Amable lector, el aniversario de la muerte de Vonnegut, este pasado lunes, es el principal motivo de esta nota. El otro motivo es el plagio hecho por un dominicano de una novela de un escritor argentino, creo que denunciado el mismo lunes, y muy parecido al plagio hecho por el también dominicano Vicente Luna a Borges.
A mí el plagio me molesta por la oportunidad perdida, si no se descubre, de darle promoción a esa obra sin mutilarla, para no mencionar honrar a un compañero escritor meritorio. No creo en hacer leña de árbol caído, pero tampoco en hacer altar de ese árbol de marras, yo tomo la actitud del maduro cibæño ocupado, con voz enamorada de Literatura musito, 'Qué fueite'.
Algo que noté fue la comprobación del refrán 'Uno mata un gato un día y lo llaman matagatos'. Miguel De Mena con Cielo Naranja tiene 30 años editando escritores dominicanos buenos (Pedro Henríquez Ureña, René del Risco, Luis Días, etc), escritores dominicanos meh (inserte nombre que no sea el mío please) y por este plagio ahora quieren borrar ese trabajo. Bueno, pocos han tratado de hacer más para difundir la Literatura Dominicana, yo mismo no conozco otro.
Pero también tengo otra teoría que Twain me sugirió: Es posible que sea un performance. Es decir, que haya una prueba contundente (video sosteniendo portada del diariolibre para comprobación de fecha del video) de que ese plagio y su posterior descubrimiento (no el descubridor) hayan sido premeditados, donde aparezcan los sospechosos usuales con tendencia al macaneo ahogando las risitas mientras anuncian la bobería bestial del prank literario, hecho dizque para ver la reacción de guillotineros voluntarios de muchos, para incitar neciamente a que lean a los que no les gusta leer, para crear expectativa idiota hacia un futuro libro del plagiador o plagiario, para darle promoción al libro de Sbarra.
Aquí le dejo, amable lector, este testimonio que escribí hace ya 9 años.
Escrito por Vonnegut
"Diríase que una sola persona ha redactado cuantos libros hay en el mundo; tal unidad central hay en ellos que es innegable que son obra de un solo caballero omnisciente", escribió Emerson el mismo año que RD declaró su independencia, 1844. Este pensamiento fue una de las cosas que me movió a hacer lo que hice, plagiar un libro inédito de Kurt Vonnegut, con su consentimiento.
Además del párrafo de Emerson, debo mi idea a dos acontecimientos simultáneos: la muerte del querido Vonnegut y ver un documental sobre la brujería en Haití.
El espíritu de Vonnegut estaba en el aire, era parte del aire, un pensamiento bien estimulante. Y así como muchas personas se ponen en contacto con sus idos seres queridos a través de un brujo o medium, ¿por qué no podría yo ponerme en contacto con Vonnegut? Y ya en contacto con él, ¿qué le impediría dictarme alguna novela en la que estuviera pensando cuando llegó la muerte?
Tengo una prima en Miami devota de la santería. De hecho, tiene su brujo de cabecera en el pequeño Haití. La llamé:
—Primaminga, oye una cosa, ¿tu brujo te puede poner en comunicación con los muertos?
—¿Y con quién tú quieres hablar, con Papalao?
—Contesta la pregunta muchacha.
—Bueno, él es bien poderoso sí, seguro que puede.
—Averigua eso y llámame al favor, pero una cosa segura, que no quiero coger para Miami y que sea una falsa alarma.
—Ok, déjame textearlo a su celular, te llamo patrá ahora mismo.
La cita con el brujo fue un martes a las 4. La botánica, oscura. Piso de tierra. Fotos de santos católicos que gracias a algún detalle en la vestimenta o el fondo eran escogidos para representar a divinidades de la santería esclava. Así fueron evengelizados los esclavos. Cuando adoraban frente a los amos a San Francisco de Asís, en verdad rendían tributo a Samedi. El olor a yerbas-especias-raíces era una neblina. Bolitas de barro con olor a chocolate se vendían a 1 dólar, un caramelo nostálgico que les hacía recordar los tiempos de hambre en la devastada Haití. Pasamos, con un chin de miedo, a una habitación trasera a través de un pasillo con paredes de tierra que daba la impresión de una catacumba, hacia abajo, con cada paso la temperatura era más fría. La habitación era húmeda, con mucho de pozo. Dos velas del tamaño de un hombre no muy enano alumbraban la penumbra. Sentado sobre una alfombra multicolor estaba el brujo, a su lado un ser de cuatro patas que resultó ser un chivo negro.
