“Por más que quieras fingir o disimular,
Tu conversación y tus acciones
Revelan lo que eres”.
Las peñas donde participan políticos, aspirantes a lo mismo, fanáticos y enfebrecidos de esa profesión, por lo regular se convierten en un real torbellino de ideas, sueños, utopías y enfermizas posiciones que tienden a tratar de justificar por cualquier medio o argumento, todo lo injustificable producto del accionar de sus “líderes” preferidos.
Pero ya está más que probado que todo se queda en palabras vacías que solo sirven para pasar el momento, teorías que sobreviven en la oratoria sin que lleguen nunca a constituir algo concreto, vamos a decir, a coronarse. Todo esto, a menos que le digamos a los políticos, siempre y cuando estén dispuesto a cumplir, las palabras que dirigió el Papa Francisco a los nuevos Cardenales en el momento de darles la bienvenida al círculo selecto de los Príncipes de la Iglesia Católica y que tendrán en determinado momento la responsabilidad de elegir el próximo Papa. “Les pido que dejen de lado su orgullo, envidia e intereses personales y sirvan con caridad”, recomendó.
Aunque este mensaje fue para los nuevos, por igual les cabe a los viejos Cardenales, a pesar de que loro viejo no aprende hablar. Lo mismo que sucede con la inmensa mayoría de nuestros políticos, tanto viejos como nuevos, que últimamente parecen más un grupo de chismosos de barrio pobre que enjundiosos dirigentes formados para conducir esta nación.
Es verdad que lo vulgar nos ahoga, la simpleza es la norma, la improvisación se impone a los planes, sean a mediano o largo plazo. La inequidad se soslaya en maldades y cada día aumenta la falta de asombro ante el irrespeto a las normas y la sociedad se comporta como si fuese un zombi ante los hechos bochornosos y los horrores que a diario producen los políticos y dentro de los cuales obligan a vivir a esta sociedad.
Ya no basta con rezar para implorar un milagro, un cambio, ni pedir a los políticos que cambien. Ya no basta con votar en busca de un nuevo modelo conductual porque todo es lo mismo. No basta con marchas y piquetes para protestar por este desmadre de política. No bastan huelgas pendejas en busca de intereses particulares, como las de médicos y empresarios del transporte. No basta con quemar gomas o el triste episodio, ya desparecido, de atentar contra los más infelices y no culpables, como es la situación de militares y policías.
Definitivamente, el desprecio de la clase política por la decencia, institucionalidad y transparencia de la cosa pública va más allá de la prepotencia y la indolencia. Y lo peor del caso es que nada se hace con tratar de someterlos a la justicia, porque cual si fuera un juego de béisbol son dueños del terreno, los guantes, las pelotas y, sobre todo, de los árbitros.
La lista es larga de lo que este pueblo está soportando para poder arreglarse con vocinglería. Lamentable pero es así. Los temas sobre el vergonzoso, privilegiado e indelicado barril no les importan un bledo; la aplicación de la abusiva ley de hidrocarburos mucho menos, la transparencia e informe sobre el desempeño de la Refinería de Petróleo es un tema tabú, los descarados subsidios de combustibles es la mayor muestra de falta de autoridad para aplicar las leyes, los millones que regalan a los partidos políticos y los ventorrillos, ventosas, parásitos o entelequias son simplemente intocables mientras al pueblo lo cargan de impuestos para pagar esa vagabundería, y el famoso contrabando de combustible nadie sabe cómo llega, a pesar de que muchos de los que participan en este sucio negocio hasta están aspirando a ser “elegidos” en lo que sea desde hace mucho tiempo –con ese dinero- pero a ser elegidos. ¡No J…s! ¡Si señor!