El economista Peter Klein impartió la conferencia “The Economics of Big Tech” en el evento Universidad Mises 2021, celebrado el pasado mes de julio en la sede del Instituto Ludwig von Mises (Auburn, Alabama). El seminario se podía seguir de forma virtual sincrónica con una modesta contribución de US$25 para cubrir gastos de la actividad, pero el Mises tiene varios años colocando en su portal web y canales en otras plataformas todas las conferencias del día anterior.
En esta charla Peter Klein destroza varios mitos populares sobre los gigantes tecnológicos y las críticas negativas que provienen del abanico completo de posiciones ideológicas. Cita como las más comunes fuentes de resentimiento contra esas compañías: a) el alegado abuso de poder monopólico, b) la imputación de que una vez adquieren gran tamaño se convierten en asesinos de la innovación, c) obtener lucro explotando nuestra privacidad, datos personales y registros digitales, d) la acusación de que por su gran cobertura son plataformas para “desinformar” que ponen en peligro a gobiernos democráticos o minan la confianza en cruzadas mundiales como la coordinada para combatir el coronavirus.
Ahora bien, explica el profesor que a pesar de la popularidad de estas críticas “todos estamos felices con sus maravillosos productos” y, especialmente, quienes conocieron el mundo antes del internet. Ese momento lo aprovecha para ilustrar a la joven audiencia presencial lo que era trasladarse a la biblioteca, consultar un catálogo de libros en tarjetas y suspirar con alivio cuando la ubicación no requería usar una escalera para tomarlo prestado. Considera que es reto y acertijo que estemos felices con esos productos que, en la gran mayoría de los casos, los recibimos gratis, cuando al mismo tiempo pensamos que se están aprovechando malvadamente de nosotros. Aquí sus orientaciones que considero pueden ayudar en exorcizar esos demonios.
- Gigantes heterogéneos. El profesor Klein establece las diferencias en el modelo de hacer negocios de Google, Apple, Facebook, Amazon, Netflix y Microsoft. Todos hacen dinero de manera diferente. Unos dan productos gratis y otros no; unos tienen fortaleza en vender información de usuarios, anuncios o programas. “No hay un modelo de negocio que podemos decir es representativo de estas empresas.”
- Plataformas tecnológicas y “champú” no es lo mismo. Es obvio que el primero tiene peculiaridades, que también existían en la época antes del internet para los bienes que proveen información, pero ambos son bienes sujetos a la evaluación en el margen para los consumidores. En nada difiere el proceso para decidir si se toma o no una subscripción a Netflix o se pone un pote de acondicionador de cabellos en el carrito del supermercado. Carl Menger sigue vivito y coleando.
Lo que Netflix tiene ahora es una ventaja en conseguir información sobre los patrones de consumo de los usuarios, que adquiere de otras compañías tecnológicas, para una mejor estrategia de precios y mercadeo. Pero esa recolección de información antes del internet se hacía por otros métodos (encuestas, por ejemplo) y tampoco es novedad que sean empresas de alto costo inicial que les permiten las ventajas del incumbente de economías de escala en la producción de nuevos bienes. Esto es algo que tiene hasta el autor de un libro sobre otro profesional que quiera escribir de ese mismo tema partiendo de cero.
- El alegado problema del “efecto red y dependencia del camino”. Este es uno bastante popular entre los críticos de los mercados libres y competitivos. El consumidor se acostumbra a productos que alcanzan tanta popularidad que se convierten en el estándar para la industria, con esta forma de elegir se hace complicado introducir nuevos que en pruebas de laboratorio público muestran ser mejores. La red tan amplia de consumidores provoca entonces dependencia que impide lleguen al mercado productos mejores.
Klein pulveriza esa crítica con varios ejemplos, desde el teclado estándar para las computadoras hasta llegar al tema de la conferencia sobre las redes sociales, y también, por supuesto, a la alegada solución a esta “falla de mercado” por la tecnología que se introduzca a los consumidores con el sello oficial de haber sido escogida como la más eficiente por una junta de burócratas. Pero lo más importante es mostrar que de ser cierto el alegado problema: MySpace fuera todavía el estándar, Facebook, Twitter e Instagram nunca hubiesen despegado, TikTok, la que hoy está creciendo más rápido, fuese sólo una idea y las clases remotas durante la pandemia se hubiesen impartido en cualquiera de las plataformas de videoconferencia que existían antes que Zoom.
- Tres cuentas de un rosario de letanías. Mientras exista competencia entre las plataformas tecnológicas y las puertas abiertas para que sigan llegando debutantes, se disminuye el riesgo de las imputaciones por resultados de búsqueda sesgados y control de contenidos, entre otros.
No hay problema en que Google presente en resultados de búsqueda sus propios servicios de información (estado del tiempo, vuelos) que son similares a los que tienen usuarios de su plataforma (el portal de Weather Channel o United Airlines). Google los ofrece de manera gratuita para aprender más de los patrones de consumo de los usuarios y atacar eso es como prohibir a Walmart (o al Bravo, en nuestro caso) que venda cereales genéricos con su marca en los mismos pasillos donde se exhiben todos los demás.
Peter Klein describe la competencia entre los ecosistemas principales de la telefonía móvil (IOS vs Android) y como el consumidor lo que elige es aquel donde quiere estar más que el propio aparato celular. Comenta sobre la diferencia principal en el modelo de negocios de ambos proveedores y las quejas de terceros que desarrollan APP para ambas plataformas, molestos por algunas cláusulas de los propietarios de esos ecosistemas. Si, como lo leen, judicializar casos con la premisa “tu casa es mi casa pero con mis reglas”.
- Finalmente ataca una larga lista de argumentos para que el gobierno intervenga. Descarta los de monopolio natural y el tratamiento que deben recibir como bienes públicos para que sean neutrales en la asignación de precios o que sea obligatorio dar el servicio. Son empresas privadas, obvio que no aprueba la cancelación de cuentas inducida por presiones políticas, pero contra eso la mejor opción es dejar de usarlas, moverse a otros competidores.
Que vendan información de los patrones de uso en la red para que empresas puedan hacer un mercadeo más efectivo (esos anuncios que nos aparecen y están relacionados con compras o consultas previas), no es ningún problema. Eso es parecido a que alguien que te conoce te vea entrar a un local de cervezas artesanales y le venda esa información a una licorera para que se ponga las pilas.
Klein es un libertario que no simpatiza con la influencia del Estado sobre estas empresas, la Casa Blanca admitió que manda a Facebook información de los mensajes que considera inapropiados y es seguro que eliminó más de uno, ni tampoco con que reciban subsidios o protección especial regulatoria (Sección 230). Sin embargo, esas no son razones para considerarlas empresas públicas.
“En realidad, si queremos tratar como estatal a una entidad que está legalmente constituida como empresa privada, por tener ese tipo de vínculos con el gobierno, deberíamos empezar con Goldman Sachs, Lockheed o Boeing antes de hacerlo con Facebook o Twitter. Los gigantes tecnológicos son empresas privadas y si no nos gustan aspectos de lo que hacen en la esfera pública, lo que debemos es confiar en los mercados y la competencia para disciplinarlas”. Así termina la conferencia de este profesor de emprendurismo de Baylor University que recomiendo ver en el portal Mises.org o su canal de YouTube.