A partir de los aportes del educador brasileiro Paulo Freire nuevos conceptos fueron asumidos en la ciencia de la educación. Como si fuese un cliché se puso de moda el tema de pensamiento crítico o conciencia crítica.
La educación crítica es aquella que capacita el ser humano para preguntarse por los hechos que suceden y cuestionarse por las explicaciones y las concepciones valorativas que recibe de la sociedad.
El y la estudiante es capaz de analizar estas explicaciones y valoraciones sobre la sociedad; es capaz de aceptarlas o rechazarlas parcialmente o en su totalidad.
La educación crítica incluye la posibilidad y el esfuerzo por construir nuevas explicaciones sobre los hechos de la naturaleza y de la sociedad basadas en nuevas afirmaciones valorativas lo que a su vez implica la construcción del conocimiento.
La educación crítica constituye a los sujetos con capacidad para:
- Ver y comprender la situación social, económica y política.
- Juzgarla desde el punto de vista de los intereses de la mayoría empobrecida.
- Trabajar para cambiar esta realidad social a la que estamos sometidos.
Cuando hablamos de conciencia crítica lo hacemos desde la perspectiva' de la transformación social, apuntamos a la construcción de un proyecto alternativo en el cual la mayoría tenga la posibilidad de realizarse como persona.
Podemos tener dos posiciones globales ante la vida, dos maneras de relacionarnos:
El individualismo y la- Pro-existencia o defensa de la vida. Cada una de ellas se apoya en unos valores determinados que las hacen posible.
Si nuestros valores y propósitos deseables son el poder como imposición o dominio, la riqueza, la competitividad, estamos en posición de individualismo.
Si nuestros valores son el servicio, la solidaridad, la justicia, estamos en posición de proexistencia
Sin embargo siempre me he preguntado ¿cómo nuestras universidades y el sistema educativo en sí forjarán un pensamiento crítico sin han prescindido de asignaturas como la filosofía que propicia la capacidad de cuestionar? No puede haber conciencia crítica si no se está en condición de cuestionar la realidad.
El papel de la universidad es promover la confrontación de ideas, evaluar los resultados de la investigación con otros académicos e impartir nuevos conocimientos a los/as estudiantes. La libertad de expresión resulta entonces fundamental, ya que permite conservar un sentido de humanidad común y mantener la tolerancia mutua y la comprensión que apuntala cualquier sociedad libre. Eso, por supuesto, lleva a que las universidades sean peligrosas para los gobiernos autoritarios, que buscan contener su capacidad de proponer preguntas difíciles e intentar responderlas.
Pero la intolerancia hacia el debate, la discusión y ciertas ramas específicas de erudición nunca debe ser aceptada. Como nos enseñó el gran filósofo político Karl Popper, con lo único que debemos ser intolerantes es con la propia intolerancia. Esto es especialmente necesario en las universidades.
Lo que hemos visto en los últimos años es que existe una intención de forjar una sociedad pasiva, alienante, individualista, que no piense en el bien común y solo tenga intención de crear riquezas sin importar cómo. La lógica parece basarse en que los/as estudiantes, sobretodo de la Universidad estatal, apoyan fuertemente las protestas prodemocráticas y la promueven desde ese espacio. La UASD es la única universidad vigente donde todavía los/as estudiantes se rebelan contra el sistema cuando el objetivo ha sido callar toda voz que se levante cuestionando el status quo, por ello, la universidad donde estudian estos “inadaptados sociales” deben ser puestas en vereda. Pero los gobiernos y el mismo sistema educativo, me parece que se equivocan.