No cabe duda que el plástico ha hecho grandes servicios a la humanidad al aportar un material ligero, resistente, maleable, y económico, con una infinita aplicación en todas las actividades posibles, desde la compleja y avanzada aviación moderna, hasta el simple hecho de tomarse un café moviendo el azúcar con un triste ¨palito¨, o una cucharita. O cepillarse los dientes que antaño eran hechos de cerdas, o sea del pelo de los puercos, y ahora se han cambiado por fibras plásticas, mucho más higiénicas, eficaces y duraderas.
Y tampoco cabe duda ya de que el exceso de plástico está provocando uno de los grandes problemas que acusa el pateado y maltratado planeta día tras día porque su degradación puede durar miles de años, y algunos de sus componentes suelen ser tóxicos para el medio ambiente y por ende para los bípedos inalados llamados "sapiens" -a veces irónicamente- que lo habitamos.
Solo hace falta algún que otro "diluviecito" de los que nos gastamos por estos trópicos para ver nuestras costas, sobre todo las de la capital, literalmente inundadas de la más variadas clases de envases y objetos de plástico flotando -y hundido- es decir, de una inmensa porquería arrastrada sin piedad desde el interior por ríos, torrentes y cañadas.
En el mar, los ambientalistas, esos señores que siempre van anunciando apocalípticamente, y ya con bastante razón, que el planeta se está fuñendo sin remedio, han descubierto unos más que preocupantes basureros inmensos en sus fondos principalmente con ese mismo material que afectan la flora y fauna marina.
Vemos peces pequeños y medianos muriéndose atrapados en fundas, y peces más grandes como los sabrosos y grandes meros chernas o los tiburones muriéndose también porque han confundido las botellas o envases con aguavivas y otros de sus alimentos.
Así las cosas, creemos que es urgente una campaña mediática de "desplastificación" y sobre todo de auto concienciación para utilizar lo menos posible el plástico en nuestra vida cotidiana, en la laboral, y en lo comercial e industrial.
Uno de los millares de ejemplos, podrían ser las fundas de plástico que utilizan algunos de los diarios nacionales para una mayor preservación de los ejemplares que llegan a sus suscriptores. En verdad eso está muy bien y es un valor añadido porque en caso de lluvias, como en estas últimas semanas, pues el papel ya no llega húmedo o empapado como antes sucedía y que dificultaba y hasta impedía su lectura.
Pero pensemos. Si más o menos calculamos unos 100.000 periódicos diarios con ese envoltorio al mes – podrían ser muchos más- resultarían unos tres millones mensuales, y al año unos treinta y seis millones de fundas plásticas, las cuales son muchas, muchísimas unidades de contaminación sobre las que no se tiene control alguno y que con suerte acabarán vía zafacón en algún basurero público. Póngase usted a contarlas, uno, dos, tres, cuatro, cinco… y podría llegar a viejo, muy viejo, y aún no habría terminado. Proponemos que esos periódicos se enfunden solo cuando haya lluvias o muchas posibilidades de las mismas, cuando estén llorando las vaguadas que nos visitan u orinando las tormentas tropicales que nos apalean, pero en las épocas de sol que son afortunadamente mayoría en nuestro país, que los diarios vengan desnudos, a noticia descubierta, como lo han hecho antes durante tantos años.
Tal vez los recibamos con algún magullón, con alguna arruga, con alguna doblez causada por el sistema de lanzadera manual de su distribución motorizada a los que estábamos acostumbrados, pero con gusto los lectores lo admitiríamos de nuevo sabiendo que el impacto ambiental de sus fundas plásticas se reduciría notablemente, pues por cada día que llora el cielo, hay seis u ocho que predomina el astro rey.
Y además los diarios se ahorrarían algunos cheles. Cada funda, suponiendo que salgan a diez centavos, son unos cientos de millones de ellos que siempre caen bien tal como están de coviradas las cosas. Periódicos, analícenlo bien, el asunto, creemos, es fácil de llevar a cabo.
Y, lector amigo, DESPLÁSTIFICATE también lo más posible, que te sirvan el café en taza de loza o porcelana y cuchara de metal, evita o reduce el número de fundas del supermercado, prefiere el envase cristal al de plástico, y así mil cosas más. Es cuestión de pensar. El mundo, tus hijos, tú, y yo también, saldremos beneficiados.