Lo que se conoce como invasión haitiana ha sido un adefesio histórico creado por intelectuales que han delimitado el discurso de una historia que responde a intereses conservadores.

Se afirma que no hay historia sin enemigos y nuestros historiadores escogieron Haití y tergiversaron la expresión de Duarte: “Nuestra patria ha de ser libre de toda potencia extranjera” edificando sobre ella un discurso nacionalista con exclusividad para la nación vecina.

En la construcción de los discursos nacionalistas se tejen unas redes de mentiras sin el menor asomo de vergüenza, un discurso que idolatra en sus templos a gigantescos ídolos de la avaricia, enorgulleciéndose de los onerosos rituales de culto al que denominan patriotismo.

A raíz de la sentencia del TC se ha establecido un supuesto enfrentamiento entre patriotas y antipatriotas. Aquí no se trata de eso, sino de que en el país hay personas que no simpatizamos con algunos ideales heredados del pasado cuyo objetivo es obtener ganancias, no crecer.

Hoy en día el conservadurismo intenta erigirse como los nuevos patriotas y para ello han desarrollado cantidades de falacias con tal de justificar las injusticias que cometen a favor de la oligarquía de este país. Fomentan la ceguera moral bajo la forma del culto al patriotismo.

Cuando prevalece el espíritu del nacionalismo se enseña desde la infancia al pueblo entero a fomentar odios y ambiciones por todos los medios, fabricando mentiras y verdades sobre los hechos históricos, presentando desfavorablemente a otras razas y cultivando sentimientos de animadversión hacia ellas, conmemorando sucesos, algunos falsos, y tramando constantemente malévolas amenazas contra sus vecinos y contra otras naciones.

Imbuir a todo un pueblo de un orgullo desmedido de superioridad, enseñarle a presumir de su insensibilidad moral y a perpetuar la humillación de las naciones vencidas  utilizando las escuelas para instruir a los niños y niñas en el desprecio hacia los demás, es inadmisible, pero así funcionan las naciones.

El conservadurismo que ha heredado el peor legado se ha hecho experto en traficar con embustes y no les avergüenza obtener beneficios recurriendo a ellos.

Se han inventado que poderes ajenos intentan unificar la isla de nuevo y se presentan a sí mismos como los llamados a evitar semejante barbarie. Son  patriotas de pacotilla que han visto en ese discurso la manera de legitimar la ilegalidad de la mano de obra haitiana para que sigan siendo explotados en suelo dominicano.

Si República Dominicana quería regular su situación migratoria ¿Por qué iniciar con una sentencia de esa naturaleza y no regulando la frontera y sus componendas? Si hubiesen comenzado por ahí hoy no estuviéramos en la boca de todo el mundo. Que quede claro: esa sentencia no eliminará la ilegalidad de haitianos porque el problema es más complejo.

¿Puede regularse la migración ilegal sin afectar los intereses de los sectores que se sirven de ella? Ese será el próximo capítulo de esta tragicomedia.

Promueven el odio y la rivalidad porque no viven en Dajabón, Jimaní, Elías Piña o Pedernales, provincias que sin ese mercado fronterizo morirían de hambre.

No es cierto que todos somos Haití, pero todos somos humanos. Como nación debemos revisarnos pues lo que se debe promover son cordiales lazos de amistad, que es el único vínculo natural entre naciones.

No se puede seguir animando un odio ancestral sin sentido y promoviendo un  nacionalismo que ya no tiene razón de ser, pero que les resulta útil a algunos sectores para seguirse presentando como lo que son: Patriotas de Pacotilla que  cogen piedras pa’los más chiquitos.