complejidad, incertidumbre, turbulencia y riesgos incrementados;
  • Fragmentación, división, separación y la concomitante necesidad de integración;
  • Individuo vs Sociedad y Competencia vs Cooperación;
  • Disminución de la capacidad de gestionar y gobernar.

Todas son consecuencias sumamente importantes, sin embargo, destaco la “disminución de la capacidad de gestionar y gobernar”, a propósito de la recurrida frase de los jóvenes manifestantes de la Plaza de la Bandera, respecto a no sentirse representados por los actuales “dirigentes políticos”, y a sentirse desconfiados de las autoridades, encabezada por la JCE.