El quehacer arquitectónico siempre ha estado ligado al acontecer social. Es aquí donde radica el valor de este oficio, en dar respuestas acordes a las demandas individuales – y colectivas- que se han ido presentando a través de la historia de la humanidad.

El momento actual no es diferente; el tema del cambio climático, con las cuestiones energéticas que esto implica, compromete a la arquitectura a plantear soluciones efectivas. Por su naturaleza ecléctica, la arquitectura se convierte en un medio para conseguir balances energéticos positivos en los edificios. No podría ser de otra manera.

Según nos plantea Vitruvio:

“…La arquitectura es una ciencia que surge de muchas otras ciencias, y adornada con muy variado aprendizaje; por la ayuda de que un juicio se forma de esos trabajos que son el resultado de otras artes. La práctica y la teoría son sus padres. La práctica es la contemplación frecuente y continuada del modo de ejecutar algún trabajo dado, o de la operación mera de las manos  para la conversión de la materia de la mejor forma y de la manera más acabada. La teoría es el resultado de ese razonamiento que demuestra y explica que el material forjado ha sido convertido para resultar como el fin propuesto. 

Visto desde la óptica del maestro, la arquitectura – y en tanto el arquitecto-  se arman de herramientas teóricas y prácticas, que permiten dar respuestas satisfactorias a la necesidad de cobijo. Pero… ¿Qué significa satisfactoriamente? Desde nuestro punto de vista sería satisfactoriamente para el usuario y satisfactoriamente – o de manera sostenible – con su entorno y el medio ambiente.

La arquitectura sostenible intenta reducir al mínimo las consecuencias negativas para el medio ambiente. Replantea la eficacia y la eficiencia, moderación en el uso de materiales de construcción, en el consumo de energía, para que en el espacio construido pueda alcanzarse entre otras cosas el confort higrotérmico.

Confort Higrotérmico 

Partiendo de que la temperatura normal del cuerpo ronda los 36 ºC (décimas arriba décimas abajo), el confort o estado de bienestar, de acuerdo a la temperatura del espacio en que nos encontremos está entre los 21ºC y los 25ºC. Evidentemente factores como la humedad relativa afecta, para bien o para mal esta sensación comodidad térmica.

En muchos espacios científicos y de investigación se asume al edificio, como un “organismo vivo” que intercambia energía constantemente. En tal sentido, en el mismo edificio se producenintercambios de calor(interactuando como receptor o emisor), los cuales deben ser previsto por el proyectista – al momento de realizar el diseño – y que en todo momento, de acuerdo a un diseño bioclimático correcto, deben estar al servicio del usuario. Estos intercambios de calor se pueden producir por convección, conducción, radiación o evaporación. El factor de la infiltración/circulación del aire también condiciona este cualquier tipo de intercambio y por demás la sensación de confort.

En el diseño pasivo, la Pirámide de Kioto, y más específicamente se toman muy en cuenta estos fenómenos, entre otros factores,  para realizar una propuesta, que de acuerdo o sus postulados sea adecuada para garantizar ese confort higrotémico, o lo que es lo mismo reducir al máximo las pérdidas de calor.

¿Debería ser esta la medida estrella en todas las latitudes? ¿Incluso en climas templados debería ser el control de pérdidas de calor,  la base de una pirámide eficiente?

El tema pide más análisis….Continuará.