La principal causa del permanente fracaso de nuestras grandes iniciativas políticas y sociales que ha dado por resultado la corrupción, la violencia y otros males que nos agobian, se encuentra en los débiles sentimientos y la pobreza espiritual que ha primado en las altas instancias de nuestras entidades políticas, las cuales penosamente han encaminados sus acciones en su llamado de servir a la patria y a sus semejantes enclavadas y atrincheradas en un enraizado egoísmo que nos ha arrojado hacia la infecundidad.
Es por ello que nuestros partidos políticos están muy enfermos, y continuarán en ese estado calamitoso si no se procede a la motorización de fórmulas que contribuyan al crecimiento espiritual de sus componentes, para lograr el fortalecimiento moral y el desarrollo institucional que requieren y así propulsar sobre la base de principios dignos y puros la transformación y renovación que urge la sociedad dominicana.
Al proponernos penetrar en una etapa en la cual una nueva generación le corresponderá la tarea de conducir el rumbo de nuestra nación y sus instituciones necesariamente soportada por valores que nos dignifiquen y reivindiquen, no sólo hay que renovar los cuadros políticos, sino también lograr que nuestras entidades políticas rompan con su lastimoso y oscuro pasado usando como muro de contención la práctica de los principios y enseñanzas de nuestro Mesías y Redentor: Jesucristo, a fin de justificar porque existimos como nación y la razón de sus principios esenciales que son: Dios, Patria y Libertad.
La crisis moral y la violencia social en que nos encontramos, requiere que la oración y reflexión profunda al Todopoderoso llegue a nuestros partidos políticos, para lograr dentro de ellos un radical cambio de mentalidad
Si en verdad deseamos construir una nueva sociedad bajo el fundamento de los valores morales y el verdadero amor por la patria, frente a la manifiesta debilidad y pobreza humana que ha arropado a nuestra dirigencia desde la fundación de la República, los partidos políticos deben aceptar todo por igual sus niveles de culpabilidad en la engendración de nuestras grandes desgracias y penurias sin estar buscando en el presente o en el pasado presuntos responsables.
Es por esto que nuestras organizaciones políticas deben proponerse ser dignos ejemplos sociales teniendo como únicas coordenadas la dignidad e integridad moral que nos pide DIOS y la patria para alcanzar la verdadera liberación y felicidad del hombre y la mujer, ya que de seguir por el rumbo equivocado continuarán siendo los principales promotores de la profundización de la pobreza, la violencia y la delincuencia que afecta a todos nuestros estratos sociales.
La crisis moral y la violencia social en que nos encontramos, requiere que la oración y reflexión profunda al Todopoderoso llegue a nuestros partidos políticos, para lograr dentro de ellos un radical cambio de mentalidad que conduzca hacía su saneamiento y despertar.
Erradiquemos pues, la pobreza que engendra la ausencia de amor y misericordia por el prójimo, para que nuestros partidos políticos y su alta dirigencia salgan de la peligrosa enfermedad que les destruye, orando a Dios, para que con su ayuda podamos caminar con seguridad y fortaleza hacía la paz, el desarrollo y la felicidad que todos anhelamos.