Un grupo de historiadores, pensadores y catedráticos vuelven a apoyar la propuesta de derogación del Decreto 1383’1975, en el que el Presidente Joaquín Balaguer dispone el traslado de los restos del General Pedro Santana y Familia, al Panteón Nacional, hoy Panteón de la Patria, como si la Patria estuviera enterrada en ese templo de la memoria histórica. Sugiere además un proyecto de ley, que aquellos huesos sean inhumados en la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, en el Seybo.

Nos vemos obligados, ante la dolorosa y recurrente caquexia de gente muy instruida y digna de todo respeto, a publicar algunas breves consideraciones de historia critica dominicana y de interpretación de la historia misma en tanto que ciencia. Lo primero es que Karl Marx aconseja que la historia debe ser contada sin odios, pero también sin amor. Porque la historia, agregamos, no es un ejercicio de hagiografía, de vidas de Santos.Esta primera consideración ante el proceso sostenido y recurrente de satanizar a Santana.

Quien constituye, visto en los albores de esta adolorida nación es el Gendarme necesario, el Can cerbero de los infiernos, para ser utilizado por el conservadurismo mas rancio que siempre nos ha gobernado, para establecer un proyecto de Estado, dentro del mismo territorio que ocupaba el único Estado que había en la Isla de Santo Domingo, a saber, la República de Haití, proclamada cuarenta años antes.

El poder y su manejo, la administración del estado, y los fusilamientos, incluso el de Sánchez y María Trinidad Sánchez, todos fueron legales, aunque resultaren injustos

Parece que su miopía, su apasionamiento visceral y gutural, su atragantamiento histórico y su tortícolis obsesiva les impide ver los escenarios de la historia sin el rasero de los estigmas religiosos, sin el sectarismo pasional, que divide su obnubilada visión de la historia en malos y buenos, justos y pecadores, Dios y Satán, Ariel y Calibán, Caín y Abel.

El proceso de independencia o separación completo, con toda la Constituyente del 6 de noviembre de 1844 y las batallas de la Guerra de Independencia no hubiesen sido posibles sin la participación decisiva de este soldado, pleno de luces y de sombras, de bajezas y elevaciones, de virtudes y anatemas, de crímenes y pecados, de amor por el poder y de desprendimientos heroicos.

Todo lo que hizo Pedro Santana bien pudo haberlo hecho Duarte, sino hubiera estado ausente siempre en los momentos decisivos, por haber huido del proceso de separación, cuando el estado de cosas reinante se tornó duro, apretado y caliente. Duarte es el gran ausente del proceso de Independencia o Separación de la Isla y hasta de la Restauración de la República.

Búsquese el nombre de uno solo de los miembros de la Sociedad Masónica, La Trinitaria, de la que Duarte era Gran Maestro Grado 33, como firmante de la supuesta Acta de Independencia, que nadie ha visto, o en la redacción de la Constitución Dominicana, para los Domini Canes, o Perros del Señor. Santana, en cambio, si estaba ahí al frente de los acontecimientos.

Los plenos poderes contenidos en el Artículo 210 de esa Constitución donde no aparecen las palabras Libertad ni Democracia, ni Derechos, aunque se dice Liberal, por ser una versión cimarrona de la Constitución de Cádiz, de 1812, apodada La Pepa, se deben al estado de guerra de entonces y a la vocación, racionalmente inexplicable, de esa primera ley fundamental, de dotar al gendarme necesario y útil para sus propósitos, llamado Pedro Santana, el primer General de la República en armas, de atribuciones cuasi dictatoriales. Esto así porque la nación dominicana no nació Democrática, sino autoritaria y continuista.

Santana es tildado de traidor a la Patria y perseguido por el tribunal de la histeria más que por el de la historia, por ser firmante, con un grupo de alegados patriotas y conservadores, saltimbanquis del momento, del Pacto de Anexión de la naciente República, a la Corona Española, en 1861.

Les sugiero accesar a los Archivos históricos de la Universidad de Sevilla, para leer los textos completos, los compromisos y motivaciones y toda, la lista completa de los firmantes, quienes han estado ocultos por mas de un siglo tras la sombra de Santana. Corifeos, Náyades y faunos, toda una corte de oportunistas y asaltantes del poder que también traicionaron la Patria, a cambio de alguna sinecura o un plato de lentejas.

El estado que nació con aquella Constitución de noviembre comenzó su andadura histórica con dos patas, la primera el continuismo al designar a Pedro Santana Presidente de la República por dos períodos constitucionales sucesivos, sin alguna consulta popular, y la otra pata, la del autoritarismo, al revestir de poderes cuasi dictatoriales al gendarme que hoy denuestan y maldicen como un anatema nacional. Con mudar los restos de un muerto no se cambia la historia.

Los restos del General Harry S. Truman, el genocida que ordenó el lanzamiento de las dos bombas del 6 y 9 de agosto de 1945 sobre Japón, ya con la guerra ganada, guarecen en olor de santidad en los sagrados mausoleos estadounidenses y a nadie se le ha ocurrido, en su sano juicio, desterrarlos a perpetuidad, como tampoco los restos de otros prohombres de la historia universal, de otras naciones.

El poder y su manejo, la administración del estado, y los fusilamientos, incluso el de Sánchez y María Trinidad Sánchez, todos fueron legales, aunque resultaren injustos. Esa misma clase política conservadora fue la que le otorgó, sin regateos y con ostensible obsequiosidad, esa plenitud de poderes. Déjenlo en paz.

Apoyamos, de todo corazón la iniciativa de sacar los restos del General Pedro Santana del Panteón Nacional y enterrarlos donde se les antoje o donde su ceguera histórica y su intestino pasional les aconseje. Eso no reescribirá la historia, ni cambiara en nada los acontecimientos.