Pedro Henríquez Ureña cultivó los estudios lingüísticos de manera estricta en su estadía en el Instituto de Filología adscrito a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, y en sus trabajos en la Revista de Filología Hispánica por los años 20, 30 y 40, hasta que falleció en 1946. Desde la docencia planteó proyectos de enseñanza del español a través de libros tales como El libro del Idioma (1927), en colaboración con Narciso Binayán ; Gramática Castellana (1939), en colaboración con Amado Alonso, lingüista y filólogo español, especializado en Fonética y Estilística.
Los aportes de PHU en torno al español de América, lo convirtieron en un buscador areal y en un especialista-investigador ligado a la dialectología, la geolingüística y el estado del español como lengua funcional en desarrollo. La etapa fecunda de estudio del español en América concluye con su última gran obra lingüística titulada El español en Santo Domingo, publicado en 1940 en la importante Biblioteca de Dialectología Hispanoamericana.
El lingüista y estudioso español Amado Alonso dice, a su muerte, lo siguiente:
“En sus estudios puramente lingüísticos, la necesidad de integración se le satisfacía de manera adecuada. Los datos lingüísticos, cuidadosamente comprobados y discernidos según su distribución geográfica y su uso social, reciben luz de la historia de las colectividades que los emplean. Y así es como a Pedro Henríquez Ureña cabe el honor de haber sido el primero en plantear la interpretación genética de los principales caracteres del español americano sobre bases realistas y críticas, sin los prejuicios impresionistas que lo daban como mera prolongación del lenguaje de los andaluces; y el primero también en describir y ordenar su complejidad regional, anulando la idea simplificadora que de él se hacían hasta entonces los lingüistas” (Amado Alonso: Pedro Henríquez Ureña Investigador, Eds. Sur, Buenos Aires, 1946, reproducido en, Ponencias. De la semana Internacional en Homenaje a Pedro Henríquez Ureña en el cincuentenario de su muerte; 1946-1996; Editor: Dr. Jorge Tena Reyes; Santo Domingo, 11 de mayo de 1996, pp. 585-586).
A propósito de la deuda que tienen los estudios de lingüística hispánica con la obra de PHU, Amado Alonso opina que:
“La historia e interpretación del español americano le debe otros libros magistrales, con las mismas cualidades de estilo. Aquí sólo quiero mencionar Para la historia de los indigenismos (Buenos Aires, Instituto de Filología, 1958), conjunto de monografías sobre papa, batata, ñame, boniato, etc., en donde se identifica la historia de las cosas nombradas, y ambas con la historia cultural de indígenas y españoles, con la historia de la alimentación en el mundo occidental y, por tanto, con la historia de su economía”. (Ibid., loc. cit.).
El trabajo de Pedro Henríquez Ureña en la Biblioteca de Dialectología Hispanoamericana (me refiero a sus investigaciones lingüísticas y acopio de materiales sobre la lengua española en América, así como sus puntualizaciones acerca de la Ibero-romania como espacio lingüístico, literario y cultural), le permitió concentrar algunas experiencias que resultaron beneficiosas para futuros investigadores del español de América. La enorme bibliografía especializada que se destaca en sus aportes para el estudio del idioma en América, lo lleva a constituir un marco de regiones en cuyos espacios y niveles encontramos fenómenos de lengua y habla distribuidos en la línea contextual y documental del continente americano.
Así, sus estudios sobre el español en México, América Central, los Estados Unidos y en Santo Domingo, proponen y a la vez desarrollan un marco de estudio de la región y sus líneas centrales de actitudes, hablas y elementos sociodialectales. El espacio lingüístico ha sido en la obra de Henríquez Ureña el fundamento para delimitar lo que es un modo de hablar y un modo de existir a partir de la lengua y la cultura.
Si bien es cierto que en América el español ofrece variantes, giros fonéticos, estilísticos, vocablos, y fluencias fonológicas propias de su desarrollo o ebullición, estos fenómenos se dan también en el espacio peninsular (Rioja, Andalucía, Castilla, Aragón, Sevilla, Madrid, Segovia, Navarra). En América, y tal como lo explica PHU en sus Observaciones sobre el Español en América (1921)1977, las zonas dialectales constituyen puntos geolingüísticos donde el español se afirma en su funcionamiento, evolución y acción lingüística. Los llamados territorios “hispánicos” o de la América hispánica justifican su existencia histórica, económica, literaria y política a partir de su movilidad etnolingüística y dialectal.
México, Argentina, Venezuela, Ecuador, Chile, y las Antillas revelan en su desenvolvimiento social niveles y diferencias lingüísticas que han hecho posible en los tramos históricos respectivos aspectos, elementos, aportes, fenómenos y líneas de comunicación que van más allá del español peninsular, en cuanto a lo social, lo político, lo antropológico y lo literario. Lo que se estima en un ámbito de cardinales geolingüísticas, etnolingüísticas y culturales es precisamente la focalización sociolingüística de grupos étnicos (rurales y urbanos) que cada vez más se diferencian como sujetos históricos y culturales.
La escogencia de los fenómenos idiomáticos que estudia PHU a partir de la relación lengua-sociedad y lengua-historia se sostiene como singularidad y consciencia de poblaciones de América que se acercan y dialogan, mediante sus respectivas problemáticas, en base a las relaciones señaladas. Se puede hablar de una independencia lingüístico-cultural en el momento en que las hablas o hablares son funciones culturales vivientes, dialógicas y transformantes de las realidades sociales de la América continental.