Hay gente en este país, en la oposición como en la esfera oficial, que no mide las terribles consecuencias que tendría una eventual destitución del presidente Danilo Medina, como se reclama en estos días dentro del marco de la lucha cívica contra la corrupción y la impunidad. Si llegara a ocurrir, el expresidente Leonel Fernández no tendría que esperar las elecciones del 2020 para regresar al poder, y por once años, porque lo que restaría del actual mandato no se le contaría para los fines de reelección.
Cuando escucho y leo sobre ello en los medios y en las redes, me pregunto si la clase política y algunos líderes de opinión que han hecho de ese reclamo una cruzada, no habrán perdido el juicio. Y digo esto porque si la presión social obligara a una salida del Presidente, el artículo 130 de la Constitución que establece la forma de sucesión vicepresidencial, le allanaría al señor Fernández su anhelado regreso a la Presidencia.
En ausencia del Presidente, la Vicepresidenta asumiría el cargo con la obligación de someter a la Asamblea Nacional, en el plazo de 30 días, una terna para llenar el vacío vicepresidencial. En caso de que no lo hiciera, le tocaría a la Asamblea Nacional, bajo el control del Partido de la Liberación Dominicana, tomar la decisión. En esas oscuras y desestabilizadoras circunstancias, los peledeistas podrían seleccionar al presidente del partido para llenar el vacío vicepresidencial (¿ y a quién otro que no fuera Fernández?). Pudiera ocurrir entonces que la presión partidaria obligara renunciar a la Presidente para que el Vicepresidente recién designado ocupara su puesto. Y nada de extraño tendría que en compensación por tan notable sacrificio, se le nombrara de nuevo en la posición en la que ha realizado un magnífico trabajo social.
No digo que esto ocurriría necesariamente, pero es una espantosa posibilidad dentro del marco establecido por la Constitución.