El cristianismo de la Civilización Occidental, conmemora este año, 2015, la fiesta de Pentecostés, el domingo, 24 de mayo. Esta celebración es porque cincuenta días después de la resurrección del crucificado Jesús, el Cristo, se manifestó el derramamiento de Espíritu Santo sobre sus apóstoles y seguidores.
El libro de los Hechos de los Apóstolos 2: 1-21 (Nueva Versión Internacional- NVI), nos narra el singular evento de la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles y los congregados que estaban juntos en el mismo lugar. “De repente, vino del cielo un ruido como el de una violenta ráfaga de viento y llenó toda la casa donde estaban reunidos”.
Ese acontecimiento fue la acertada manifestación del cumplimiento de la profecía de Joel 3:4; pues, en verdad fue un “día grande y esplendoroso”. Mucho más que eso, fue la realidad afirmativa de la promesa hecha por Jesús en el Evangelio según San Juan 15: 26-27: “Yo les enviaré de parte del Padre, el Espíritu de verdad… y darán testimonio porque han estado conmigo desde el principio”.
Poco antes de su ascensión, Jesús prometió enviar el Consolador, el Espíritu de Verdad, y señaló que: cuando venga convencerá al mundo de su error en cuanto al pecado, y a la justicia; además indicó que: los que creen en el Señor, el “les guiará a toda verdad”.
Grandes cosas sucedieron en ese mismo momento de Pentecostés: “todos quedaron llenos del Espíritu Santo, comenzaron a hablar en otras lenguas…”; pues, allí presente habían personas de todas partes del contorno Mediterráneo, y esta gente se quedaron sorprendidos al oír hablar de las maravillas de Dios, en su propia lengua, en labios de los apóstoles que eran de Galilea, o sea, personas sin mucha cultura, y conocedoras de múltiples idiomas.
Por otro lado, la presencia y el poder del Espíritu Santo, inspiró y motivo a los Apóstoles a reafirmar su fe en Jesús, y dar testimonio de que lo que estaba sucediendo era anunciado por el profeta Joel, cuando dijo, que Dios “derramaría su Santo Aliento sobre toda la humanidad”. (Joel 2: 23)
Allí en esa hora y lugar, se confirmó y concretó que: Dios ha resucitado a Jesucristo a quien crucificaron, pero ha hecho que él sea, “Señor y Mesías”: Ante ésto, Pedro enfatizó el aclamado primordial de la cristiandad: “Vuélvanse a Dios y bautícense cada uno en el nombre de Jesucristo, para que Dios les perdone sus pecados, y así Él les dará el Espíritu Santo.” (Hechos 2: 38).
Al conmemorar un nuevo aniversario de Pentecostés, se necesita de manera palpable, el impulso, inspiración y guía del Divino Espíritu de Dios; por tanto, rogamos que sea derramado de nuevo, sobre todo el pueblo a fin de que seamos renovados en espíritu y verdad. Por tanto, rogamos diciendo: Venga a nosotros el Espíritu Consolador. Danos paz con libertad, tranquilidad mental, justicia con dignidad, bienestar social, fe para fortalecer la confianza, esperanza para proyectar con clara visión, y amor para estar en intimidad con Dios, el prójimo y uno mismo.