Enfrentamos un nuevo año, muchos con regocijo con miras al futuro con una lista de retos y de oportunidades que queremos enfrentar y superar en este nuevo período del calendario.

Algunos viven en una pompa, clase alta, clase media, celebrando la navidad, compartiendo con familiares y amigos, intercambiando regalos para la llegada de ¨Santa¨ para los más modernos o del ¨Niño Jesús¨ para los tradicionales. Se abarrotaron las tiendas, sea de ropa, licores, comida y sobre todo de juguetes.

Fabián, de 6 años, el más pequeño de cinco hermanos, no tiene claro que para Navidad se espera la llegada de Santa o del niñito Jesús o que en Enero vienen ¨Los Reyes¨. Vive en una comunidad remota de La Cuaba, digo remota porque aunque está a unos pocos kilómetros de Santo Domingo, para acceder a su casa hay que atravesar callejuelas y callejones, bajar caminos rurales hasta encontrar la humilde casa donde vive con su abuela y el resto de sus hermanos. Casita vulnerable, de madera vieja remachada con grietas por donde entra la luz, el agua, los insectos, el olor húmedo a campo. Casita llena de paz, algunas miradas tristes y algunas sonrisas totalmente inocentes. No hay donde sentarse, mas que sillas de hojalata y cajones, dos viejos colchones que comparten todos y un anafe con pocos utensilios de cocina.

En casa de Fabián, no ha habido árbol de navidad, ni adornos alusivos a la época, el no espera regalos, si ha tenido algún juguete ha sido por donación o regalos que ocasionalmente le han hecho a su madre en las casas de familia donde se va a trabajar limpieza, pocos, usados. De hecho, su madre no ha podido venir en Navidad, su padre de él no se sabe. Fabián juega correteando gallinas, con piedras y palos, va al río con sus hermanos, sube y baja de árboles y así su infancia ante su inocencia aparenta ser feliz. Fabián come una o si acaso dos veces al día, arroz con ¨coditos¨, un plátano con huevo, o lo que aparezca dice su abuela. Una señora entrada en años, pero con esa contextura y piel fuerte típica mulata.

Fabián no está consciente de que a su edad, en otras casas, en otros lugares, los niños y niñas han pasado esta época muy felices, han recibido regalos según la lista que han hecho y dejado en el árbol de navidad, han sido consentidos por sus padres, madres, abuelos, padrinos y demás familiares.

Fabián no ha visto a Santa, no ha disfrutado de las luces de Navidad, de los dulces de la época, no sabe que a Los Reyes se les pone agua y hierba para los camellos, que debes despertarte ilusionado a encontrar los juguetes con los que vas a disfrutar esta etapa, la infancia, esa que se va tan rápido, esa que nos marca como seres humanos. Esa que debe ser tan fácil, tan bonita, tan llena de amor, de cuidados, de tener cubiertas todas las necesidades básicas, los derechos que tienen los niños de salud, educación, protección y entre ellos el derecho al juego, a la recreación. Extrapolemos este caso a tantas comunidades vulnerables, a tantos hogares dominicanos donde no existe la esperanza, donde se vive en la pobreza. Pasó Navidad, pasaron Los Reyes, Fabián no tiene juguetes. Nuestra triste y cercana realidad, dejemos de vivir en una burbuja.