—¡Oh!, qué bueno que te encuentro después de tantos años sin vernos–, exclamó Misael al toparnos de frente en una plaza comercial capitalina. Sin perder tiempo, Misael me invitó un café que terminó siendo cerveza y conversamos largo rato. En la tertulia él me explicó como se ha concentrado en reflexionar sobre su paso por el PLD en sus orígenes, tratando de agregar valor a su experiencia partidaria de la que dice no arrepentirse.
—Miguel, desde aquellos tiempos esta gente comenzó a minar la democracia partidaria–, aseguró Misael.
En efecto, Misael Ángelio era el secretario general de un comité de base del Partido de la Liberación Dominicana. En el organismo de base, los debates precedían cualquier decisión a tomar. Se producían discusiones ejemplares dignas de la mejor de las democracias. Al mismo tiempo, era incomprensible que esta práctica le pareciera incorrecta a los enlaces o activistas de la dirección nacional del partido.
Con frecuencia, el compañero Misael era abordado por los activistas de turno para supuestamente orientarlo. — Mire camarada, usted tiene que hacer valer su liderazgo. En el comité de base todos saben quién es el líder del organismo, quien el que manda a la hora de decidir –, decían.
Referirse a Misael llamándolo camarada, era un formalismo para que este pensara que ellos eran realmente de izquierda. Suponía que a Misael le gustaba más ser llamado camarada en vez de compañero.
Eran recurrentes las tertulias acompañadas de tragos. Sobre todo, por aquello de que luego de varios tragos la verdad sale, a la gente se le va la lengua con los efectos del alcohol. Insistía con argumentos excluyentes.
— …en estos organismos hay que ver como se integra gente con mayor formación para elevar el nivel político — comentaban.
Era una manera de inducir la autocensura, querían anular cualquier intento de protesta contra los nombramientos sin tomar en cuenta los miembros del organismo dirigido por Misael.
Hacer preguntas sobre diversas situaciones políticas y económicas del país era habitual. Se agregaban interrogantes veladas, para indagar sobre decisiones ya tomada por el partido. Así pretendía calibrar la forma de pensar del Comité Intermedio y el Comité de Base.
Eran tiempos en que todavía nadie sabía quién tenía la guitarra o el violín. La tambora y la güira, era evidente que nadie la quería.
Aunque Misael sospechaba, el peso del liderazgo encarnado en Juan Bosch obnubilaba la visión política de él. — Que estos compañeros estuvieran obrando contrario a los lineamientos trazados por el compañero presidente y líder del PLD de entonces, a mí me parecía imposible –, cuenta Misael.
Los tiempos avanzaron a la velocidad del rayo, como agua que cae por un despeñadero, esto hacía cada vez más evidente los cambios al interior del partido. La humedad y el roce de la caída del agua, acompañada de las emisiones candentes del sol tropical se llevó el color purpura y solo dejo un —azul patriotero–.
Al final, creen ellos que ganaron la batalla. Construyeron un nuevo PLD a —imagen y semejanza— de ellos. Un partido, donde según esa generación corrupta, la democracia es imposible si se quiere hacer bien las cosas en el gobierno.
A su pesar, la guerra continúa con implacable evolución, sin dejar espacio a la improvisación. La tendencia es irremediable, los que ganaron terminaran auto derrotándose. Es impostergable que el PLD de —azul patriotero— se derribará a sí mismo.
Así como repetía José Francisco Peña Gómez —solo el PRD vence al PRD–, al final así fue y así será con el PLD de hoy. Mismo que derrotó al PLD de Juan Bosch y ahora enfila cañones sobre sí mismo porque el ejercicio del Poder es dialectico.
— El PLD fue un ejemplo roto de democracia interna, solidaridad y respeto a los demás compañeros –, concluyo Misael.