En esta semana fui invitado a participar como ponente dentro del simposio realizado por el Seminario Pontificio Santo Tomás de Aquino dedicado a reflexionar sobre la filosofía en República Dominicana.

La historia del pensamiento dominicano ha estado marcada por una tradición intelectual conocida como “pensamiento pesimista dominicano”. La investigadora social Josefina Zaiter la caracteriza por:

  • Poseer una noción eurocéntrica del progreso para evaluar el proceso histórico de la nación dominicana. (Europa es el referente absoluto de la historia universal y nosotros debemos seguir los pasos en el trayecto que aquella marca).
  • Su infravaloración de los valores africanos que han conformado nuestra historia. (Se piensa que lo negro atrasa y es un obstáculo para nuestro desarrollo).
  • La construcción de un imaginario de Haití como “movilizador de la dominicanidad”. (Nuestra identidad se configura a partir de nuestra oposición a Haiti, la amenaza siempre latente).
  • Nuestra incapacidad casi-innata para autogobernarnos requiere de una “mano dura” que imponga el orden. (Pues “nuestras tendencias negroides” llevan a la disolución).

Habría que agregar estas otras caracterizaciones señaladas por el pensador jesuita Jesús Zaglul:

  • La vision esencialista de la identidad. Esto es, la idea de que la identidad constituye un conjunto de rasgos atemporales que deben ser preservados de la contaminación que provoca el contacto con la migración extranjera.
  • La infravolaración de la cultura popular. (Solo se valora “la alta cultura” practicada por las élites.
  • Una interpretación no problemática de la “nación-cultura-sociedad dominicana”. Esto es, una narrativa sobre la historia de la nación dominicana que obvia la compleja red de relaciones y procesos que han configurado nuestra constitución como sociedad.

Opuesta a esta tradición, una vertiende del pensamiento social dominicano, liberal, ha cuestionado los supuestos anteriormente señalados y ha intentado repensar la identidad dominicana en términos más dinámicos, históricos y democráticos.

En términos dinámicos, porque asume lo dominicano conformándose en el tiempo y variando a partir de los distintos procesos sociales e intercambios culturales.

En términos históricos, porque la identidad dominicana no es concebida como un conjunto de cualidades existentes desde el origen de la nación y permanentes hasta el final de los tiempos.

Y además, en términos democráticos, porque nuestros problemas de auto-gobierno no son el producto de una incapacidad genética, sino un mal histórico superable cuando seamos capaces de modificar la estructura social caudillesca que ha cerrado los espacios de realización ciudadana.

A diferencia de la tradición conservadora del pensamiento social dominicano, la vertiente liberal asume que los males sociales de la nación dominicana son el producto de procesos históricos modificables, no inherentes a la biología que nos consituye. Es una idea importante que lo cambia todo: no somos un producto acabado de la biología ni del destino, sino un proceso dinámico de autodefinición que podemos modificar con nuestras actitudes y acciones