Posiblemente no es una marca cultural “prioritaria” frente a los macro temas de la opresión hacia las mujeres; pero en la comprensión de que desde tiempos inmemoriales se le asignaron cualidades de “bueno” o “malo” al pelo lacio y al pelo crespo, podemos entender que hay un problema que se engrampa en las estructuras de dominación y construye un imaginario en el cual el pelo rizo o crespo dejado al natural, es un problema. Y no es un argumento baladí asociarlo a un problema de clase y raza, no es coincidencia que esto ocurra con un tipo de pelo que es herencia negra.

Quiero escribir sobre esto, en un abordaje lejano de lo académico, voy a preferir quedarme en lo anecdótico, porque pienso que es desde ahí que podríamos entender las transformaciones y las resistencias.

A los 14 años me deje el pelo suelto y natural. Lo que en esa época se nombraba de forma despectiva como un “Pajón”, expresión que ahora en el proceso de reapropiación de palabras que se usaron para discriminar, asumimos con agrado y expresamos nuestro gusto por el pajón. Ya mi amiga y poeta Zaida Corniel, había tomado esa decisión, y estábamos en nuestro Imperio de Salcedonia, rompiendo esquemas y aceptando las criticas de nuestras madres, sobre todo porque sufrían la presión de otras madres. De las niñas se esperaba que tuvieran el pelo muy estirado, en moños o trenzas con lazos (no trencitas, una o dos, agarradas con cintas o coletas). A los 15 años, estaba el “ritual” de alisar el pelo con esos productos que nos quemaban el cráneo y olían a “diablos”, los únicos rizos aceptados eran las colas y medias colas de bucles llenos de laca, que nos hacían para las fiestas.

Luego vino el estudio en la universidad, unido a la necesidad de trabajar (en la casa no había dinero para darme el “lujo” de solo estudiar en la capital, y que del pueblo mandaran…) y era suficiente la adaptación, el aprender a transportarme, el trabajo y estudiar, para también resistir la presión sobre el pelo. Y llegó la época de los alisados, del salón permanentemente, de los rolos, del blower, de los tubis, de las anchoítas. De que si el pelo  estaba “feo” no se podía salir;  de no bañarse en la piscina o en la playa, porque habías ido al “salón”; de tratamientos fuertes, porque el pelo se salía, de la keratina que me dejó casi calva, y luego de gastar miles y miles de pesos en recuperarla cabellera con tratamientos carísimos y a los que hay que dedicarle muchísimo tiempo; y  volver a alisarte y a las múltiples formas de “esclavitud” que significa tener el pelo lacio, para las que lo tenemos rizo.

La última vez que me quedé casi sin cabello, fue hace dos años para mi 50 cumpleaños, un alisado me lo volvió a tumbar, a pesar de que me lo hice en uno de los establecimientos mas caros de la ciudad… ahí entendí que ya estaba bueno. Que no me era posible continuar aceptando la imposición social de tener el pelo lacio, que mi pelo natural es hermoso, y que es mi pelo. El proceso fue difícil… en el trabajo llegaron a decirme que mi cabello parecía una “basurita”, un señor que fue a visitarme a mi oficina, al verme no tuvo ningún pudor en dudar de que yo fuera abogada, quizás socióloga o antropóloga, pero abogada, nooooo, las abogadas no se ponen ese Pajón así… Y una señora en una posición de mayor jerarquía, aunque no era mi jefa, me expresó su incomodidad con mi decisión, porque eso podía influir en otras mujeres de la oficina y convertir la sobriedad con que se exige vestir en mi espacio laboral en un relajo.

Toda esta anécdota, para hacer saber que dejarse el pelo natural, no es una “moda”, no es un resabio trasnochado, no es una locura. Tener que aclararlo y sufrir tantos comentarios despectivos es la mejor evidencia de que algo está mal. Mi pelo es rizo, y lo voy a dejar al aire libre y hermoso, alborotado y autónomo, porque esa es la que soy. Y si alguna vez quiero peinármelo lacio, también lo haré, pero no para ser “formal”, no para estar “adecuada”sino porque me da la gana de hacerlo y puedo.

En fin, dejen de meterse con el pelo y como lo peinas, y así no será necesario hacer campañas y denunciar discriminaciones. Significará que ninguna niña es expulsada o amonestada por el peinado, que en ningún espacio laboral consideraran que eres un “mal ejemplo” por la decisión de dejarte tu pelo natural. Si les parece una discusión poco trascendente, esto de hablar sobre el pelo, no solapen las discriminaciones, por favor.

Asumo mi pelo natural con orgullo y altivez.