“Cuanto es mayor la grandeza ha de ser menor la licencia en las desenvolturas”. Diego Saavedra Fajardo
La crisis de la socialdemocracia europea se mide no sólo por su declive electoral sino por la falta de diferenciación con las políticas neoliberales. Si uno tiene que escoger entre el original y la copia, lo lógico es quedarse con el original. Los políticos socialdemócratas ya no suscitan confianza entre sus votantes tradicionales de clase trabajadora y sectores de las llamadas capas medias. Como es sabido, la confianza toma tiempo en otorgarse pero se pierde con rapidez.
Recientemente Alfonso Guerra, ex vicepresidente de Gobierno de España durante buena parte de los gobiernos de Felipe González, que en esos tiempos se auto proclamaba como tan progresista que a su izquierda sólo estaba el abismo, declaró, en una entrevista radial de promoción de su nuevo libro, que si bien el no estaba a favor de los dictadores, había que reconocer que había dictadores buenos y dictadores malos.
Los dictadores malos eran aquellos que además de recortar las libertades de los ciudadanos y de la oposición, ponían restricciones al desarrollo de las empresas y eran ineficaces en lograr el éxito en la marcha de la economía. Naturalmente, como es fácil de imaginar, el ejemplo actual de dictador malo era Nicolás Maduro. En otra época sería Castro, pero hoy el objetivo a abatir ha cambiado, la prioridad ya no es Cuba, es Venezuela.
Ya sabemos, inmensas reservas de petróleo, minas de oro, de coltán , hierro, diamantes y otros minerales. Riquezas que como ha expuesto el consejero de seguridad nacional de los Estados Unidos, John Bolton, deben ser controladas por su país y, evitar la influencia económica y política de China y Rusia, competidores, junto a la UE, de los EE.UU. en el mercado mundial. Todo lo cual no es óbice para reconocer lo obvio, que la economía venezolana marcha mal, que no ha habido competencia política y técnica en el gobierno para mantener una economía productiva y para poner coto al mal tradicional económico de ese país, que es, entre otras cosas, no emplear las rentas del petróleo para crear empleo productivo y aumentar la riqueza y diversidad en la producción nacional. Uno puede declararse el gobierno más progresista pero si no se crea abundante riqueza, lo único que se puede repartir es la pobreza.
El ejemplo que puso Alfonso Guerra como dictador bueno fue Pinochet, quien según él, logró que la economía chilena marchase muy bien. Declaración que pasaba por alto el alto coste que este “bienestar” tuvo para la mayoría de la población chilena. Los economistas a los que Pinochet cedió la política económica se conocían como los “Chicago`s Boys”, un grupo de economistas formados en la universidad de Chicago bajo la tutela de las ideas ultra liberales de Milton Friedman. Estos impusieron sus políticas neoliberales duras, mediante el método llamado por Noemí Klein el "shock económico".
La dictadura de Pinochet se basó, primero, en una represión implacable y aporofóbica, es decir, de un odio social contra los pobres. En las llamadas poblaciones- los barrios más pobres-, las medidas de violación de los derechos humanos más elementales era algo cotidiano. Los sindicatos fueron prohibidos, los trabajadores más militantes asesinados, detenidos o sometidos a una vigilancia implacable. Así como se reprimió a todas las asociaciones de la sociedad civil sospechosas de no colaborar con los agentes del gobierno de Pinochet. La represión y el asesinato incluso alcanzó a altos militares y a políticos democráticos que se consideraba que no eran leales a las aspiraciones del dictador de eternizarse en el poder: casos del general Pratt, del jefe del Servicio de Inteligencia Militar, general Lutz, y al ex presidente socialcristiano Eduardo Frei Montalvo.
Todo eso creó un clima de “excelentes condiciones” para hacer negocios. Trabajadores atemorizados y sin derechos para protestar por sus condiciones laborales, ya que de hacerlo, se convertían en sospechosos o enemigos del régimen dictatorial. Por ende, con unos trabajadores asalariados dóciles a la fuerza y obligados a aceptar cualesquiera condiciones de trabajo, los inversores podían obtener beneficios más elevados, elevar su tasa de ganancia y lograr mayores cuotas de acumulación de capital.
No tener en consideración esos "detalles" de la “dictadura buena” de Pinochet demuestra una sensibilidad social y política democrática y no digamos ya socialdemócrata, simplemente, nula. Si la socialdemocracia quiere renovarse tiene que matar a esos "padres" tutelares (freudianamente hablando), renegar de sus ideas y actitudes y volver a los orígenes de políticos con conciencia política y social progresistas que se dejaban la piel por las mayorías, por los más pobres, por las mujeres. Y no ser tan sensibles y asimilados a las ideas prevalecientes en el poder establecido (económico y político).
Estos señores hoy, son una impedimenta política, en casi nada se diferencian de los neoliberales. Para ellos no hay alternativa al conservadurismo y al capitalismo financiero sin regulaciones, sencillamente han renunciado a las ideas fuerzas del socialismo democrático. Si es que alguna vez fueron para ellos parte de su ideario interiorizado.
Torrelodones, 31 de enero de 2018.