La batalla del Congreso Nacional, en la que el triunfante presidente del Partido de la Liberación Dominicana, Leonel Fernández, intentó humillar al poderoso presidente de la República, Danilo Medina, ha terminado.
No obstante, para determinar el ganador de la guerra, faltan dos grandes batallas: las primarias y las elecciones generales. La primera, que presagia la división del partido, ya empezó. En ella el presidente Medina utilizará el aplastante poder del Estado, a favor de uno de sus servidores, para derribar a Leonel Fernández y sacarlo de la carrera por la presidencia.
Sin embargo, de lograr el presidente del PLD sobrevivir a los ataques despiadados que recibirá desde el Palacio Nacional en las primarias abiertas de su partido, tendrá que librar la madre de todas las batallas: las elecciones presidenciales, en las que le será casi imposible salvarse de las peligrosas emboscadas electorales del presidente Medina.
Previendo los actuales acontecimientos, el presidente Medina dispuso la aprobación de la Ley 33-18 de Partidos, agrupaciones y Movimientos Políticos, contemplando en la misma limitaciones al uso de los recursos del Estado, tales como la prohibición de las inauguraciones cuarenta y cinco días antes de las elecciones. Es decir, en caso de que Leonel Fernández logre convertirse en candidato presidencial del PLD, por lo menos en el nivel presidencial, la campaña será equitativa y transparente, ya que es poco probable que Danilo Medina utilice los recursos del Estado para apoyar a su principal enemigo político.
En esta guerra de venganza y control, el presidente Medina, herido profundamente, al comunicarle tardíamente a la nación su razonable decisión de no optar por un tercer mandato consecutivo, expresó lo siguiente: “Debo decir que, desde que iniciamos nuestro segundo periodo de gobierno y, a pesar de que nunca hablé de este tema, ni mostré ninguna intención de volver a ser candidato a la presidencia, se pusieron en marcha diferentes campañas de desinformación y descrédito en torno a la posibilidad de que optara a un periodo más de gobierno”.
Como si esto fuera poco, el presidente agregó: “Estas campañas tenían como único objetivo minar el amplio apoyo popular con que cuenta nuestra gestión y evitar cualquier competencia para el proyecto político que intentaba de imponer un sector minoritario del PLD… Aún con todos esos anuncios y acciones, la agresividad verbal, lejos de aminorar, se incrementó de una manera despiadada, irrespetuosa y desconsiderada”.
No existe la menor duda de que estas amargas quejas no fueron dirigidas a los líderes de los partidos de oposición que, igual que el presidente del PLD, marcharon y cuestionaron de manera constante su supuesta intención de reformar la Constitución Política a fin de repostularse para un tercer mandato presidencial consecutivo, pero si la certeza de que se trató de una seria amenaza contra Leonel Fernández.
De los principales líderes, tan solo el expresidente de la República, Hipólito Mejía, asumió un liderazgo responsable y se resistió a marchar hacia el Congreso Nacional, convencido de que el presidente Medina no cometería el grave error de reformar la Constitución para los referidos fines reeleccionistas.
Al final de la batalla congresual queda el hecho positivo de que es poco probable que un presidente intente en el futuro reformar la Constitución para buscar un tercer período presidencial consecutivo.