Pablo Iglesias y Albert Rivera son los líderes de sus respectivos partidos, Podemos y Ciudadanos. Son partidos emergentes cuyos dirigentes y cuadros son relativamente “nuevos” en política, ambos son jóvenes que no llegan a los 38 años de edad, licenciados en Derecho, y los dos concitan la atención de la ciudadanía y de los medios, por ser los que pretenden desbancar el bipartidismo del PP y el PSOE. Hasta aquí las coincidencias.

Las divergencias son muchas. Pablo Iglesias además de licenciado en Derecho es licenciado y doctor en Ciencias Políticas y Sociología. Ha sido profesor en la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense de Madrid, fue un militante político de las juventudes comunistas y dirigente de asociaciones de estudiantes universitarios, siempre con posiciones muy combativas. La familia de la que procede fue republicana y su padre estuvo en la cárcel por ser antifranquista. Practica deportes en sus horas libres. Está soltero.

Albert Rivera reconoce que aunque fugazmente fue miembro del Partido Popular y que nunca fue muy activo. Algunos críticos afirman incluso que siendo muy jovencito tenía simpatías por un partido de extrema derecha, Fuerza Nueva, pero esto no está confirmado. Ha trabajado en un banco del cual tiene excedencia. Fue un joven activo, practicaba habitualmente la natación y destacó en la misma siendo campeón de Cataluña y en la oratoria, ganando concursos, y participó en programas de televisión dedicado a este arte. Es divorciado y tiene una hija. Su padre es un pequeño empresario.

Pablo Iglesias, de Podemos

Pablo Iglesias tiene una imagen más de bohemio o alternativo que de político al uso. Tiene barba, una larga, muy larga, coleta, nunca usa americanas, y tampoco usa corbata habitualmente. Ha dirigido un programa de televisión en una emisora de baja audiencia y escasos recursos, pero su programa “LaTuerka”, tenía público y era un programa informativo y de análisis crítico de la realidad social y política. Sus posiciones fueron de apoyo a los gobiernos latinoamericanos denominados “bolivarianos” (en Venezuela, Bolivia, Ecuador y a los de Argentina y Brasil). Participó en los movimientos sociales de protesta y en el 15-M, los famosos indignados de Madrid, cuyos cuadros formaron la estructura de Podemos.

Albert Rivera ya tiene unos ocho años en política. Se lanzó al escenario político en Barcelona oponiéndose a los partidos nacionalistas CiU y ERC, pero también estuvo contra el llamado “Tripartito”, es decir, la alianza entre el Partido Socialista de Cataluña (PSC), Ezquerra Republicana (ERC), e Izquierda Unida-Los verdes (IUV), que gobernó Cataluña. Su partido surgió de la iniciativa de un grupo de intelectuales, artistas y periodistas catalanes, muy descontentos con los nacionalistas, pero que no querían ejercer la política activa. Rivera fue el escogido como su representante. Su lanzamiento electoral fue impactante: posó en un cartel desnudo tapándose sus partes con la sigla del partido C´s (Ciutadans). Sus inicios políticos fueron, pues, regionalistas. Ha sido diputado en el parlamento catalán. Aunque su partido ahora es un partido nacional.

Pablo Iglesias al formar Podemos se lanzó como candidato a europarlamentario y tuvo un éxito inesperado más de 1.200.000 votos y cinco eurodiputados. Como su mensaje era contra el bipartidismo y dada la situación de recortes en sanidad, en educación, en políticas sociales, y congelamiento real de los salarios y las pensiones, el descontento podía ser un caldo de cultivo para un voto masivo contra los partidos tradicionales del sistema que se habían alternado en el poder: el PSOE y el PP.

Saltaron todas las alarmas. Hasta el presidente del segundo banco en importancia de España -cosa inusual- critico a Podemos y lo considero un peligro para la economía, es decir, para sus negocios. Las finanzas, al menos, declaraban explícitamente la guerra al partido de Pablo Iglesias.

