El trabajo que hago como terapeuta se trata un poco de escuchar historias dolorosas de gente buena, que las padece de parte de gente buena también y  que además se aman. A veces es un dolor incomprensible justamente porque viene de parte de la gente más amada, que es la familia. Padres y madres que, sin querer, provocan heridas, dolores y daños a quienes les han dado la vida y que a su vez han sufrido daños de quienes les dieron la vida a ellos y ellas. Si seguimos hacia atrás el camino es interminable hasta los antepasados que movidos por razones justificadas para ellos y para su época, sin querer, también han provocado daños a las generaciones que les siguieron.

Si nos quedáramos en el dolor, como se queda mucha gente, la vida no tendría gracia ni alegría, pero claro que llegar a mirar el dolor desde otra perspectiva toma tiempo y suele requerir acompañamiento, no solo terapéutico, sino de sistemas de apoyos accesibles y sostenedores en momento de fragilidad, rabia o angustia.

Las historias son innumerables y cada persona que lea este articulo tiene la suya propia, pues lamentablemente la falta de educación y pobres recursos ofrecidos a los padres y madres para la crianza  provoca que cada quien haga  lo mejor que puede, de acuerdo a lo precario que lleva en su mochila. Es decir, la tarea de crianza suele abordarse desde la carencia y no desde la abundancia, desde lo que falta, pues generalmente en nuestro contexto, nunca sobran educación y recursos.

Organizar las experiencias, ponerle nombre al dolor, descifrar los códigos familiares, volviendo  a repasar las circunstancias y sus protagonistas, es parte del trabajo. Ir allá en el recuerdo para vivenciarlo con todos sus colores, sabores y olores, da una nueva mirada como adultos. Pero además, papá y mamá ya no son los poderosos que eran antes. Ahora se tiene la posibilidad de  verlos desde su realidad, su vulnerabilidad, sin idealizarlos y comprendiendo que hicieron lo mejor que pudieron con los escasos recursos que les dio la vida.

Pero esto que hoy he llamado "el plomo convertido en oro" implica un paso más. Será necesario ver " la tragedia" como bendición pues ha sido el único camino para ser hoy la persona que se es. El dolor suele construir, fortalecer, sacar fuerzas y recursos de resiliencia, de manera que en ese hermoso movimiento de la vida se termina siendo la mejor versión del ser humano que somos y tendríamos que agradecer a la historia que hemos vivido ya que por ella, hoy somos quienes somos. Se trata de convertir el dolor en la materia prima que nos ha forjado hasta el momento presente con la posibilidad de un mejor futuro, que depende solo de la persona adulta de hoy.

"Gracias mamá por tus silencios, a través de ellos aprendí la necesidad de hablar y ser escuchada, ahora en mi mejor versión, no me quedo callada y reconozco mi derecho y el de los demás a decir lo que se  siente"

"Gracias papá por tus ausencias, pues me enseñaron el valor de estar presente, me sano de ellas y decido no perderme los momentos importantes de la gente que amo"

De esto se trata, estas son palabras de mujeres y hombres que han decidido perdonar, valorar y agradecer lo recibido para convertirlo de manera responsable en su mejor forma de vida.