La figura que ha inspirado esta entrega resulta ser un personaje ficticio de apariencia tosca, pero muy gracioso que se convirtió en un clásico de los niños en los años 60´s. La serie exponía las diversas historias en una vida totalmente curiosa en el sentido que exhibía una interacción totalmente moderna presentada como si se tratara de algo vivido en la edad de piedra. Este personaje tuvo como núcleo de actuación; a Pablo Mármol, Virma Picapiedra, Betty Mármol, bam-bam, Dino, etc.
La forma de vestir lo distinguía. Usaba una corbata azul y muy bien vestido, pero calificado de sencillo, vestimenta que consistía en un traje de piel de tiguere, pero sin mangas y por igual sin pantalones. Su personalidad fue definida como una persona ruda. Sin embargo, muy segura de sí mismo, no obstante de baja capacidad reflexiva, o sea, que no reflexionaba lo suficiente antes de actuar o hablar o, algo que se hace sin antes haber reflexionado sobre lo hecho-. Y aunque su actuación quería que fuera correcta, siempre cometía errores tras errores, pero como no aprendía de ellos, constantemente los volvía a cometer, pero lo peor, era su tendencia a hacer todo lo posible para no enfrentar los mismos problemas generados por su propia torpeza. Sin embargo, no se le podía regatear sus habilidades ya que llegó en la tira cómica a desempeñar funciones de primer orden.
Y no era que Pedro Picapiedra no estaba rodeado de lauros, inclusive, disponía de tocadiscos, bañeras, carro ¨moderno¨-tronco móvil-, sala de espectáculos y sobretodo un perico y un especie de dinosaurio doméstico (Se le conoce como de la especie de saurópodo), el cual tenía característica de perro, pero que su mejor desempeño en la serie es que le lamía la cara a su dueño. Del personaje histórico, se recuerda la exclamación ¡Yabba Dabba Doo!, lo cual simbolizaba su estado de felicidad, mismo que siempre terminaba con botar a Dino de la casa y tirarlo a la calle.
En el caso que motiva este título, trata de un personaje no oriundo del sitio. Sin embargo, desde muy joven se radicó en el pueblo de Bonao, a quien sus munícipes le dieron su proverbial acogida, hasta enrolarlo en la camada de muchachos que asumió el maestro Cándido Bidó como sus primeros alumnos. Pero, su piedrapedrimo, no tardó mucho en evidenciarse ya que, según cuentan los bártulos pueblerinos, se amotinó en contra de su propio maestro. Y más, se dice que le dio una carrera para revolcarlo. Y como dice el cuento, cruza calle el compadre, cruza calle el compadre, ¡pero aparece el compadre!. Sólo que investido de maestro de arte, cuyas expresiones artísticas las manifestó en el arte de Santeros de Palo, lo cual lo catapultó a la fama ya que, como grupo organizado, la colegiación ha ocupado muchos lauros. Sin embargo, el Pedro de esta cinta actual, bajo el tableteo de las discordias internas con sus congéneres, luego de exprimir el nombre de "Santos de Palos de Bonao", incluso, hasta llegar a subir más alto que un orangután, cuando el 2006, la agrupación obtuvo el sello de Excelencia de la Organización de la Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, (UNESCO), y ya con el prestigio del grupo asumido como su marca personal, (delirio o no, pero, así se ufana, carga la estrella mental de ser su prohijador).
El asunto de nuestro personaje pica y se extiende, ya ahí es que su caracterización de Pedro Pica Piedra toma ribete o parecido con el personaje que calza esta epístola del mundo secular. Un día cualquiera del mes de noviembre del 2020, sentido protegido y vanagloriado por la expectativa de cambio – de ser Director del Palacio de Bellas-, entidad debidamente organizada por la ley 122-05, y que se consiguió con muchos empeños y sacrificios, hasta el extremo de llegarse a creer que quienes estaban al frente de la institución, ganaban sueldos millonarios, cuando era una labor altruista de su directiva, nuestro personaje azuzado por su inflexibilidad y canto de otros corifeos, ya en plena modernidad, pero parecido a la esencia de la cinta cómica de Pedro Picapiedra, quien era algo arcaico pero se escenificada con todos los elementos del último grito de la modernidad actuó como debía, cegado.
Pero en el caso que simbolizamos, expresado a lo trucutú, cuyo personaje era un cavernícola de la prehistoria, cuyo medio de locomoción era un dinosaurio, que a la vez era su mascota y que vestía con un taparrabos de piel y andaba armado con un martillo de piedra.
Por lo tanto, como dice el refrán, cualquier parecido es coincidencia. Por consiguiente, el hecho que una persona, que se pueda considerar en su sano juicio sin calificarse, como la evocación del Pedro Picapiedra, habría entonces que decir, que lo hecho por el Pedro nuestro,-no padre nuestro-, coger él mismo y triturar una jardinería con su propia fuerza y decisión, mandarria en mano, es una recreación viva de que Pedro Picapiedra podría estar en cualquier persona con saco y corbata, y más, en cualquier profesor, que por un afán de brillar haya sido capaz de profanar un espacio tan sublime como lo es el escenario de las bellas artes de su pueblo, con lo cual, sinceramente, revivió, para mí, la sensación de que en cualquier época aparece un Pedro Picapiedra. De todas maneras, para ver si el maco es peje, -dice el refrán-, le auguramos éxitos a nuestro Pedro de la mandarria. ¡Esperamos que así como sudó rompiendo lo hecho por otros, que sude detrás de cumplir su sueño que hoy debe ser una pesadilla.