Albert Rivera, de Ciudadanos

Albert Rivera tiene el verbo fácil. Es un tipo alto, fornido, de rostro agradable, transmite seguridad en sí mismo, y no provoca antipatías. Viste de manera tradicional, aunque ahora normalmente no usa corbata – es una concesión que han hecho los políticos a la imagen renovada y juvenil de Podemos. Responde siempre con soluciones de sentido común y con latiguillos como “haremos lo que se hace en Europa, en Dinamarca, en Alemania”, son sus frases clichés. Su discurso se encuentra conforme con lo establecido y busca siempre un cierto equilibrio entre las soluciones de izquierda y las que se pueden considerar de una derecha casposa, que traen rechazo en gran parte de los ciudadanos. Ha afirmado que España debe ir a la guerra contra ISIS en Siria. Lo que le ha conllevado críticas desde todo el arco político.

Aunque se auto proclama de centro, y según el público a quien hable y las circunstancias, de “centro-izquierda”, su argumentario no es nada regeneracionista, salvo en que dicen que serán implacables con la corrupción. Centristas o no, lo cierto es que ante los políticos del PP, ciertamente su imagen está en el centro del espectro político. Aunque cada vez que suben en las encuestas se les ve asomar más que una mano izquierda un mano derecha cada vez más hinchada, quizás por los millones de apretones de mano que da Rivera en su camino hacia La Moncloa.

Pablo iglesias y Podemos también se lanzaron a la busca de ese elector de centro que según los “spin doctor” de la comunicación y del marketing son los que permiten ganar una elección. Proclamaron su transversalidad, han dicho que lo importante no es discutir si se es de izquierda o de derecha, sino luchar con las mayorías contra esa minoría superrica y los políticos corruptos, que les sirven y que luego son recompensados en las empresas privadas con puestos con mucha retribución y poco trabajo.

Pero la “casta” –como les bautizaron los de Podemos- respondió con toda sus armas por aire, mar y tierra. Los diarios comenzaron a tratar de hundirlos ya que eran “totalitarios”, “populistas”, los “amigos” de Venezuela, etc. Periodistas y algunos intelectuales consagrados sea por venalidad o por “convicción ideológica”, dedicaban sus tertulias y escritos a combatirlos sin tregua. Una paja en un ojo de los dirigentes de Podemos era para ellos una viga de estructura de hormigón para un puente. Y la banca, a través de un banquero radicado en Cataluña, y de manera sutil, dejaba caer aquello de: “Tenemos que crear un Podemos de derechas”.

Las encuestas que en el primer trimestre de 2015 daban a Podemos una intención de voto que lo colocaban en primer o segundo lugar, posteriormente fueron mostrando una bajada en esa preferencia de voto, mientras subía Ciudadanos, y PP y PSOE recuperaban el primer y segundo puesto respectivamente. En la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), Podemos, está en un modesto cuarto lugar, Ciudadanos en el tercero, el PSOE en segundo, el PP en primer lugar e Izquierda Unida en un quinto puesto. Pero la diferencia entre el primero y el tercero es pequeña relativamente, todo indica que si los votantes depositan sus votos en el mismo sentido de las encuesta del CIS, el próximo gobierno tendría que ser de coalición.

Pero puede suceder que haya sorpresas y fallen las encuestas en las elecciones parlamentarias nacionales del 20 de diciembre de este año. ¿Quién lo sabe? Ocurrió en el Reino Unido. También en Argentina. El miedo a los islamistas y al independentismo catalán puede arrastrar votos hacia el PP, por aquello del miedo a lo desconocido. Y hay mucho dinero y asesores de todo tipo trabajando en campañas negras o azules para azuzarlo.

También la gente común, los ciudadanos de a pie, quizás no se presten al juego de siempre, a la estrategia del miedo fomentado desde el poder e interiorizado, y consideren que para caminar hacia adelante no se pueden dar constantes pasos hacia atrás, y decidan que se necesita nuevo personal político en La Moncloa y en el Parlamento.

Si esto ocurre y el elector “racional” se mueve también por su corazón y sus intereses profundos, y no por sus miedos, podríamos tener o bien a Pedro Sánchez (43 años) Albert Rivera (36 años) o Pablo Iglesias (37 años), presidiendo el gobierno de España, en coalición a dos o a tres bandas, esto, claro está, si la racionalidad y la búsqueda del bien común, que se le pide al elector, se lo aplicaran a sí mismos, los nuevos políticos.

En ese caso, la vieja derecha del PP pasaría a lamer sus heridas en la oposición, al menos por cuatro años, en vez de lanzarnos por el camino de la servidumbre neoliberal y los recortes en los servicios básicos a que aspiran, si vuelven a gobernar pro domo sua.

Torrelodones, 20 de noviembre de 2015