Entender la importancia que el maestro le dio a la romanización, y, sobre todo a la conciencia de lo latino, la latinidad y a la romanidad occidental, conduce a entender el juicio que liga a la “América española” y a la Hispania misma a la Romania. Como ya hemos visto y estudiado en otra parte (Ver, Odalís G. Pérez: Pedro Henríquez Ureña 2010 p.34), la idea de una lingüística fundada en la historia de las fragmentaciones culturales, literarias y sociales activa la necesidad de un pensamiento que orienta el conocimiento de las hablas locales, y en tal caso la legibilidad de los llamados sistemas de isoglosas, así como de la heteroglosia, el bilingüismo o el plurilingüismo que conforma el mundo de hoy.
La idiomatología contemporánea reconoce y a la vez estudia y propone un marco extensivo (y hasta intensivo), para el enfoque comunicativo-funcional (espacial y temporal), en el ámbito de la ibero-romania y de la americanía como espacio conjuntivo recesivo que nutre, como muy bien sugieren algunos investigadores el campo de interés y conocimiento de una neolatinidad y una romanidad asimiladas a los nuevos fenómenos de habla y cambio lingüístico que imponen las nuevas realidades y los actuales fenómenos de la globalización, los contactos inter y multiculturales en el plano de desarrollo y conjunción de hablas y hablares en contexto y texto.
Pero, en el caso de las afirmaciones sobre raza, lengua y cultura, tendríamos que ser prudentes a propósito de algunas aseveraciones del maestro que hoy están puestas en entredicho y que tanto la investigación histórica y lingüística, sencillamente dejan de lado, por entender que la doxa que la propicia es dudosa, circunstancial o errática.
Los siguientes fragmentos de Raza y cultura hispánicas, nos conducen a la petición de prudencia, precaución y sobriedad a propósito de España en América:
“Estamos viviendo todavía las consecuencias del portentoso suceso, el más trascendental de la historia. La consecuencia mayor, aunque tardía, es el nuevo aspecto que asumen desde hace cien años las variaciones en el equilibrio del mundo. Y durante esos cien años se ha discutido sin descanso la obra de España en América. En las campañas de independencia de las naciones hispánicas del Nuevo Mundo se juzgó necesario ennegrecer aquella obra. Después, los libros patrióticos de cada república nueva repitieron mecánicamente la propaganda de las campañas de independencia.”(Vid. PHU: Obras Completas, UNPHU, Vol.6, pp. 275-276)
“…Es que la conquista y la colonización se ven de modo muy diverso: porque la verdad es que España se volcó entera en el Nuevo Mundo, dándole cuanto tenía. No pudo establecer formas libres de gobierno ni organización económica eficaz, porque ella misma las había perdido; pero dictó leyes justas.”(Ibídem)
“No estableció la tolerancia religiosa ni la libertad intelectual, que no poseía; pero fundó escuelas, fundó universidades, para difundir la más alta ciencia de que tenía conocimiento. Y sobre todo, su amplio sentido humano la llevó a convivir y a fundirse con las razas vencidas, formando así vastas poblaciones mezcladas, que son el escándalo de todos los snobs de la Tierra, de todos los devotos de la falsa ciencia o de la literatura superficial, pero que para el hombre de mirada honda son el ejemplo vivo de cómo puede resolverse pacíficamente, cristianamente, en la realidad, el conflicto de las diferencias de raza y de origen.” (Ibídem loc. cit.)
El juicio un tanto categórico avalado por una política de la interpretación dominante en el contexto hispanoamericano, conduce el maestro a establecer otro juicio aún más taxativo, y, diríamos que radical en este sentido:
“No: la más humana de las colonizaciones, y por eso la mejor, ha sido la de España y Portugal: es la única que de modo sincero y leal (¡sic!) gana para la civilización europea a los pueblos exóticos.” (p. 277).
Tanto el hispanismo, la hispanidad y la necesidad de una ligazón espiritual con aquella España, recortó en muchos casos el pensamiento cultural y lingüístico del maestro dominicano. Pues en casos como el de las citas anteriores, podemos observar que sus ideas sobre la raza no traducen los resultados socioculturales, ni los obstáculos que dicha afirmación supone para extender o comprender los nuevos, fenómenos lingüístico-culturales de la Romania.