Quiero pintar un cuadro de la realidad dominicana. Usaré colores del alma y un marco hecho con un material de escándalo, sufrimiento, y sudor de gente.
La elaboración de esta obra requiere sinceridad y estoy en la obligación de usar todos los materiales expuestos en las calles de nuestra nación.
Cuando termine esta obra será expuesta en una galería llamada: GATE (Galería de Arte Transformación y Esperanza).
Finalmente he logrado poner en un marco 60×60 una realidad difícil de interpretar.
Llegan los críticos, nos dan queso exquisito para producir un sentir de cambio efímero; luego llega el vino que nos prepara para asimilar tranquilamente la verdad intrínseca en este evento.
La galería nos arropa en una sombra de dudas. Sí, estamos rodeados de realismo y conceptualismo; realismo, porque lo que veo en las calles es una realidad tangible; conceptualismo, porque la realidad es fruto de lo que pensamos.
Miles de críticos observan la obra, pero nadie quiere adquirirla o comprarla.
Este cuadro no se vende, porque nadie quiere tenerlo en las paredes de una casa que está obligada a mantener el lujo y proyectar un desarrollo que existe para unos cuantos.
Todos los sentidos de mi ser se activan, miro, escribo, olfateo, reflexiono y el lienzo social me expone la obra de corrupción, dolor, inseguridad, inmediatismo y algo más.
Veo en el "Masterpiece" el niño de la calle, con un ramo de rosas, buscando como generar ingresos para escapar de su destino creado en la pobreza. El Niño se siente atrapado y quiere saltar aquel ciclo que lo abraza para que no salga de su contexto de fatalismo.
Las pinceladas resaltan los sectores sin agua, comunidades enteras comprando el agua en pleno siglo 21 y en una media isla arropada por ríos y playas; que contradicción.
Una energía cara e intermitente, casi nos empuja a pensar que tener electricidad constante es imposible. Una sociedad que no entiende que el privilegio debe ser un derecho. Que el desayuno escolar no debe ser un logro. En el lado derecho se muestra una fila de jóvenes marchando sin esperanza y sin destino.
El cuadro también presenta un grupo de gente parando el tránsito con una soga blanca y un letrero con un cartón asimétrico y lleno de faltas ortográficas que dice:
" Fabor de alludal ah un joben ke deve aserse una hoperasiom".
Hay imágenes difíciles de entender, aquí entra el arte social conceptual, porque solo conceptualmente entendemos como un grupo de legisladores, no todos, pero si la
mayoría, sus manos se ven reteniendo el progreso e impidiendo la distribución justa de los recursos del estado.
Una figura en forma de silueta se ve en la obra, está callada, pero llena de avaricia; tiene el país amarrado con hilos de pescar, para controlar lo incontrolable. Los hilos transparentes sirven de canal para bajar alimentos a los viscerales atrapados por un barniz que paraliza el cerebro y no les permite tener una voluntad ciudadana.
Los colores reflejan las calles de cemento llenas de transeúntes desesperados, confiando en un amigo que está en el poder omnívoro y en funcionarios corruptos liberados de sus acciones pecaminosas por sus fortunas construidas en el espacio.
Al finalizar el análisis de la obra sus contrastes generan cansancio y fatiga. La realidad es otra, más real que aquella que se vende en los periódicos atrapados por el alto nivel de analfabetismo. Lo conceptual nos ayuda a soñar y buscar utopías medibles que nos lleven a un cambio en la segunda serie de la temática.
Al bajarlo de la pared de la galería notamos que el cuadro tiene más de 50 años, el marco está dañado, los colores pálidos y el lienzo está con grietas llenas de polvo y bacterias que se comen el material que una vez fue fuerte. El cuadro está débil, frágil, pálido, delicado, con poca vida para seguir motivando críticas. Si fuera un cuadro de un maestro dominicano, yo diría que debemos restaurarlo; pero no, el cuadro es tuyo y mío y debemos hacer otro. ¡Pintemos Otro Cuadro!