“Pide lo que quieras, que yo te lo doy, pide lo anhelas, que yo te lo doy, dile a todo el mundo que eres el bombón que me endulza la vida”
Lo que acaban de leer es el estribillo de una de las bachatas de Raulín Rodríguez titulada “el bombón”. Debo reconocer que la bachata me gusta porque no solo por ser de Raulín, sino porque también me sirve para interpretar la realidad política que se vive en este momento de campaña.
Creo que esta bachata podría ser un excelente recurso de campaña porque le ahorra palabras y discursos a los candidatos ya que sus palabras siempre están centradas en promesas reiteradas en cada proceso electoral. Pero no solo hacen ellos las promesas, sino que piden a la misma población presentarles sus necesidades, por consiguiente podrían frisar la primera parte del estribillo que reza “pide lo que quiera que yo te lo doy, dime lo que quieras, que yo te lo doy” y se economizan las palabras huecas e inclusive hasta pueden conservar mejor su garganta.
En diferentes escenarios he manifestado que la política que se hace en nuestro país es hasta cierto punto folclórica donde se explota al máximo la creatividad del dolor, de la risa, del llanto y de la vida. Creo que las campañas son el engendro de la locura que hace aflorar los sentimientos guardados en el alma de un candidato a veces poco creíble y que busca en la necesidad de un pueblo sediento de certezas, su mejor escenario para verter sus ideas no importa si desgastadas.
Conscientes de que somos un país con elevada inclinación al gozo los partidos son capaces de disfrazarse y esconderse tras la sombra de algún personaje que, posiblemente, no sepa nada de las mañas del quehacer del verbo y las promesas, pero sí de explotar las hormonas gozativas del dominicano.
Convencidos, quizá por pura experiencia, que con la música los recorridos son más efectivos, integran este arte para acompañar un mensaje que, por lo general, es una denuncia que busca presentar su propuesta como la salida, capaz de hacerle rolos a la cabeza del puente, de construir un rio para justificar el puente, descubrir la fórmula del agua tibia o del aceite en polvo y desentrañar el enigma de por donde le entra el agua al coco y por qué es dulce aún estando en la orilla de la playa.
Y es que los políticos siempre tienen que decir que van a hacer más de lo que luego hacen. Sospecho que a veces, los primeros que se sorprenden de esto son ellos mismos. Por eso un partido de pobres nunca ganaría una elección, porque los pobres no tienen qué prometer.
Lo que sí debe la población estar bien preparada pues, para que no nos tomen de ingenuos, ese “pide lo que quieras que yo te lo doy” no es gratis ni al azar. La razón está en la segunda parte del estribillo “dile a todo el mundo que eres el bombón que me endulza la vida”. Esto significa que las promesas son a cambio de que usted se identifique con su propuesta, que lo vocifere a los cuatro vientos, que salga con su bandera en mano e intente convencer a los demás de que sus palabras son ciertas.
Al final todo será como la discoteca del aire “usted pide lo que quiere, pero les darán lo que le conviene a ellos”.