La vena dramática de Pedro Henríquez Ureña se orientó desde muy joven en la República Dominicana, cuando yendo a las librerías de la capital pedían él y Max para leer Shakespeare, Calderón de la Barca y otros dramaturgos clásicos y modernos. Quería leer y entrar junto con Max en la escena y en los escenarios imaginarios de un mundo fascinante de formas indicadoras del campo espectacular.
El futuro filólogo, crítico literario e institucional se orientó hacia las artes escénicas y luego de su visita y estancia de cuatro años en los Estado Unidos, decide escribir, preparar un espectáculo a la manera antigua. De ahí nace la “performance” titulada El nacimiento de Dionisos que publica en 1916 en Las novedades, New York.
El profesor Narciso González (Narcisazo), siendo profesor de Historia del Teatro en la Escuela de Arte Escénico de Bellas Artes, mencionaba y explicaba la importancia de esta obra y aludiendo a su estructura.
El texto teatral no era precisamente una “obra”, sino más bien un espectáculo que imitaba las formas del teatro griego antes de Esquilo. Más bien, PHU construyó un escenario abierto “pre-esquiliano”, tomando como punto de partida una dramaturgia fragmentaria y un oficio de actuación y dirección populares sobre la base de lecturas de Frínico, Prátinas y Tespis.
Este último ya le había agregado un actor a lo que era la coralidad teatral griega. Dicha coralidad había nacido ritual, festiva, dionisíca, antes de que Esquilo y Sófocles le agregaran más actores y personajes a sus obras, tanto escritas como representadas.
Lo primero que leemos en El nacimiento de Dionisos, son las didascalias,acotaciones, indicaciones o acentuaciones que definen el marco extratextual del espectáculo-obra y tal como lo explica el mismo PHU es “un ensayo de tragedia”, por lo que el autor sugiere las posibilidades del mismo en cuanto a su estructura y funcionamiento poético-dramático. Aunque nuestro autor “ha tratado de imitar la forma trágica en uso durante el período inmediatamente anterior a Esquilo: la forma que, según las noticias llegadas hasta nosotros, empleó el poeta Frínico, y cuyas características son el predominio absoluto del caso y la intevención de un solo actor en cada episodio”. (Ver, “El nacimiento de Dionisos” en Pedro Henríquez Ureña, Ensayos, Eds. ALLCA-Colección Archivos, Madrid, 1998; Edición crítica de José Luis Abellán y Ana María Barrenechea, p. 5).
Precisamente en la justificación PHU aclara que:
“Si este ensayo es un género esencialmente poético no está escrito en verso, débese a la dificultad de emplear metros castellanos que sugieren las formas poéticas de los griegos. He preferido la prosa, ateniéndome al ejemplo de muchos insignes traductores de las tragedias clásicas, uno de ellos no menos poeta que Leconte de Lisle.” (Ibídem. Op. cit.)
El gusto por lo antiguo en PHU está ligado a las raíces, al origen, a la fuente que nutre lo moderno, lo contemporáneo y que remite a los principios en el sentido del fundamento de una visión actualizada, en este caso, del teatro.
Sus personajes forman parte de esta obra casi performática o performativa. Se trata de Coro de mujeres de Tebas, Semele, Hermes, Cadmo, Iris y Dionisos.
Los cinco episodios de este ensayo performativo muestran una travesía que incluye la muerte y sacrificio de Semele, su pacto y destrucción por la divinidad y por ser ella quien concibe, alumbra a Dionisos, siendo el mismo arrancado de su cuerpo y salvado para ser protegido por la entidad divina. El Coro es el testigo, el pueblo que conduce toda la acción y representa el proceso como actor colectivo, cuyo sentido hace visible el suceder de lo social, el mito y su dialéctica poético-existencial. Semele responde al coro sobre sus dudas en torno a la esperanza:
“El nacimiento ya no lejano, del Dios que alienta en mis entrañas, disipará tus dudas. Todo será esplendor y contexto de la tierra en el fausto día” (Vid. p.9, op. cit.). Sin embargo, lo que quiere Semele es darle fiesta, danza y estado placentero al mundo, pues eso representa Dionisos, la fiesta, el canto popular, la tierra húmeda, la vid, el vino, y sobre todo, la esperanza de vivir en contacto y movimiento. Semele anuncia y dice su deseo:
“Pero he ansiado dar a vosotros, y a mis padres contristados, y a mis hermanas envidiosas, y a toda la ciudad de Cadmo, clara muestra del favor que me otorga el augusto Zeus. Él penetra en mi morada bajo la apariencia de simple mortal, y así me ama. Día por día, ruégole sin alcanzarlo aún, me conceda verle circundado de la majestad con que se presenta a su divina esposa Hera…” (Ibíd. Loc. cit.)
El ritmo poético y lento hace del texto un pretexto para la mirada escénica. Es la época en que Henríquez Ureña asiste a representaciones teatrales de clásicos y modernos en el teatro, pero también es el momento de las primeras vanguardias ya históricas y donde abundan los manifiestos, los escándalos, los maestros de las diferentes artes o géneros artísticos que se pronuncian a través de revistas, libros, declaraciones en la prensa escrita y en espacios de ruptura y demostración.
La misma lectura productiva que hace de El nacimiento de Dionisos está atravesada, en aquel entonces, por esos aires y el maestro dominicano, esteta y artista por principio, o formación e intuición toma el encuadre genérico de la tragedia, para hacer de ella no sólo una lectura, una adaptación, sino más bien un espectáculo donde él “dirige” los personajes de su dramaturgia; pero Henríquez Ureña escoge a Dionisos, Semele y el Coro como ejes de una “performance” donde la crítica de lo humano se transforma en acto de rebelión contenida y la llegada de una deidad pagana o paganizada como Dionisos promete la alegría, la fiesta y la salvación, por lo placentero y lo lúdico materializado en un espectáculo ideal que remite a los orígenes, pero también, al presente de una crisis social en los estados políticos del momento en toda la América continental.
Siendo el Coro la voz de las raíces populares y de la memoria humana que activa las fuerzas de lo real y lo imaginario, PHU construye un espacio artístico y dialógico desde el aparato textual fundador, esto es, de la tradición textual helénica y más que helénica, prehelénica. Quienes hablan y actúan en esta pieza son las fuerzas naturales y sociales, algo que encontramos en la estructura de profundidad de la obra. Obra desconocida. No conocemos ni en el país, ni en América ni tampoco en Europa alguna propuesta escénica de la misma, ni ningún proyecto de corto o largo aliento que haya surgido de su inscripción o lectura.
El profesor Narciso González (Narcisazo), siendo profesor de Historia del Teatro en la Escuela de Arte Escénico de Bellas Artes, mencionaba y explicaba la importancia de esta obra y aludiendo a su estructura. Siendo estudiante de término en dicha escuela en 1974, recuerdo que hurgábamos, buscábamos dicha obra, así como El entremés de Llerena para leerlas y para conocer ambos planteamientos teatrales. Fue más tarde que pudimos encontrar El nacimiento de Dionisos en una “reguera” de libros de la capital dominicana y entonces colmamos nuestro sueño.