Poco a poco vamos caminando y desarrollando la conciencia individual y colectiva acerca de la necesidad de no callar abusos, acosos y violencias sexuales en espacios, que por alguna razón, las personas y las familias visitan periódicamente.

Cada vez las demandas con que llegan las personas a la consulta se van diversificando y ampliando. No sólo es la solicitud personal de ser acompañada para afrontar una situación difícil y crecer. Cada vez con más frecuencia recibimos solicitudes de centros educativos, clubes, iglesias y  organizaciones porque ocurrió una situación de violencia contra una niña, adolescente o mujer adulta y quieren ser acompañados para hacer un manejo adecuado de la situación.

Aquellos eventos que antes se ocultaban para no crear ruidos o simplemente pasaban desapercibidos, hoy nos solicitan hacer una evaluación que podría servir de base para tomar decisiones o una intervención para prevenir y evitar que se repitan hechos similares.

Recuerdo el caso de un centro educativo que luego del descubrimiento del abuso sexual de un profesor en contra de algunas estudiantes, organizó talleres de prevención de abuso sexual para toda la población estudiantil y docente de la comunidad educativa. Todavía cuesta mucho a los centros educativos hacer directamente la denuncia por miedo al escándalo.

Se limitan a cancelar a los docentes o solicitarles que renuncien, para salir del problema. En el caso referido, el centro educativo tampoco lo hizo, pero una de las jóvenes decidió poner la denuncia y la directora ha estado asistiendo como testigo a las audiencias del conocimiento del caso.

De igual modo, hemos recibido solicitudes de iglesias para sensibilizar, prevenir y hablar claramente del tema del abuso sexual como un delito que trae consecuencias legales para los perpetradores.

Clubes que someten a un socio al comité de disciplina por esta razón y nos piden colaboración para manejar el caso.

Es muy importante que las personas que dirigen instituciones y organizaciones adquieran conciencia de la responsabilidad que tienen de garantizar espacios seguros para los niños, niñas, adolescentes y mujeres. La conciencia de que el poder es para ser utilizado de manera positiva y que la seguridad va más allá de tener personal de vigilancia y verjas inviolables.

La seguridad en una colectividad incluye tener las puertas abiertas para que cuando cualquier miembro de la comunidad o familia se acerque a plantear una agresión sexual, estén prestos a recibirlas sin miedo y dispuestos a investigar para dar la sanción que detenga el abuso. Manejado de esta forma llevan el mensaje claro de que en esa comunidad todas las personas, incluidas las que viven en condición de mayor vulnerabilidad, están seguras y respaldadas.

Como siempre digo, la responsabilidad de participar en la construcción de la equidad y la paz en nuestro país y el mundo inicia desde nuestro contexto más cercano sin importar la posición, el poder o el rango. Sumando el pequeño aporte de cada quien hacemos la diferencia para nosotros mismos y todos los demás.

A pesar de lo difícil de este trabajo que hago, cada cierto tiempo recibo estas buenas noticias que me animan en la esperanza y me permiten continuar en alegría.

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