«Qué te ha dado esa mujer», le pregunta Pedro Infante a su amigazo Luis Aguilar en una de sus cintas. Sin embargo, la cuestión sería qué le ha dado él al pueblo mexicano para que lo siga recordando a sesenta años de su muerte. ¿Sólo canciones, sólo películas? Sin duda hay algo más. El encanto del hombre sencillo que a todos (mejor dicho a todas) cautiva; el carisma sin fingimientos o ese brillo indefinible, propio de los ídolos.

Fue un lunes de Semana Santa, el fatídico 15 de abril del ya lejano 1957, cuando la avioneta Cessna se desplomó en las inmediaciones de Mérida, en Yucatán. En ella viajaban junto con el de Mazatlán, que hacía de copiloto (capitán Cruz), Víctor Manuel Vidal (piloto) y Marciano Bautista (mecánico).

Qué decir de Pedro Infante. Que provenía de una familia humilde y numerosa, donde hubo catorce hermanos. Que su padre medio tocaba el violín y que aprendió los oficios de carpintero y peluquero. Que siendo aún chamaco, empezó su educación musical formando un grupo llamado La Rabia, en su Sinaloa natal. Que seguro de su talento, emigraría junto con su esposa María Luisa León a la ciudad de México. Qué a su muerte era el mexicano más célebre y rico del planeta y que su generosidad incluía la manutención de cincuenta familiares entre madre, hijos, hermanos, sobrinos y gorrones…

Su primer disco, Mañana, lo grabó con veintiséis años, luego vendrían canciones y más canciones, hasta sobrepasar las 300. Todos tenemos alguna en la cabeza o en el cursi corazón.

Cuál será la más memorable. Sin duda Amorcito corazón de Pedro de Urdimalas (letra) y Manuel Esperón (música), esa que Pepe le canta a su amada Celia, conocida como la Chorreada, en la trilogía fílmica de Ismael Rodríguez: Nosotros los pobres, Ahora soy rico, Pepe el Toro.

Hagamos memoria, Pepe es un humilde carpintero de vecindad. Joven y viudo, se enamora de la Chorreada (interpretada por Blanca Estela Pavón) y como si fuera el Job del celuloide, caerán sobre él todas las desgracias de la tierra, incluida la muerte de su hijo recién nacido. Quién no se acuerda de esos lamentos de: « ¡No te mueras Torito! », mientras abraza un bulto chamuscado. También irá a parar a la cárcel, injustamente por supuesto y aunque luego la fortuna lo llene de billetes, terminara en la calle gracias a sus atentos acreedores. Finalmente, se vuelve boxeador y de un golpe fatal mata a un amigo entrañable…

En fin yo prefiero las canciones con humor como La tertulia, que describe la típica reunión familiar que degenera en borrachera violenta: «Se armó el relajo, sacó su pistola, yo precavido, me escondí tras la pianola, vino la "julia", que la llamó Lola y pa´ la cárcel nos llevaron hechos bola» o Peso sobre peso, todo un himno a las políticas austeras: «El dinero que yo gano, toditito te lo doy, te doy peso sobre peso, siempre hasta llegar a dos». Ahora bien, mi favorita es Nana Pancha de Estela Dafose:

Mi Nana Pancha se vive en las cantinas,

armando tremolinas con cuates de jalón

y si arma bola, se sube a la rockola

y saca su pistola más grande que un cañón.

Por cierto, ésta última la canta en Escuela de Vagabundos, una comedia donde comparte estelares con la guapísima y trágica Miroslava Stern. Tantas veces la he visto que hasta tengo el DVD. Infante interpreta a un compositor cuyo carro se descompone y llega a una casa de locos, donde la matrona recibe a cuanto mendigo le pide caridad. Pese a que él sólo necesita llamar por teléfono, se pondrá a trabajar de chofer y le cantará al oído a la lindísima primogénita de la familia, Mademoiselle Stern Un grito prisionero

¿Qué contribuyó más a la edificación de su pedestal, la película o la canción? Sospecho que no podemos separarlas y ambas se complementan para lo que sería una notoriedad interplanetaria. Tampoco podemos menospreciar su voz alegando por ejemplo, que la de Jorge Negrete era mejor. Su mera presencia en la pantalla, en el escenario, tenía ángel y transmitía un aura seductora.

También fue meritorio su trabajo actoral, si se considera que a duras penas concluyó la primaria. Nunca se acobardó al actuar junto a los grandes de su época como Fernando Soler, Sara García, Libertad Lamarque o Joaquín Pardavé. Y qué decir de las linduras que lo acompañaron: Silvia Pinal en El inocente; Sara Montiel, en las de Martín Corona; Rosita Quintana en El mil amores y el que sería su último amor en vida, Irma Dorantes en Los hijos de María Morales.

Sí como dice el tango 20 años no es nada, qué serían sesenta para Pedro Infante, que solamente vivió 39 años en este mundo traidor. Ahora bien, recordemos que en el Olimpo de la cultura pop mexicana, desde donde nos mira risueño, el tiempo no existe.