A pesar del crecimiento económico registrado en la República Dominicana desde finales de la década de los sesenta hasta el día de hoy, superando otras economías latinoamericanas, nuestro país continúa generando desde entonces grandes evidencias de desigualdad las cuales se expresan en el desequilibrio entre sus distintos territorios a nivel nacional. Este fenómeno se ha replicado por toda América Latina, considerado como el continente más desigual a nivel mundial, en donde se encuentran diez de las quince naciones más desiguales de todo el mundo.

En nuestro país estos desequilibrios han sido asociados a los modelos de desarrollo. El año pasado, en un informe presentado al gobierno dominicano, el economista francés Jacques Attali indicó que se notan disparidades considerables entre las provincias, resultado de los procesos históricos de desarrollo, y de una enorme concentración del poder. En otro informe anterior a este, la Oficina Nacional de Planificación (ONAPLAN) señaló que los contrastes que se presentan entre los distintos territorios han sido asociados a los modelos de desarrollo implementado en la Republica Dominicana, el cual ha privilegiado la inversión en los principales centros metropolitanos.

Es decir que los modelos de desarrollo, como resultado de los esquemas históricos de planificación, han incidido en que algunos territorios reciban menos que otros, concentrando una gran cantidad de recursos en los centros urbanos más importantes del país y repercutiendo en la escases de oportunidades para los habitantes de una gran cantidad de territorios a nivel nacional.

Estos desequilibrios se evidencian en los índices de población localizados en el territorio, como consecuencias de esta concentración de recursos y oportunidades; los datos preliminares del último Censo de Población y Vivienda señalan que el 51.1% de la población a nivel nacional (4,794,163 Habs.), reside en el 11.3% del territorio dominicano (Distrito Nacional y las provincias de Santo Domingo, Santiago de los Caballeros y San Cristóbal).

Otra de las evidencias que comprueba la existencia de los desequilibrios entre las distintas regiones del país, se encuentra al comparar las densidades poblacionales entre las provincias; mientras el Distrito Nacional (perteneciente a la Región Ozama o Metropolitana) posee una densidad de  10,266.34 Habs./Km², la provincia de Pedernales (perteneciente a la Región Enriquillo) tiene una densidad de 14.42 Habs./Km².

Los datos expuestos muestran la realidad en la que se encuentra sumergida la nación dominicana, la cual ha convertido los principales centros urbanos en polos de atracción; receptores de aquellos que no tienen las posibilidades de subsistir en sus territorios de origen. Es así como los habitantes de una serie de comunidades se desplazan atraídos por el espejismo de lo urbano y se localizan en las ciudades en forma de ghettos, favelas o tugurios, marginados del acceso a los servicios básicos e imbuidos en una situación de precariedad evidente.

Los desequilibrios territoriales a nivel regional inciden en el proceso de urbanización, generando una serie de problemas sociales a lo interno de las ciudades que repercuten en las garantías sociales de sus habitantes.

La realidad que hoy nos abruma es fruto de la implementación histórica de instrumentos de planificación que no han tomado en cuenta la dimensión territorial; cualquier estrategia, política, plan o proyección del desarrollo sin la consideración de las capacidades del territorio sería un simple ejercicio intelectual. Al incorporar el territorio dentro de las herramientas para la planificación del desarrollo de nuestra nación estaríamos construyendo las bases de un sistema generador de oportunidades para todos los dominicanos.