Cuando se le piden sus consejos para que una empresa sea próspera y nunca se vaya a la quiebra, el señor José Luis –Pepín– Corripio indica que su estrategia en ese sentido es de fácil aplicación. Su técnica consiste, dice él, en que las empresas vayan ganando “todos los días un chin”, es decir, en que la ganancia diaria neta debe ser aunque sea de un centavo, “pero hay que ganar, nunca perder…”.
El beneficio o ganancia de un poco día por día va convirtiendo las empresas en un monstruo de solidez, prosperidad (bonanza). Al momento de hacer un balance cada tres, seis meses o a fin de año sus propietarios reciben pingues beneficios.
Para evitar la quiebra u obtener la ganancia bajo la estrategia de “todos los día un chin”, Corripio sugiere que hay que ser metódico, consistente y con buena disposición a trabajar, de ser necesario, “25 horas al día y los ocho día de la semana”. Esto es por así decirlo de forma literal, ya que el día tiene 24 horas y la semana siete días.
Las empresas que conforman el poderoso “Emporio Corripio” nunca se van a la quiebra, pues él cuenta que su táctica para evitar esto es “diariamente manejar, administrar las empresas como si fueran a quebrar, como si tuviesen en medio de una crisis económica y hay que mantenerse a flote en medio de una serie de medidas de emergencia”. Así, agrega, se evitan los gastos innecesarios y se van aumentando las ganancias de forma astronómica con la combinación de la estrategia de “todos los días gana un chin y el gasto mínimo diariamente”.
De esta forma, cuando realmente llegue la crisis económica provocada por problemas en el mercado local, internacional o por acciones de dificultades en general, sus empresas ni se enteran de los problemas. Sin embargo, sus competidores en el mercado sufren los embates de la inestabilidad y quiebran.
“El gancho de la tarjeta de crédito”
Siempre hablando de forma pausada y muy metódica, Corripio advierte que lo de las tarjetas de crédito y su proliferación es un “gancho para las personas”. Sostiene que los usuarios comienzan a incurrir en gastos innecesarios y al final de la jornada terminan endeudados y con todos los caminos cerrados, sin crédito en los bancos, farmacias, tiendas y demás. Las propias empresas que les facilitan las tarjetas de crédito, cuando los usuarios les incumplen se encargan, de forma injusta, de meterlos en un sistema que no pueden hacer ningún tipo de negocio ni para subsistir, afirma.
Todo esto es porque el empleado o la empleada gastan más de lo que gana, al ser motivado por una sociedad de consumo con propagandas las 24 horas al día. En conclusión, no cree en el uso de la tarjeta de crédito (y el que la tenga le recomienda un comportamiento de suma cautela) por que incitan al consumo innecesario, endeuda las personas, es decir, se convierte en un dolor de cabeza que les hace más mal que bien a los usuarios.
¿Cuándo comprar una casa y un carro?
Este prospero empresario advierte que la razón por la que la mayoría de los jóvenes usualmente se meten en problemas económicos es porque, “empujados por el medio en que viven”, se compran un vehículos sin tener el debido soporte económico”. Citó que el caso que él, siendo joven, se compro un carro 15 años después “que lo podía comprar”. Además de que es necesario estar preparado económicamente, aclara que un carro no se puede ver como un lujo sino una necesidad; y también debe ser visto o colocado en el orden prioritario. Es que muchas veces se compra un vehículo y realmente no es una prioridad o una necesidad, un instrumento de trabajo, sino un lujo, dice Corripio. “Igualmente, me compré una casa 15 años después que la podía comprar, me compre un carro 15 años después que lo podía compra”.
Narra que en la casa de sus padres muchas veces él y su papá tenían que subirse al techo “a tapar las gateras y eso me dio el ejemplo de mi padre de que hay vivir en austeridad y con suma humildad”. Añade que luego, cuando realmente estaba preparado económicamente, se compró su casa.
Fuente: parte de estos datos lo tome de una conversación muy distendida que sostuvimos el periodista José Campusano y yo con el señor Corripio en el Palacio Nacional, luego de un acto en el Salón de Embajadores.