Señora Guaba:

Como usted  sabrá, todo ciudadano dominicano tiene derecho a ocupar una función pública. A muchos les habrá asaltado el deseo y hasta la necesidad emocional de ser tomados en cuenta para ocupar un puesto en el organigrama del Estado. Supongo que el hecho de ser designado satisface una legítima vanidad personal.

Partiendo de lo anterior y por si alguna vez me viera en la circunstancia, me permito pedirle públicamente algunas aclaraciones  o consejos que me puedan ser de utilidad.

Dígame si para ser funcionario (a) del Estado es necesario promover un gasto millonario de los fondos públicos con el propósito de sonsacar la voluntad de humildes votantes a quienes la entrega de un electrodoméstico  puede hacerle cambiar la intención de su voto.

Quisiera saber si es indispensable, para ocupar un puesto público, disponer de una horda presta a destruir reputaciones de comunicadores y políticos que no comulguen con nuestras ideas. Si además debemos mentir, cuando resultamos descubiertos en estas tratativas, tratando de convencer a los pobres, y a la opinión pública en general, de que quienes se oponen  a estas acciones ilícitas pretenden evitar  que estos sean beneficiados con las diversas ayudas gubernamentales, ocultando con esa aseveración que se trata de emplear los recursos públicos para sobornar la voluntad de los votantes y trastornar los resultados de las elecciones.

Por favor, confírmeme si no es posible conjugar la decencia con el desempeño de una función oficial. Le ruego que me lo diga con toda claridad, pues como le dije, todos estamos expuestos a ser tentados en algún momento con ser empleado del Estado y si usted  me responde afirmativamente estas preguntas, estaré listo para continuar el cuidado de un vivero de cacao que atesoro en la loma Los Jaitiles, en Miches.