La puta será quien quiera, pero la calle será la calle.

No es un secreto que las minorías, grupos marginales, invisibilizados y vulnerables de la sociedad, están aquejados de una serie de males sociales que les persigue, les afectan, que les envuelve, males que muchas veces son confundidos con ejercicios explicativos que no diferencia el hecho del sujeto, que son resuelto con retórica, con invisibilización y desde la clase política con argumentos maniqueistas y ambiguos, donde se destacan un pensamiento conservador que  enmarca los estratos dirigenciales y de opinión publica.

¿Qué decir de las madres solteras? ¿De las comunidades GLBTI? ¿De las personas con discapacidad? ¿Los micro-traficantes de estupefacientes? ¿De las prostitutas? ¿De las mujeres? ¿De los jóvenes? Etc.

Todos  con algo en común, son victimas del sistema sociopolítico que nos han implantado a través de un modelo económico excluyente, que niega sus derechos reduciéndolos a una vida salvaje que ha sido sublimemente vestida de un aparente Estado funcional que avanza, ¿avanza a donde? Quien diablo sabe, pero ese es el mito vendido y comprado en cierta medida por todos.

Un modelo que no se resuelve con paliativos de programas de asistencialismo social, más parches pa’ un gran boquete, el modelo no resuelve nada con un buen programa social, pues en esencia el modelos es excluyente e inequitativo.

Otra cosa que salta a la vista, es que no ha servido de nada el tratar de romper los efectos de la injusticia social que vivimos (fruto del modelo) con las estrategias y dinámicas de ONGs y grupos sociales tradicionales, los proyectos pilotos, los programas aislado, que una vez sirvieron para entrelazar redes sociales entre los grupos vulnerables, se han convertido, en un nuevo tipo de mercado laboral, que la única efectividad política que ostenta es la promoción camuflada de una agenda de valores encadenada a intereses de los agentes financiadores, en su mayoría agencias ligadas a países con una alta interacción e intereses económicos y comerciales en el país, bajo esta dinámica no se puede hacer mucho, ya que la fluidez de los cuartos dependen de cuan fiel soy a la agenda política impuesta, una agenda divorciada de nuestra realidad y problemática social, analgésico que engañan tratando de curar un cáncer .

Mientras los problemas siguen allí, in cretum, pasando de andante a allegretto, empeorando las relaciones de convivencia, porque no se puede convivir sanamente en un país donde lo que reina es la inequidad social.

Esta claro que las minorías, grupos vulnerables, marginalizados e invisibilizados sociales, para alcanzar las conquistas de sus derechos debe volverse al movimiento social y político, mientras los problemas sociales sigan siendo vistos como situaciones aisladas y no como complicaciones que afectan a la sociedad completa, así, seguiremos igual y no cambiará nada.

Es tiempo que las minorías vuelvan al trabajo político y a la lucha de calle, que enarbolen sus discursos no maniatados por agendas externas, que sea la realidad la que hable, que se dejen ver, que protesten, que llenen los medios de su rebeldía y su estética contra la injusticia, que vallan tras el poder de hacerse representar.

La potencia social de los marginales e invisibles debe convertirse en movimiento, ese es mi mensaje, porque este modelo que tenemos ya no tiene salvación, demostró que no sirve, que excluye demasiado pueblo.

Es hora de “los inadaptados del nuevo testamento, tenemos nuestras reglas, nuestros propios mandamientos” (Rene Pérez Joglar) quizás allí haya mucho que explorar para la construcción de una nueva dinámica que reconstruya el Estado.

Al fin al cavo, la calle será la calle, cuanta realidad expresas Xiomara, aunque Juan Luis dijo que la calle ta’ dura, pero yo siempre he estado así y allí es donde se plantea la idea titánica de hacer la calle caminable para todos/as.