Según el Centro Regional de Estrategias Económicas y Sostenibles –CREES- el país de República Dominicana está destinando de sus ingresos totales el 48% al servicio de la deuda pública. En otras palabras, estamos hablando de que casi la mitad de los ingresos que recibe el Estado dominicano se usa para pagar interés y capitales de compromisos por endeudamiento.
Esto significa que en cualquier ¨modo gramatical¨ que se conjugue la acción: participio pasado, gerundio o el presente indicativo la operación compromete, ipso facto, el futuro del sujeto que en ocasión ni siquiera ha nacido, por ende, no participa de la firma de la obligación, más quedaría atado por disposición de la autoridad que en su momento gobierna la nación.
En efecto, cuando un gobierno se dispone a firmar un contrato de endeudamiento tiene que tener la suficiente argumentación para hacerlo; por lo que los acuerdos contractuales, acarrearía consecuencias de manera directa a la estabilidad económica, emocional y espiritual de las personas.
En tal sentido presupone que los Estados, principalmente en economías débiles, como la nuestra, el objetivo primordial debe ser la atención primaria de la gente y su satisfacción. (El desarrollo de los pueblos no es la cantidad de trenes, ferrocarriles, autovías, infraestructuras… desde luego que todo esto es necesario; aunque el desarrollo en sí de los pueblos esencialmente es la calidad de alimentación, salud, educación y conocimiento que provee el estado a los nacionales.
Entonces resulta que la amortización a la deuda pública, disminuye toda posibilidad a los gobiernos de maniobrar a favor del bienestar de las personas. Por esta razón, el Gobierno dominicano debe revisar la política de endeudamiento. «La República Dominicana le debe a titirimundati» Les debemos dinero a todos los santos, y las velas votivas que les pusimos a esos mismos santos la cogimos fía¨. Por ejemplo: En los últimos 17 años la deuda pública consolidada creció a más 850% alcanzado niveles insospechados y, lo asombroso de todo esto ha sido como la deuda pública se ha vuelto obesa al pasar de US$4,460 millones en el 2000 a US$42,378 millones hasta febrero de 2018.
Al parecer es muy fácil tomar un préstamo y como tal, para los Presidentes se ha convertido en una actividad viciosa que no le importa a nadie la condición, ni la tasa de interés del préstamo, ni a quien se le debe ese dinero. Se parece a la cultura del pícaro que no pretende pagar a nadie: ¨si es prestado está todo bien¨.
Desde mi punto de vista, de seguir la carrera de ¨préstamos innecesarios¨ en poco tiempo perderemos nuestra soberanía como país. Perder la soberanía significa: que nuestros derechos colectivos serian enajenados a favor de la autoridad extragobierno. Estaríamos a merced de los caprichos propiamente de los proveedores. (Posiblemente pasaríamos a ser mercados propios o simples plantíos económicos de mecenas y empresarios. Aún más, de darse el caso, el estatus migratorio de los inmigrantes haitianos en el país, cambiaria a su favor).
El país acaba de asumir un préstamo de mil millones de dólares, de los cuales 600 millones de dólares son como resultado de la visita del Presidente dominicano junto a su comitiva a la segunda potencia económica del mundo, que de inmediato le propinaron un pellizco a los chinos.
Sr. Presidente todavía estamos a tiempo de rencausar este camino de perdición. La deuda por el momento está en el 48% y tenemos la experiencia de otros países que se endeudaron hasta el 70% del total de sus ingresos: Los ciudadanos están estancados, viviendo con precariedad. Y nosotros no debemos de llegar hasta esos niveles infrahumanos para ponerle un freno a la situación. (Excúseme de nuevo Sr. Presidente; permítame recordarle que los chinos saben prestar su dinero, no cogen corte con su ¨cuarto¨ y revientan a cualquiera que trata de hacerle una fullería).