A pesar de los sorprendentes avances tecnológicos y científicos de este siglo XXI, seguimos asumiendo algunos problemas desde perspectivas rudimentarias. La democracia no puede seguir mendigando más institucionalidad, menos corrupción y más protección de los derechos fundamentales. Es innegable que es necesario, pero no suficiente para el desarrollo del país, un gobierno cada vez más democrático y libre mercado, con regulaciones eficientes.

Pero, más necesario aún es una visión planificada –planificocracia- e integrada con toda la sociedad de la nación que somos y la que queremos ser, viendo mas allá de los paradigmas que han permitido nuestro sostenido crecimiento y nivel de desarrollo.

Debemos convenir los valores compartidos con otras naciones, como la lucha por la paz, un sistema de intercambio comercial justo, el crecimiento de la calidad de vida humana, la erradicación de enfermedades terminales, la reducción de la mortalidad, la preservación y el buen uso de los recursos naturales, la estructuración de normas, procedimientos y mejores prácticas para el manejo íntegro y eficiente de los recursos públicos y una visión normativa e institucional que esté acompañada de soluciones sostenibles a nuestros problemas comunes.     

Afortunadamente hemos identificado fuerzas que nos han llevado a trazar planes en común y a trabajar de manera colectiva para el beneficio de todos. Es innegable el éxito que han tenido en muchas áreas la democracia y el libre mercado; pero hemos dotado de demasiadas hormonas a nuestro sistema actual, tanto con el derecho al voto como con el libre desarrollo de la persona, dotando en los hechos a la gente de derechos económicos, sociales y culturales y garantizando el paradigma propio de una era de información sin precedentes.

Las expectativas de un ciudadano de hoy no se han cumplido, más bien su percepción de los líderes que dirigen su destino plantea un vicio de confianza para poder materializar las promesas de esta época en la que vivimos. Sin un plan nacional en ejecución eficaz, que permita tocar las notas musicales que generen armonía en cada sector de nuestra sociedad, el ruido de la pobreza, desigualdad, corrupción, falta de oportunidades y la escasez de recursos seguirá afectando los oídos de quienes nos preocupamos por un mejor país.