La investigación lingüística propuesta y llevada a cabo por Pedro Henríquez Ureña, aunque superada en el tiempo por los aportes de nuevos y más jóvenes investigadores culturales y lingüísticos, es una referencia de base para el conocimiento del español en América y sus diferentes fenómenos sociocomunitarios y etnosociolingüísticos.  Los primeros trabajos lingüísticos de nuestro humanista, en este sentido, surgen de una reflexión filológica y lexicológica situada en el ámbito de la Romania y de la forma específica de los idiomas nacionales.

  Las hipótesis y tesis de PHU inquietan y provocan la búsqueda específica en puntos geográficos y regiones de América.  El tratamiento fonético y léxico de las hablas en la América hispánica registra y particulariza elementos culturales y sociales de uso que sirven para explicar, interpretar y comprender el desarrollo del español en la América continental.

Esta visión en torno al elemento histórico, geográfico, lingüístico y cultural del español de América decide en algunos casos y lugares de la obra lingüística de PHU, una  doxa crítica particularizada en su discusión con el romanista alemán Max Leopold Wagner, a propósito de “El supuesto andalucismo de América” (Véase la referencia en RFE, Tomo XVII, Madrid, 1930 julio-septiembre, pp. 277-284).

En “Observaciones sobre el español de América” (Vid. Pedro Henríquez Ureña, en, Obras Completas, UNPHU, Santo Domingo, Vol. VI, pp.195-202), el lector puede observar aquello que hace posible el diálogo entre dos lingüistas en torno a la problemática geolingüistica y geohistórica del español de América.  Refiriéndose a algunos puntos “esenciales” de la discusión PHU, señala que “vale la pena hacer el resumen de esos puntos del acuerdo” (se refiere a Max Leopold Wagner y él mismo):

“El español de América, considerado en su conjunto, tiene caracteres propios; no procede ni depende de ninguna región de España,  porque todas las regiones estuvieron representadas en la conquista y la colonización”.

Y agrega:

“Hay, sin embargo, coincidencias especiales de la América española (¡sic!) con Andalucía.  Las semejanzas son ligeras, a veces ligerísimas en las tierras altas del Nuevo Mundo; son más abundantes en las tierras bajas.”

Y más adelante nos dice:

“Tales semejanzas no permiten, sin embargo, afirmar el andalucismo de América, según la opinión vulgar, o sea la identificación lingüística entre Andalucía y la América española.”(Ibídem.)

“Se ha buscado el origen de sus semejanzas en el supuesto predominio de los andaluces en la conquista del Nuevo Mundo, o por lo menos (tesis nueva que propuso el Dr. Wagner) en la colonización de las tierras bajas; pero todos los datos estadísticos que se conocen hasta ahora impiden mantener la suposición.”(Ibídem)

El soporte crítico de estos puntos de resumen  lo encontramos en las siete notas del artículo de Henríquez Ureña (op. cit.) y que constituyen la polémica en sus principales argumentos teóricos e históricos.  El mismo concepto de zona  dialectal remite a la historicidad de las hablas hispánicas locales y a los usos funcionales de los hablares nacionales en América.  La crítica en el orden de la lengua-lenguaje permite entender un campo de investigación que se sitúa, como ya hemos podido ver, en la relación lengua-historia, lengua-cultura y lengua-región.  Es, en tal sentido, como podemos advertir que desde la hispanística PHU se nutre de aquel movimiento lingüístico, cultural y literario de la Romania, cuyo fundamento en la historia empalma con la formación y desarrollo del español de América y todas las discusiones, polémicas específicas, especulaciones o indeterminaciones gramaticales, lexicales, sintácticas y fonoestilísticas entre otras Que han surgido apropósito de la relación lengua-habla en las bajas y altas tierras de la América de habla española.

Es en este contexto donde podemos observar la incidencia enlace y necesaria particularidad de estudio lingüístico la obra de PHU sobre la Romania y su influencia en el ámbito americano.  Las líneas culturales que desde la Romania van a particularizar la Hispania, se harán sentir en la geografía dialectal, tanto peninsular como en la América bajo y alto continental.  Las delimitaciones llevadas a cabo por Henríquez Ureña a propósito del español de América han señalado puntos de estudio que han hecho posible la extensión del campo geolingüístico y etnolingüístico de las regiones que comprenden la América continental.

Lingüística romance y lingüística hispánica acogen, para luego modificar en parte, las provisionales distinciones y hasta puntualizaciones del maestro, extendiendo criterios que, ciertamente, merecen una revisión en el contexto de conocimiento de usos lingüísticos y hablas locales, pero también, a propósito de bilingüismo, contacto entre lengua-cultura, lengua criolla, zonas dialectales, adstrato, dialecto, intercontacto lingüístico y otros fenómenos que se desprenden de sus Observaciones sobre el español de América (Vid. en Revista de Filología Española, Vol. III, Madrid, octubre-diciembre, pp. 357-390, 1921).