Tolerancia es dar el permiso a otros de actuar de acuerdo a los dictámenes de su conciencia y no acusarles por esta decisión.

Tolerancia es reconocer a los demás el derecho de expresarse de acuerdo a las leyes de libertad de expresión y difusión del pensamiento, aunque sus ideas estén en contraposición con nuestros intereses personales.

Tolerancia es comprender que cuando nos señalan errores cometidos, es muy probable que tengan la razón, lo cual debe invitarnos a una revisión de nuestros actos.

Hay personas que se molestan sobremanera cuando alguien les señala violaciones a la ley o a las buenas costumbres. Estas personas entienden que el o la comunicadora que hace la denuncia es el culpable de que la sociedad repudie sus malas acciones.

Sin embargo, si se discerniera sobre esta situación, la persona que comete el error o el delito debería comprender que el comunicador o la comunicadora no es culpable de que la sociedad repudie esas acciones incorrectas, sino que la culpabilidad hay que buscarla en la persona que cometió esas inconductas.

Todos debemos entender que si se anhela estar en paz con la conciencia y tener el reconocimiento de la sociedad como un buen ciudadano, el camino es actuar con justicia, transparencia, tolerancia y rectitud.

Ahora tenemos serios problemas en las familias porque en su seno se consienten las malas palabras, los insultos, los delitos, las malas costumbres y otras acciones negativas de los hijos, lo cual es sencillamente complicidad ante el error y se equivocan los padres que no corrigen temprano a su descendencia.

Muchos son intolerantes con comunicadores que simplemente cumplen con su deber, se atienen a lo que sus consciencias les dicta, son responsables con su profesión, ejercen un periodismo responsable y esto no es punible, todo lo contrario, es un verdadero acto heroico, en una sociedad que ha perdido los valores y está más inclinada a premiar lo incorrecto.

Son los propios actos delictuosos o contrarios a la rectitud los que inculpan a aquellos que los cometen. “Si alguien no quiere que algo se sepa, lo mejor es que no lo haga” reza un dicho popular. Y es que tarde o temprano lo mal hecho se sabe, es como si existiera una justicia invisible que saca a la luz aquello que no encaja dentro del orden del universo.

Por lo general, los comunicadores son los instrumentos para que se conozcan estos delitos, aunque también mucha gente responsable realiza denuncias que unas veces son tomadas en cuenta y otras no. Y los denunciados se ofenden, y al no poder callar el rumor público, se ensañan contra el o la comunicadora que realizó la investigación y nada más injusto, porque contra quien debiera emprenderse sanciones es contra la persona que produjo la infracción.

Atentar contra la vida de un comunicador serio y con una trayectoria de servicio como el periodista Fausto Rosario, no es sólo atentar contra su integridad física, sino también contra la libertad de expresión y contra el genuino derecho que tiene la sociedad de conocer aquellos actos que la corrompen y le roban sus anhelos y aspiraciones.

Es necesario soportar con entereza las situaciones desagradables que se desprenden de una actitud responsable, y toda la sociedad, a través de sus instituciones, debe apoyar a quienes tienen la valentía de enfrentar lo mal hecho, para que ellos puedan levantar el Trofeo de la Victoria, el cual simboliza el triunfo de la fortaleza espiritual sobre la impunidad y la intolerancia.