Es raro e increíble a la vez, como algunas de nuestras decisiones terminan por significar poco o casi nada, mientras que otras llegan a gobernar el resto de nuestros días sobre la tierra.
Creo que ese pensar es común, para todo dominicano que llegó hace cuatro décadas. Pero igual lo es, para todo aquel que acaba de llegar, hace cuatro semanas. Esa decisión, de abandonar la tierra que lo vio nacer, sea por bien o por mal, es una que presidirá todos los escenarios y acontecimientos en lo adelante, mientras vida tenga.
Comparativamente y extrapolado a más de cuatro siglos hacia atrás, pienso que los llamados “peregrinos”, que arribaron al continente que le luego llamaran América, también depositaron sueños, esperanzas, objetivos, ilusiones y propósitos, similares a lo que nosotros o nuestros padres ensayaron, antes de partir hacia tierra desconocida, desde la media isla. Y es que, la época en la que llega el soñador, en realidad no altera el concepto del motivo por el cual este parte. El tiempo tampoco afecta el propósito de esa decisión. Ya fuese cuatro semanas o casi cuatro siglos, la moción que impulsó la idea, es la misma. La sobrevivencia, la ambición, las ansias, el temor, la incertidumbre, la desesperación y las inspiraciones que nos obligan a mirar hacia las estrellas en busca de respuestas, vienen todas atadas al designio. Y, por ende, su resultado siempre se expresa del mismo modo. De igual forma. Mirando hacia el frente con gratitud.
Cuenta la leyenda que hoy se hace costumbre, que un día de hambruna y desesperación, los nativos y los peregrinos, fueron bendecidos por alimentos inesperados. El favorable e inexplicable escenario, les permitió abandonar la ira y el desacuerdo, llevándolos a compartir sobre la mesa de la hermandad, como iguales. Allí, deleitaron de una cena compuesta por tubérculos, verduras, vegetales, frutas, granos, cereales y pavo. Y desde entonces, cada cuarto jueves de noviembre, aquí en los Estados Unidos, celebramos el Dia de Acción de Gracias. En armonía y paz, bajo el espíritu de la correspondencia. Y en familia.
Hoy la fecha designada, ha trascendido los arrecifes que la crearon, así como trascendieron los inmigrantes los suyos, para llegar aquí. Y aunque no sea por el mismo motivo, aunque si por la motivación, en los países vecinos, y ya en la misma Republica Dominicana, se está apartando un día, para agradecer y dar fe de gratitud.
Y es en este marco de partir en busca de nuevos horizontes y bajo el lema de agradecimiento, que opto por sobre-extender la lección, y darles un giro a fronteras imprevistas que, a pesar de tenerlas al alcance de nuestros ojos, en realidad poco las alcanzaremos.
En 1977, hace exactamente cuatro décadas, una sonda robótica llamada “Voyager 1” (Viajero Uno), fue lanzada desde esta misma Florida, para que abandonara los límites de nuestra envoltura atmosférica, con la misión de enviar imágenes de Júpiter y Saturno. Hoy se encamina al espacio interestelar, localizando y estudiando los límites del sistema solar, mientras fija su partida del hogar galáctico que hasta ayer la cobijó.
Así como giramos a echarle un último vistazo a la patria, a través de la ventanilla del avión. O tal como extendemos un último adiós, antes de abordar el carro, tren o bus, cuando nos despedimos de un ser querido. Así mismo, giró la sonda viajera, justo antes de dejar su casa interestelar. Y con ello, nos extendió la mayor de las lecciones, desde su lente. Imagen que dejara captada entre diptongos y adverbios, el científico Carl Sagan en sus palabras, “Un Punto Azul Pálido”.
Y ahí, “Desde este lejano punto de vista, la Tierra puede no parecer muy interesante. Considera de nuevo ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestra casa. Eso somos nosotros. Todas las personas que has amado, conocido, de las que alguna vez oíste hablar, todos los seres humanos que han existido, han vivido en él. La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de ideologías, doctrinas económicas y religiones seguras de sí mismas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y campesino, …cada madre y padre, cada niño esperanzado, cada inventor y explorador, cada profesor de moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie, ha vivido ahí —en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol.
La Tierra es un escenario muy pequeño en la vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades cometidas por los habitantes de una esquina de este píxel …cuán ávidos están de matarse los unos a los otros. Nuestras posturas, nuestra importancia imaginaria, la ilusión de que ocupamos una posición privilegiada en el Universo… Todo eso es desafiado por este punto de luz pálida. Nuestro planeta es un solitario grano en la gran y envolvente penumbra cósmica. En nuestra oscuridad —en toda esta vastedad—, no hay ni un indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos.
La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora, que alberga vida. No hay ningún otro lugar, …Nos guste o no, por el momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos. Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad, y formadora del carácter. Tal vez no hay mejor demostración de la locura de la soberbia humana que esta distante imagen de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos los unos a los otros más amable y compasivamente, y de preservar y querer ese punto azul pálido, el único hogar que siempre hemos conocido.”
Y retorno a mi inicio. Es raro e increíble a la vez, como algunas de nuestras decisiones terminan por significar poco o casi nada, mientras que otras llegan a gobernar el resto de nuestros días sobre la Tierra. Dejarla. Quedarme. ¿Que ha uno de hacer?
Si algo nos enseña esa gobernante decisión, es que por más que nos alejemos de nuestra tierra, aún seguimos en la Tierra. Pues a pesar de que arribamos de diferentes naciones, en realidad, somos los miembros de un solo planeta. De un punto azul pálido. Uno que solo florece bajo los parámetros de la humildad y el agradecimiento.