"Planetario"(Ed. Impresos Camilo, S.R.L., R.D, 2016), del poeta, lingüista  y crítico literario Odalís Pérez, es una apuesta al pentagrama eufónico y pluridimensional de la lengua, a partir de sus universos metafóricos. Se  trata de una poética del ritmo-sentido.

Hay cinco ejes troncales y discursivos que parecen servir de estructuración del libro, sin embargo, el lector acucioso puede advertir que hay un solo impulso enunciativo, desde el cual se configura la discursividad total del sujeto-poeta en este libro.

De todas maneras, me he permitido asumir mi abordaje crítico desde las demarcaciones establecidas:

1-nueva guía de alucinados.

2-ciclos de la estancia.

3-quimeras visibles del verbo.

4-territorios y cuerpos.

5-engranajes.

1-"nueva guía de alucinados": Es una propuesta poética fundamentada en la manifestación onírica del sujeto-autor, para desparramar sobre la página en blanco destellos metafóricos que se vinculan de manera intimista con la tragedia humana, con el Ser, con el hombre y su marco circunstancial de existencia.

La "nueva guía de alucinados" aparece como el anatema vivencias del sujeto. Es una apuesta poético- discursiva de rupturas, de constructos en ascensos verbales que exigen nuevas miradas, nuevas interrogantes y otra forma de lectura en franca disidencia con lo lineal:

"descarriados o perplejos/aquel imán respira cuerpos/tierra de sueños y

 organismos/nubes que se escapan del ojo/ese ojo omnipotente/. hojas

 lanzadas al aire

 y allí/

 al fondo/

 cerca de la escala

 el nombre sobrevuela/ agítase horizonte en humo y carne//".

(p.7).

Ya en la obra "Perro no come perro"(2014), habíamos advertido sobre aquella rebeldía sobre la lengua y su desapego a lo normativo. Para el sujeto-autor, más que decir, le interesa el "cómo decir". De ahí su búsqueda constante de aquel ritmo-sentido que pone en tensión expresivo al texto poético, cada vez que aflora desde la lógica alucinada del demiurgo.

Aquí el sujeto-creador se resiste a ser espectador de su propia nostalgia.

Se sacude a partir de la palabra quemante que tilda, acusa, condena y acorrala la carroña, el fisgón envenenado que hoy atraviesa los sentidos de nuestra sociedad, para convertirla en su espacio  de broncos motines, desde la palabra, o mejor dicho, desde la lengua.

Sí, porque es la lengua la que permite que aquí, el poeta convierta en ritmo, su trágica travesía existencial. Su furia de truenos, rayos y centellas ante Dios, su Dios, nuestro consuelo terrenal y nuestra honda quimera celestial:

 

 "allí el alucinado le mienta a dios la madre/lo saca de su torre

 omnipotente/lo salva de tanta soledad y lejanía/lo esconde en la escritura

 milagrosa de su estancia/nueva guía/.

 asiento de la nave planetaria/.

 

 es un viaducto/conducto en su dibujo/.

 ya no quiere/ni debe aparecer el otro/

 ese que desde hace tiempo muerde su desgracia//".

(p.9).

 

Si bien es cierto que un autor como Manuel Rueda nos ha teorizado y dejado en obras sus postulados sobre "El Pluralismo", no menos cierto es que  "Planetario" es el registro significo-rítmico de una poética plural, no he dicho "pluralista".

Y hago esta precisa aclaración para significar que hay  trazos discursivos y enfoques poéticos y lingüísticos muy distintos y distintivos. Son dos planteamientos muy diferentes, aunque tengan abordajes poéticos vinculantes. "Planetario", desde esta "nueva guía de alucinados", es interrogante a contrapelo del orden  establecido:

 "imperfecto el hombre tiembla/cae y se levanta/doble tiempo amenaza la

 costumbre de la especie/. no ser y ser de la memoria/. ironía del poema/

 piel de forma en movimiento/cuerda entre la nada y la presencia/aquello

 que te mira como espacio del espejo/no escapa/no pierde centro ni

 detalle/busca busca en ese cuadro la mano suspendida /imanes descarriados

 y asombrados//".

(Pp. 15-16).

El encabalgamiento en los versos, el uso de ampliados espacios entre palabras y la ruptura en la linealidad de los versos, son rejuegos formales  que, en este   "planetarium mortis",  responden a la morfología de una poética del ritmo, desde la novedad de un discurso de rupturas, dentro del imaginario cotidiano, -ya esto yo lo había dicho- (ver "Perro no come perro",2014), propio de un oficiante poeta maldito, filoso, ácidamente irónico y profano.