El periodismo estuvo de fiesta el miércoles 5 de abril, recién pasado. La celebración del día del periodista, estuvo matizada por una sensación de alegría y tristeza entre los profesionales y aficionados del ejercicio comunicacional. La dicotomía surge, por un lado, al ver morir los símbolos del periodismo dominicano, y por el otro, pasan los usurpadores del medio, con ínfulas de prestancia y genialidad, bañados en millones a costa de vender su pluma y castrar la criticidad.
En efecto, el Dr. Rafael Molina Morillo, falleció el pasado domingo a la edad de 87 años. La Cámara de Diputados, se limitó a dedicarle un minuto de silencio en una de sus sesiones de debate. En cambio, el tristemente célebre, Juancito de los Santos, alcalde y rifero de Santo Domingo Este, luego de ser asesinado, el mismo congreso dictamino tres días de duelo nacional.
Se recuerda, que en días recientes, asistimos al deceso del legendario periodista Ramón Arturo Guerrero, y meses atrás, sucedió lo propio con Lipe Collado, una gloria de la enseñanza periodística.
El momento es propicio para resaltar que el periodismo no se limita a la simple información, la visión del comunicador va más allá. Informar sobre los hechos, es la tarea inmediata del periodista, el asunto está, en cómo suplir esa información en un tono positivo. Cuando el reportero te dice qué sucedió ayer u hoy, llama a tu conciencia y funge como un orientador que advierte tus próximos pasos. El periodista es el motor de la opinión pública y se constituye en testigo de la historia.
En el marco del Quinto Festival de la Comunicación, la veterana Altagracia Salazar expresó, “Es para defender derechos que sirve el periodismo”.
El periodista Darío Caminero, escribió en su cuenta de Twitter, “¡Se Podrá ser justo, pero no independiente, objetivo, pero no imparcial la labor periodística es más compleja que como el mundo la ve!”.
En general, hay legiones de profesionales de la comunicación que ejercen con lucidez, que son verdaderos quijotes del oficio. Con todo y ello, hay quienes cubren con un manto impúdico el quehacer periodístico.
Peor aún, los principales medios de comunicación se prestan a la falsa, pretendiendo con ello, hacerse alegre a los intereses espurios del Poder político. Los propietarios de las empresas periodísticas, se resisten a ver los límites éticos del arte de servir información para alimentar la responsabilidad ciudadana. Tienen el poder que genera la información en sus narices, y cierran los ojos para tomar las migajas de la corrupción y la impunidad.
En consecuencia, a ese poder mendigado se resistió el Dr. Rafael Molina Morillo, sin insultar, denunció los excesos del gobierno y los desatinos de la oposición en cada momento. A pesar de su apego al periodismo como energía vital del cuerpo social, el Dr. Rafael Molina Morillo, gozó del respeto de los sectores más poderosos de la nación.
El momento es para resaltar la gloria del deber cumplido. Injusto sería dejar de regocijarse porque unos cuantos cobran en dólares como embajadores en Europa y siguen en el país tan campantes (…). De modo, que ser periodista honesto, transparente y defensor de los derechos ciudadanos es motivo de honra. Asumir el periodismo como el camino de un quijote, podrá llevarte a la tumba sin dinero acumulado. En cambio, dejarás un tesoro imperecedero a las generaciones futuras. De igual modo, quienes acumulen oro, solo abonaran el odio entre sus sucesores.
Sea pues, ejemplo a seguir el sacerdocio periodístico de Molina Morillo, Arturo Guerrero, Lipe Collado y los muchos que le antecedieron en el camino al sepulcro.