Las sociedades marcadas por la colonización, expresan de múltiples formas la cicatriz colonial: sea en el discurso, la imagen construida sobre sí mismo, la práctica social o los elementos visibles de nuestro fenotipo. Los pueblos sometidos a un patrón de dominación, terminan arrastrando consigo esquemas, estereotipos y formas propias del colonizador. El inconsciente traiciona en ocasiones su propia condición social.

Es así que desligarse de la impronta colonizadora se ha convertido en un tema de investigación, de curiosidad para estudiosos y de especialistas. La descolonización tiene diversas miradas. Lo colonial se hace presente de distintas maneras y por eso su abordaje cuida el discurso, las palabras, los conceptos, las percepciones y hasta la forma de desmitificarlo.

La lucha hoy de muchos pueblos anteriormente colonizados, es cómo desligarse de su pasado sin que ello implique su propia negación, dado el hecho de que de ese pasado somos portadores también. En la lucha por existir y reafirmarnos como sociedades, la colonización hizo metástasis en la epidermis social, y si bien negamos, también  nos reconocemos como parte de ese pasado colonial que sirve para explicar lo bueno o lo malo, pero también, sirve para enseñarnos por dónde caminar para encontrar el camino de la descolonización y del desenlace histórico, para poder explicarnos desde nuestra piel, nuestra memoria social y nuestro inconsciente.

Encontrarnos con el pasado de forma crítica no nos libera de los traumas, no contribuye a construir sin resentimientos la otra historia. Los temas coloniales resemantizados se reiteran, la raza, el esclavo, el negro, el salvaje, la mujer como sujeto social, el campesinado, el ignorante, el bello, el bonito, el pelo malo, el pelo bueno, el fino y el ordinario, el haragán y el diestro, el promiscuo y el organizado y controlado.

Descolonizar el pensamiento es recomponer las ideas y repensarnos desde la condición de pueblos caribeños

Estos estereotipos ayudaron en su momento al dominador a construir una sociedad sumisa,  a seres humanos atados a su inmediatez, y a su cotidianidad fragmentada, en los abusos del poder y al colonizador, visto como suprior e invencible.

En una palabra nos colonizaron económica, social, cultural, psíquica e intelectualmente. El adoctrinamiento fue completo y ha dejado su secuela. Liberarnos del pasado con convicción, sin rencor ni resentimientos, ni tampoco oponibilidades se convierte en la tarea más compleja del pensamiento y la reafirmación de las sociedades antaño colonizadas.

Pertinente la descolonización porque contribuye a despejar nudos, conflictos de pertenencia, identidades centrífugas y reafirmaciones que a veces se hacen desde la epistémica convencional, por tanto, igualmente colonial.

La vieja polémica del pelo rizado y lacio, ya superada en la antropología biogenética, se traslada al discurso para justificar acciones desmedidas y patrones de bellezas conflictuados en sociedades mutifenotípicas. Qué nos arroja la dicotomía entre pelo bueno y pelo malo? una recuperación del viejo orden colonial que reducía las diferencias raciales a partir del color de piel y las formas del pelo, muy recurrente en nuestro país como frontera entre aquel que se considera de perfil caucásico y el otro que se ve como parte del mundo afrodescendiente.

Reducir la diferencia racial al pelo o al color de la piel es una reproducción de viejos esquemas y estereotipos coloniales que como nos afirma el folklorista Fradique Lizardo, producían un listado de categorías  a partir del color de la piel, el pelo y otros rasgos menores, proyectándose esta forma colonizada de categorización a las sociedades actuales…tercerón, cuarterón..

El pelo no es bueno ni malo, sino que responde a circunstancias propias de evolución de determinadas poblaciones que en su esfuerzo por adaptarse, modificaron su código genético que le permitiera esas adaptaciones. Por tanto trasladar una discusión de orden existencial y de sobrevivencia, a un discurso ideológico de patrones estéticos y de herencias fenotípicas, es un contrasentido.

En nuestra sociedad dominicana la cercanía o lejanía racial se mide en función del color de la piel y el pelo, por eso la insistencia de nosotros como pueblo en mantener siempre domesticado el pelo, que nos ha dejado el beneficio de convertirnos  en los mejores estilistas del mundo y los salones de belleza, en un pujante emprendimiento micro empresarial.

Tanto influyen estos estereotipos coloniales en nosotros que se cree que quien reside en EU se blanquea. Descolonizar el pensamiento es recomponer las ideas y repensarnos desde la condición de pueblos caribeños, mestizados, con una diversidad étnica y fenotípica, en la que ni el color de la piel, que al fin y al cabo es un pigmento, ni el pelo mota que permite mayor transpiración por sus poros, determinan su marco identitario, pues al fin y al cabo, somos lo que hacemos, no   lo que pensamos. Por eso las identidades conflictúan, el ser real, del ser imaginario, como un tema permanente entre la esencia y la existencia del individuo y su cultura. Por eso la identidad nuestra atraviesa los necesarios procesos de revisión de una descolonización del pensamiento, así como la percepción que tenemos de nosotros mismos, de nuestros valores culturales y de su imaginario en sentido general.