En la orientación historiográfica y artística de Pedro Henríquez Ureña, la Catedral de Santo Domingo ocupó un lugar de alta significación como obra, patrimonio, historia y arte.  La misma cobró valor en el contexto de los estudios artísticos, culturales y sobre todo en la vertiente humanística, religiosa e histórica.  El principal monumento religioso del país, llamado la Catedral Primada de América es un patrimonio acentuado y conservado como fábrica y huella cultural.

El ensayo que publicó PHU en la Revista Moderna en agosto de 1908, en México y que fuera luego incluido en Horas de estudio (1910), anuncia casi una polémica o discusión histórico-cultural, levantada por el maestro dominicano a propósito de la idea de reconstrucción, conservación, adición, modernización, adecuación o conexión estilístico-formal.

La nota al calce que acompaña el corto ensayo exegético-histórico de PHU, puntualiza lo siguiente:

“La Catedral de Santo Domingo, la más antigua de América, obra de Alfonso Rodríguez comenzada en 1516, quedó sin torre, por quién sabe qué vicisitudes de la época de  su construcción.  Hoy, transcurridos cuatro siglos, se pretende agregarle una torre”

La nota alude a la discusión teórica entre antiguos y modernos que funda la tensión ya histórica entre lo clásico y lo moderno; clasicidad y modernidad; lo viejo y lo nuevo; lo simétrico y lo asimétrico, lo histórico y lo antihistórico, lo propio y lo ajeno, la forma y lo informal; lo formal y lo deforme…

Por lo mismo, el debate se genera en los fundamentos de la Estética, la Historia del Arte y la Arquitectura.  En este sentido, el discurso teórico-crítico de nuestro autor se orienta desde los marcos de la discusión originaria entre “antiguos y modernos”:

“No habléis de reconstrucción clamaba RusKin, el maestro de Las siete lámparas de la arquitectura. Lo que fue, por obra y gracia de la fe de hombres ya idos, de la fuerza y el saber de siglos ya muertos, no puede, en el flujo perpetuo de las cosas, tornar a ser jamás.  Lamentadlo, como Heráclito; celebradlo, si os seduce la ilusión del progreso; pero no soñéis en reproducir el pasado.” (Ver, “La Catedral”. Seguimos la antología titulada La Utopía de América; compilación y cronología de Ángel Rama y Rafael Gutiérrez Girardot, prologada por Rafael Gutiérrez Girardot, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1978, p. 452).

El elemento estético y teorético subyace en dicho ensayo mediante el llamado a la sobriedad constructiva y la importancia de la fábrica y la huella de origen como formas de existencia del monumento:

“¡Respetad lo antiguo! Conservadlo; hacedlo vivir con vida propia: para ello, debéis  ser sabios, en modo tal que cada toque vuestro sea tímidamente fiel a la inviolada armonía del conjunto.  No lo modernicéis, queriendo colocar ¡bárbara labor! sobre la tragedia de los siglos la máscara irrisoria de una edad sin arte o sin fe; no lo adicionéis, pretendiendo completar la obra en que la edad pretérita dejó caer la mano cansada, como el héroe de Manzoni. ¡Sabed amar lo incompleto!… ¿Seríais osados a retocar la incorregida Eneida, a terminar cuanto abandonó, iniciado apenas, la vida incalculable de Leonardo, cuanto dejó inconcluso la juventud atormentada de Shelley o de Chenier?” (Ibídem. pp. 452-453, Op. cit.)

El ideal estético del entonces joven PHU se debate en la tensión antiguo-moderno, siendo nuestra Catedral Primada de América el objeto de dicha tensión.  Sin embargo el joven que hablaba entonces era, desde el punto de vista estético e histórico artístico, adepto a la causa de lo clásico en lo moderno y  de lo moderno en lo clásico.

El grito de juventud no olvida, sin embargo, la correspondencia entre intuición estética y argumento:

“¡Amad la Catedral sin torre! ¡Sabed amar la Catedral de Santo Domingo! Grave, sino austera; solemne, si no majestuosa, permanecerá muda, en el abatido orgullo de sus cuatro siglos, sino sabéis admirar su vida profunda. ¡Obra típica en verdad!” (Ibídem.)

Su defensa y postulación histórica, ciertamente ha creado ronchas, debido a la discutible y polémica afirmación del maestro en los lares históricos e historiográficos sobre nuestra Catedral Primada de América:

“Como el más antiguo monumento del dominio español en América, conserva en sus vigorosas líneas, en sus masas poderosas, en su ornamentación severa, el sello del siglo XVI.  Cuando ella nacía, a su alrededor germinaba el impulso de las grandes conquistas; acaso recuerda el brío anheloso de Cortés, la piedad enérgica de Las Casas, la actividad múltiple de Oviedo.” (Ibídem.)

El joven ensayista de entonces caracteriza la Santa Basílica Catedral Metropolitana de Nuestra Señora Santa María de la Encarnación, Primada de América de la siguiente manera:

“Pobre y desconocida, puede, sin embargo, decirse clara hija del gran siglo castellano fuerte y sobrio. ¡Ay! No conserva más prestigio pictórico que La Virgen de la Antigua, con su rica tonalidad pardusca.  Sus cuadros sagrados deberán ser obras de los precursores de Velázquez; su invocación, el “Cantemos al Señor”, de Fernando de Herrera.  No sufre deliquios místicos; no conoce la poesía gongorina; ni la fiesta de colores de la pintura veneciana; ni los derroches del estilo plateresco, ni las extravagancias del churrigueresco; ni la opulencia de oros y cedros que colmó los templos de México y el Perú.” (Loc. cit.)

La evocación en torno a las vicisitudes de la Catedral  de Santo Domingo han sido las mismas que  se han sufrido a todo lo largo de la historia de la isla Hispaniola, Quisqueya o Babeque:

“Sus vicisitudes han sido las mismas de la tierra desdichada que la sustenta.  La prematura decadencia de la colonia la dejó sin torre; los piratas le arrebataron sus esculturas; la barbarie piadosa borró la pintura sacra de sus columnas, destruyó la clásica sillería de su coro, manchó de amarillo sus muros exteriores y blanqueó su interior como sepulcro de fariseo; el fanatismo por la memoria del Descubridor la ha convertido en asilo de inartística mole de mármol.” (Ibídem.)

¿Cómo existe y vive hoy la Catedral de Santo Domingo, luego de remodelaciones, adecuaciones culturales, refuerzos arquitectónicos y urbanísticos, prótesis constructivas, nuevas versiones en cuanto a las distribuciones y usos de capillas, en algunos casos abandono de realizaciones, reproyectaciones y otros cambios circunstanciales?

La crítica de PHU constituye y forma parte de su expediente histórico que contribuye a su investigación sobre una base historiográfica e investigacional que ha ocupado a historiadores y eruditos ya conocidos en el dominio del arte colonial de Santo Domingo, pero sobre todo a investigadores e historiógrafos que como Carlos Nouel, Luis E. Alemar, Fray Cipriano de Utrera,  Erwin Walter Palm, Emilio Rodríguez Demorizi, Eugenio Pérez Montás, María Ugarte España, Harold Olsen Bogaert, Esteban Prieto Vicioso, Diego Angulo Íñiguez, Fray Vicente Rubio, OP, y muchos otros, han contribuido al estudio, restauración, arqueología y genealogía de la Catedral de Santo Domingo, Primada de América.