"Siéntese, y no tenga miedo, este es mi ayudante, Conejo", me dijo el brujo en un perfecto español que no me sorprendió: los haitianos, contrario a los dominicanos que no hablamos creole, hablan español. Tampoco me sorprendió lo del chivo, si no lo hubiese tenido mi fe en él no iba a ser muy grande. Antes de ir a Miami investigué sobre la brujería y el libro "Hablemos de Brujería" dice que los brujos más poderosos siempre tienen de ayudante a algún animal con el nombre de otro animal, es decir, un gato llamado mono, un mono llamado puerco, un puerco llamado gato.
"Quiero ponerme en contacto con Kurt Vonnegut", le dije.
"¿Quién?", me preguntó.
"El escritor de estos libros", le dije pasándole Desayuno de Campeones y Matadero 5.
"Saque 10 dólares y déselo a Conejo", me dijo tomando los libros, colocándolos debajo de una copa con un líquido rojo que hervía. Le pasé los 10 dólares al chivo y el chivo se los comió, masticando con la boca abierta.
"Ahora deme 100 dólares a mí", me dijo prendiendo un cachimbo. Le pasé los cien dólares y se los metió en el bolsillo de su chacabana amarilla, muy linda por cierto.
El brujo inhaló cuatro veces un polvo que muy bien podía ser cocaína, chupó tres veces un cachimbo que muy bien podía ser marihuana, escupió dos veces en el piso y le dijo un secreto al chivo. El chivo se sentó como si fuera un hombre y así como Whoopi Goldberg se transformó en Patrick Swayze, el chivo llamado Conejo se transformó en Kurt Vonnegut, pero solo la cabeza. "Amo este cuerpo, hi ho", fue lo primero que dijo, e inmediatamente supe que era él mismo.
Hippolyte, que así se llama el brujo, me explicó por mil dólares más una versión del rito, que no necesita un animal, para ponerme en contacto con Vonnegut desde la tranquilidad de mi sótano en Nueva York. Además iba a ser muy fácil, Vonnegut estaría esperando. Sería imposible transcribir todo lo que hablamos, para eso estará el libro, Road to Uranus, pero me dio un consejo para aquellos los descendientes de suicidas:
La Eternidad es una granja sinfín
Llena de nuevas flores
Animales maravillosos
Paz
Pero sin sexo
Es muy aburrido
Los ángeles son como tarjetas musicales
Tarareando la misma cancioncita todo el tiempo
Es muy insoportable
No te apresures en venir aquí
Tarde o temprano
Tú estarás aquí
Disfruta la vida sin decir 'Bendecido'
No tengas miedo de lucir ridídulo
Tu alma no es un plagio no
Es una original obra maestra.
Sé que mis familiares y amigos, ante mi reclusión voluntaria, piensan que es DROOOGAAA, y no los culpo. Pero imagine a un hombre devoto de la Literatura que ha descubierto lo que yo he descubierto. No tengo tiempo para nada. Vonnegut regó la voz por el Masallá, todo el tiempo, de día, de noche, como en unos versos de Quevedo:
"Vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos".
Dedicaré mi vida a darle al mundo esas geniales obras nunca escritas debido a la brevedad de la vida del hombre y que, sin duda, serán los nuevos clásicos. Tendrán mi nombre sí, perdón, mi vergüenza ante esta usurpación hizo que decidiera no publicarlos mientras viva, pero también tendrán la calidad de Sófocles, de Gogol, de Faulkner, de De Quincey, de O’Brien, de Monterroso, de Poe, de Twain, de Onetti, de Kafka… Ahora mismo estoy terminando una obra de teatro escrita por Shakespeare y Chejov, "Un lugar con nieve". Por cierto, Shakespeare por fin logró convencer a Twain de que él sí escribió toditas sus obras, menos Titus Andronicus.