Quisiera imaginar que el pasado veintitrés de octubre, cuando Pelé se disponía a soplar las ochenta velas de su pastel, el Mariachi entonó el clásico de José Alfredo Jiménez, El Rey. No había canción mejor: «Con balón o sin balón, he hecho goles de mil formas y mi palabra es la ley».

Quisiera imaginar que ese día memorable, los guitarrazos empezaron a sonar desde muy temprano: «Despierta Pelé despierta, mira que ya amaneció…». Por el Covi-etcétera, escuchó a los músicos desde lejos, sin siquiera salir de su casa y recibió incontables felicitaciones virtuales. Veamos: Compañeros que alguna vez vistieron la verdeamarela como Romario, Ronaldo, Zico, Taffarel, Rivaldo; los cantantes Gilberto Gil y Andrea Bocelli. Asimismo, las hermanitas de la caridad (léase Conmebol y FIFA), pusieron videos, fotos, frases celebratorias; el Club de sus amores, el Santos de Sao Paulo, donde jugó por dieciocho años, además presumió un sello postal conmemorativo y Diego Armando Maradona, el otro 10 sin par, puso en su cuenta de Instagram: «Quiero sumarme a este homenaje universal, muy felices 80 años de vida Rey Pelé».

Veinte años no es nada, canta Gardel en un tango. Azares de la vida, entre Diego y Edson Arantes hay esa cifra redonda, diferenciada sólo por una semana. Si nos asomáramos a sus pasaportes, en el apartado `fecha de nacimiento`, leeríamos: 23/10/1940 y 31/10/1960, respectivamente. Cuando se conocieron, a fines de los setenta, uno acaba de retirarse con honores y el otro empezaba a brillar. «Cuida tu cuerpo, cuida tus entrenamientos», le dijo en tono sacerdotal, el brasileño al argentino; pero volvamos a la «excelsa» FIFA que, para no entrar en polémicas, nombró a ambos, Mejor Jugador del siglo XX. Quién es mejor, Diego o Pelé; Pelé o Diego, los dos. Se entiende su salomónica decisión, lo suyo, lo suyo, lo suyo, es el negocio, los dólares, no el futbol, no el deporte, no las personas…

O Rei, como muchos ídolos, nació en un hogar humilde, con más necesidades que confort, en un pueblito de resonancias poéticas: Três Corações, en Mina Gerais, al sureste del país. ¿Quién le enseñó a patear con ambas piernas, a burlar rivales, a anticiparse, a rematar de cabeza? ¿su papá? Ya que Dondinho, también había sido jugador y de mucha clase. Llegó a defender los colores del Atlético Mineiro hasta que, lo típico, una lesión lo alejaría de las canchas y la familia empezó a sufrir estrecheces.

Quisiera imaginar que aquel niño, a veces se olvidaba de bolear zapatos y en lugar de trabajar, se ponía a darle de patadas (mejor dicho, caricias) a la pelota, en el barrio. Muchas veces paraba goles en lugar de hacerlos y pedía a los amigos que le dijeran igual que a su ídolo de entonces, el portero del Vasco: Bilé, pero, ya sea porque no lo pronunciaba bien o por la algarabía propia del futbol, se lo cambiaron y empezaron a llamarle Pelé.

Mi padre hizo algo que yo nunca conseguí, meter cinco goles de cabeza en un partido, diría en cierta ocasión. Supongo que fue lo único que le faltó, o casi. Tampoco desplegó su encanto en las ligas europeas, pues a decir de Eduardo Galeano, el gobierno de Brasil lo declaró tesoro nacional y prohibió su exportación. En cambio, lo sabemos, hizo lo más difícil: ser tricampeón mundial: en Suecia 58, Chile 62 y México 70 y, nadie como él, enviaría tanto «pasecito a la red» con la seleçao. Neymar le sigue de cerca, pero en los juegos de verdad, se ha vuelto invisible o ausente.

En el 58, la resaca del Maracanazo estaba demasiado fresca y Brasil llegaba a territorio vikingo con más miedos que esperanzas. Sin embargo, la gloria estaba en los pies de un chiquillo de diecisiete años, que no alineó al inicio del torneo. Según los cronistas, sus propios compañeros tuvieron que rebelarse para que el entrenador los metiera a él y a Garrincha (otro moreno de piernas chuecas, gracias a lo cual nadie le quitaba el balón, pero que había sido declarado débil mental por el psicólogo del grupo).

El técnico, Vicente Feola, finalmente lo envía al campo para enfrentar a Gales, donde marca un gol. Después, hará un triplete en la semifinal contra Francia y otro par contra los anfitriones, en la final. El Rey Gustav de Suecia, fue testigo del nacimiento de otro monarca y no tuvo empacho en aplaudirle…con discreción.

Por lo que se refiere a México 70, los amazónicos llevaban un equipazo. Un Diez rodeado de muchos dieces: Rivelino, Tostao, Jairzinho, Gerson, Carlos Alberto. Aquella escuadra merece figurar en los libros Astronomía, en la sección de constelaciones inolvidables.

Vuelvo a Galeano, quien refiere una anécdota en la final contra Italia (4-1). El defensa Burgnich, que tenía la imposible tarea de marcar a Edson Arantes, dijo a la prensa a propósito del primer gol, un frentazo espectacular: «Saltamos juntos, pero cuando volví a tierra vi que Pelé se mantenía suspendido en la altura». Brasil era campeón por tercera vez y lo lograba ganando todos sus encuentros. Fue el último mundial del idolazo, que se despidió haciendo lo que sabe: derroche de jogo bonito, jugadas de ensueño y 4 goles con el Scratch do ouro.

Luego de retirarse en el Santos en 1975, varios equipos lo buscaron, La Juve, el Madrid, el América, pero se iría al Cosmos de Nueva York a una nueva liga, donde jugó un par de años más. Después, hizo de todo: política, música y hasta cine. Escape a la victoria (dir. John Huston), una película junto a Sylvester Stallone y Michael Caine, en la que unos prisioneros de guerra juegan a «muerte» al futbol. El filme está inspirado en un hecho real, pero ingnoro si éste, se contempla tal como sucedió: Mientras el ejército alemán invadía Europa, a los jefes se les ocurre organizar un partido en Ucrania: sección nazi vs. Dínamo de Kiev. Si ganan mueren, les advirtieron a los futbolistas. No pretendían hacerlo, estaban espantados y hambrientos, pero en la cancha, cuando la pelota empezó a rodar, sacaron el orgullo…Los fusilaron a los once con la camiseta puesta, en lo alto de un barranco, apunta Galeano.

Ya para concluir, quisiera recordar que Pelé marcó su gol mil contra el Vasco de Gama. Fue de penalti, en un miércoles de noviembre de 1969. Tan pronto sacó la pelota del fondo del arco, se la llevó a los labios para besarla; besos y abrazos como los que el 23 de octubre del 2020, medio mundo le ha mandado. Incluso Obama –que sin duda prefiere el beisbol o la NFL–, en una carta afectuosa le deseaba una «terrific celebration». Sin duda, el expresidente aprovechó la ocasión para dejar de pensar en el impresentable de Donald T.

Cuánta magia se ha desbordado en las canchas desde entonces: Diego, Di Stefano, Cruyff, Eusebio, Charlton, Beckenbauer, Valderrama, Hugo, Zidane, Xavi, Cristiano, Messi… Ochenta años no son nada y Pelé, como canta la ranchera, sigue siendo el rey.